William Martin (izquierda) y Bernon Mitchell (centro) en Moscú 1960.
En junio de 1960 dos empleados de la NSA, indignados
exactamente igual que Edward Snowden medio siglo más tarde, tomaron sus vacaciones
y escaparon vía México a Cuba, desde donde se embarcaron hacia la Unión
Soviética. Se llamaban William Martin y Bernon Mitchell, y tenían 29 y 31 años
de edad respectivamente.
El 6 de septiembre ambos exhibicionistas morales
aparecieron ante la prensa local e internacional acreditada en Moscú. En la
sede de la federación de periodistas soviéticos los
desertores expusieron al mundo la inescrupulosidad de la vigilancia radial y
telefónica que aplicaban los EE.UU. a enemigos y amigos usando más de 2000 estaciones
de escucha y monitoreo instaladas por todo el planeta. También denunciaron los ilegales esquemas de
vuelos espías norteamericanos que violaban reiteradamente el espacio aéreo de
otras naciones, una actividad bastante inefectiva comparada con los satélites del presente. Finalmente, Martin y Mitchell manifestaron su convicción de que en la URSS más
personas compartían sus valores e intereses que entre el indolente público
norteamericano.
La reacción inicial de las autoridades estadounidenses
no fue tan estridente como con Snowden en nuestros días. Y los aliados como
Francia, Alemania e Italia apenas se enfadaron por ser espiados
despiadadamente. En cambio, la propia prensa norteamericana, que todavía no
había caído en manos de la socialdemocracia “liberal”, entró en pánico temiendo
por el daño a la seguridad nacional que pudieran causar los dos tránsfugas.
Fue entonces que la administración de Eisenhower optó por desprestigiar
a los desertores, convirtiéndolos in absentia en homosexuales. Esa falsedad lo aclaraba
todo. A partir de ahí los medios pasaron a divulgar morbosos detalles de las desviaciones sexuales de los traidores. Martin era supuestamente un bisexual aficionado al
sadomasoquismo, las orgías, las prostitutas y el bestialismo, mientras que Bernon simplemente preferiría la intimidad con intelectuales invertidos.
El resultado de esa histeria, ahora impensable, fue una campaña de revisión sexual en la
NSA que condujo al despido de 22 empleados por homosexualidad y otros 4 por
trato carnal con animales. Sólo uno demandó inútilmente al gobierno federal,
alegando que era padre de cuatro hijos y que su excitación ante el detector de
mentiras cuando le preguntaron si ya había chupado un pene no significaba nada.
Por su parte, Martin y Mitchell tardaron menos que un
plan quinquenal en desilusionarse de la Unión Soviética y del socialismo.
Minnie B., conocida de William, en Baltimore 1959.
William Martin no volvió a encontrar en Leningrado y Moscú
el tipo de chica que le gustaba en América. Se casó con una
rusa y se divorció enseguida. Gestionó el retorno con cada paisano relevante
que pudo contactar en la URSS, e incluso en 1979 solicitó formalmente la repatriación
al gobierno de EE.UU., que por toda respuesta lo despojó de la
ciudadanía. Martin enfermó de cáncer y, una vez iniciada la Perestroika, consiguió llegar a México en 1987 con el
plan de contratar un coyote para cruzar la frontera, pero murió antes de
lograrlo.
Su colega Bernon fue más consecuente. También se casó
con una rusa, pero no se atrevió a divorciarse ni intentó regresar a su país natal. Cuando los
EE.UU. le quitaron la ciudadanía a Martin, Mitchell renunció preventivamente a
la suya. Falleció en Rusia en el otoño de 2001.
Masha Mitchellova, viuda de Bernon, en Balashikha 2003.
A dos años de la muerte del otro fugitivo, la viuda confesó al periódico
Pravda que a su marido jamás le pasó por la cabeza abandonarla.
En ese sentido, y como son las rusas hoy día, tal vez Snowden
tenga más suerte.
Estos dos individuos que citas tenían bien claras y definidas sus ideas marxistas. Las cosas han cambiado mucho, Rusia no es la URSS, aunque Putin venga de la KGB y hay métodos de aquella época que todavía usen. Por otra parte, Snowden tampoco es que sea un socialista al uso, eso sí, ha hecho guiños a los dislates bolivarianos y críticas al gobierno de EEUU propias de los más rancios antiamericanos.
ResponderEliminarAsí es, Epiro, valen las diferencias, además de que las rusas de hoy tienen otro aspecto. Lo que se repite es que los soplapitos, cuando se indignan con los miratetas, corren a los brazos de los tocaculos.
EliminarEl que es chiva es chiva here, there and everywhere. :)
ResponderEliminarQue historia triste la de los traidores.
ResponderEliminarUna rusa es una rusa kajajajjajja
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