2 dic 2015

Momentos De La Historia # 1




Hay un momento de la historia en que el gran visir otomano Kara Mustafá Pachá se encuentra en los aposentos privados de la fortaleza de Belgrado en compañía de dos siervas serbias tras su desastrosa derrota tres meses atrás frente a las puertas de Viena a manos de los húsares alados del rey polaco Jan Sobieski. En eso aparece su esclavo Yousef, un negro eunuco, y le susurra que ha llegado un grupo de jenízaros enviados por el sultán. El visir sufre un golpe de anemia súbita, pero todavía no pierde la cabeza. Se le afloja nada más. Pálido consigue al menos levantar el resto de su imponente humanidad y ordena:

- Saca las dos perras y tráeme la alfombra de rezar.

Mas es inútil. Antes de la segunda sura entran los jenízaros y le muestran la corbata de seda negra: la condena a muerte imperial. El sultán se ha enterado de los dislates austriacos de Mustafá. Los principales son que en camino a Viena dejó la artillería pesada atascada en el fango de Bosnia y Croacia, y que luego durante el sitio de la ciudad denegó varias propuestas de proteger la única colina del valle del Danubio, desde donde finalmente lo sorprendieron los polacos por atrás. Tampoco se ha olvidado el fracaso del gran visir frente a rusos y cosacos en Ucrania con anterioridad.

Y Mustafá, con la misma tranquilidad con que ordenó ejecutar los 30 mil rehenes cristianos antes de retirarse de Viena, demanda:

- ¡Sea la voluntad de Alá! ¡Quitad la alfombra y amarrad bien la corbata!

Lo estrangulan entre dos jenízaros, albaneses como el visir, y llaman a un carnicero tártaro para desollar la cabeza y llevar la piel rellena de paja ante el sultán.

Y el abisinio Yousef, que nació cristiano y con bolas, se queda con la alfombra de rezar como único premio material por haber revelado los graves errores del gran visir en una carta secreta a Kara Ibrahim Pachá, el kaymakam o sustituto y luego sucesor de Mustafá.



18 nov 2015

Francia: un país, dos estados y paz




Finalmente tenemos una propuesta justa y pacífica para resolver el problema francés. Nos hemos inspirado precisamente en las recomendaciones de Francia durante las últimas 3 décadas para resolver el problema palestino: la posibilidad de que dos estados, uno francés y otro musulmán, vivan en paz uno al lado del otro.

La buena noticia es que es perfectamente posible. Considerando las zonas de alta población árabe, se puede definir la división de forma bastante clara. No quedará perfecta, pero sí se puede hacer.



 

La mala noticia es que será muy complicado compartir Île-de-France, la región parisina. Así que probablemente habrá que entregársela a los árabes. Incluso manteniendo un pedazo de la ciudad, en forma de enclave al estilo del antiguo Berlín occidental, igual será mejor cambiar la capital de la nueva Francia francesa. Recomendamos Nantes para capital, puesto que Lyon, Marsella, Toulouse, Lille, Burdeos, Niza, Estrasburgo y Grenoble quedarán –obviamente– en el lado musulmán.

En fin, de poder se puede, todo es cuestión de querer la paz. Otra cosa es cómo lidiar con las intifadas después, pero ese no es el tema ahora mismo.

Y para terminar: los nombres. Lógicamente, el estado de los franceses se llamará Francia. Para el estado de los musulmanes proponemos: Franquistán, Cisargelia o, si toma un giro más piadoso, ISFO (Estado Islámico de Francia y Occidente).

He aquí la nueva Francia: un país, dos estados y, sobre todo, paz.


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