25 ene 2019

El Nervio Alucinógeno Del Chavismo

Cuando los 3 carteles colombianos Medellín, Cali y Norte del Valle fueron desmantelados a lo largo de los años 90s y 00s con el esfuerzo mancomunado de colombianos y americanos, no se produjo una democratización de la cocaína ni mucho menos, por más que se incorporasen o florecieran diversos minoristas y transportistas del oro blanco sudamericano. En realidad los 3 tristes tigres fueron sustituídos por un lobo feroz: las FARC, que pasaron a controlar el 70% de la producción de cocaína. Esto fue posible porque el debilitamiento del último cartel en el valle del Cauca coincidió en el tiempo con otro factor: el advenimiento del chavismo en Venezuela. Junto con un santuario para las hostigadas huestes guerrilleras en tiempos de Uribe, el régimen bolivariano ofreció una nueva ruta de narcotráfico, a la par que segura con una tarifa bolivariana no mucho más costosa que los sobornos en Colombia. Este nuevo escenario en pocos años permitió a las FARC la acumulación de capital necesaria para pactar con Santos, el sucesor de Uribe, y pasar a la legalidad con perspectiva de éxito político, el cual por la vía armada ya estaba anulado completamente. Recordemos que dada la creciente estupidez global con apenas 7 millones dólares se puede montar un Podemos en cualquier parte y obtener en poco tiempo el 20% del voto popular. Otra cosa aparte es que una buena porción del narcocapital amasado por las FARC haya sido depositado en Cuba a cambio de mediación. Por algo Lucky Luciano nunca le dio a guardar plata a Al Capone. Igual los planes revolucionarios nunca son perfectos. Por otro lado, la nueva narco-ruta de Maracaibo también fue decisiva para el chavismo, pues su operación por razones logísticas y legales sólo podía ser ejecutada por los militares venezolanos, lo que por fuerza dejaba en manos de estos la mayor parte de la tarifa bolivariana pagada por los colombianos, sentando así la columna financiera necesaria para sostener la fidelidad de los milicos al régimen. Hasta entonces la coerción de la seguridad cubana era un buen palo, pero faltaba la zanahoria. La mutación de las FARC a partido político produjo un narcovacío demasiado tentador para que quedarse abierto. Es así que un grupo de veteranos narcoguerrilleros optó por la disidencia y la conservación de las narcotradiciones revolucionarias: las FARCRIM, que son hoy día el mayor cartel de Sudamérica y las herederas de la producción de coca de las FARC, de sus estructuras comerciales mayoristas y de la narco-ruta venezolana. Desde luego, sigue funcionando la ruta del Pacífico, la cual ha desarrollado una gran afición por las lanchas rápidas entre los afrocolombianos, pero el grueso de la cocaína colombiana sale por el Golfo de Maracaibo hacia México, Centroamérica y el Caribe para ser transferida a los consumidores norteamericanos, que eran y son la raíz del mal. Esa ruta tampoco es exclusiva, pues entretanto se ha establecido una producción autónoma de coca venezolana en Apure que también necesita salida a los mercados del norte. La caída del chavismo provocaría la escasez repentina de cocaína de Los Angeles a New York, con la consecuente subida de precios, la aparición de más sintéticos, y mayor criminalidad en general. Pero esa caída, a corto plazo y sin injerencia externa, sólo sería posible si la oposición pacta narcocontinuidad con el Ejército Bolivariano.

21 abr 2018

El Pizarro Negro



Mamadú nació en una aldea fula al noroeste del Senegal en el siglo XVI. En 1538, cuando tenía 10 años, su padre fue asesinado con una roca de un golpe en la nuca. Poco después su tío, para quedarse con la viuda y las sobrinas, vendió a Mamadú a unos traficantes portugueses en la costa. Y aquí comienza uno de los capítulos más gloriosos de la historia afroamericana.

Aunque por entonces ya funcionaba un incipiente tráfico de esclavos hacia el Nuevo Mundo, el principal mercado para los negreros lusos era todavía el Viejo Mundo, y en particular Andalucía. Las plantaciones del sur de España se veían forzadas a usar esclavos africanos dado que muchos moriscos se habían marchado y que los cristianos locales no eran afines al trabajo.

Mamadú fue a parar a Sevilla. Su comprador se llamaba Alonso de Illescas y era un comerciante manchego que se había establecido junto al Guadalquivir para negociar productos con Las Indias. Don Alonso hizo bautizar al pequeño sirviente como Enriquillo y pronto le tomó cariño al despierto y meticuloso negrito, quien a su vez de forma rápida y autónoma aprendió castellano e incluso a contar hasta cien. Pese a las diferencias de clase y de piel, Enriquillo veía en el comerciante español una especie de padre. Como solía ser bastante común entre propietarios castellanos, el amo se ocupó de que su esclavo doméstico recibiera cierta educación, incluyendo el uso de las armas europeas y la interpretación musical con la vihuela y el carrillón. Ya a partir de los 14 o 15 años Enriquillo era alquilado regularmente para tocar el carrillón en la misa del Omnium Sanctorum sevillano. El chaval acompañaba el "Jesus, Dulcis Memoria" con un ligero tumbado fula de campanas tan contagioso que abarrotaba la iglesia y la plaza a costa de otros templos.

Al cumplir los 21 años, Enriquito pidió a su amo ser rebautizado como Alonso de Illescas, lo cual fue consentido con regocijo por el patrón.

Hacia 1550 don Alonso era consciente de que el lino, que vendía a 8 maravedíes el palmo para los clientes sevillanos y a 18 para los mercaderes indianos, se revendía en Lima a 50 y en El Cuzco incluso a 60, por lo que decidió abrir una filial de la Casa Illescas en el Virreinato del Perú. Sin embargo, en los años siguientes esa ventaja comercial no arrojó frutos con el margen esperado. En palabras del negro Alonso: „Lojindio ta jugar fula, Vuesa Mercé“. En 1553 la Casa Illescas envió una misión de audición interna que puso rumbo a Las Indias con numerosas mercancías. Entre los elegidos para el servicio estaba el negro Alonso.

La expedición alcanzó Nombre De Dios y atravesó en mulas el camino real hasta Panamá sin contratiempos. En contraste, el trayecto por el Pacífico resultó un desastre. El barco contratado había partido con sobrepeso por la carga comercial y con escasas provisiones para hacerle espacio. En octubre, cerca del Cabo San Francisco casi sobre la línea del Ecuador, la nave de los Illescas fue víctima de la inclemencia del tiempo: no avanzaba por la inconveniencia del viento y la ausencia de corriente marina. Agotadas las provisiones, se ordenó desembarcar a casi toda la tripulación para descansar los blancos mientras los negros buscaban alimentos y agua potable, con tan mala suerte de que a las pocas horas se desató un mal tiempo que arrojó a la embarcación contra el acantilado costero, haciéndola encallar destrozada. Los españoles en tierra firme acudieron al acantilado tratando de recuperar las mercancías y socorrer a los náufragos. Entonces, una vez que a un fornido mandingo llamado Antón le dio por estrangular al capataz hispano, a los 23 africanos se les ofreció la inesperada oportunidad de escapar, o no les quedó más remedio.

Los esclavos fugitivos eran 17 hombres y 6 mujeres. Llevaban algunas armas de fuego, así como espadas y picas ibéricas, pero aun así no tenían condiciones para sobrevivir a largo plazo en una selva desconocida.

Los españoles, por su parte, una vez comprobado que los negros también en la selva corrían más rápido, emprendieron una penosa marcha por la costa de regreso al Puerto Viejo de Panamá. Perecieron en su totalidad.

El destino de los africanos en la jungla de Esmeraldas fue mucho mejor. Para elegir un jefe acudieron al tradicional rito mandé y se sacaron los miembros. Antón salió mayimbe. Pronto arribaron a una aldea de indios pidis. Ante la imponente presencia de los africanos los guerreros indígenas mostraron su agilidad, dejando atrás pertenencias y familias. Los negros se dieron banquete con la comida y las indias. A los pocos días los bravos guerreros pidis recapacitaron y cayeron por sorpresa sobre la aldea. Pero fueron vapuleados por los negros, y optaron por someterse. A cambio de la paz los negros permitieron a los pidis regresar para trabajar la tierra y construirse nuevas chozas, y hasta les devolvieron las indias más viejas. Para sellar esa bonita amistad, acordaron asaltar juntos a los vecinos indios campas, que resultaron ser más duros de roer y rechazaron el ataque matando a 6 negros y a buen número de sus vasallos indios.

Esa vulnerabilidad africana ante los campas despertó la ilusión de los pidis, que se sublevaron para recuperar su independencia. Esta vez los negros no tuvieron clemencia. Los castigos de los negros a los vencidos fueron tan bestiales: desollados, sodomizados, castrados y descuartizados, que hasta los campas mandaron un tributo en especie en señal de no beligerancia. Por toda respuesta Antón envió a uno de los pidis abusados portando una caja llena de arcilla con la huella de su órgano viril. Ambyah, el cacique de los campas, ofreció de inmediato una alianza. Hacia 1558 una coalición afro-esmeraldina empezó a conquistar la región, pero un buen día el mayimbe Antón pereció en combate contra los feroces indios niguas al ser golpeado por un proyectil de piedra en la nuca. Tras la batalla Alonso con una roca en la mano se proclamó cacique sin apelar al rito mandé. No hubo discusiones. Ya sólo quedaban 11 negros y 3 negras, pero la habilidad negociadora de Alonso mantuvo el orden en Esmeraldas y convenció de una alianza a los niguas, que pronto empezaron a apreciar los beneficios de tener indios esclavos. A los celosos campas Alonso también los supo manejar. Hacia 1560 la coalición fue consagrada definitivamente. Alonso recibió a los dos caciques rivales y, tras los saludos y regalos de rigor, con una mano en el hombro de cada jefe indio proclamó:“¡Mi ambia y mi nagüe!”

En 1570 Alonso de Illescas era el amo de toda Esmeraldas, aniquilando incluso una expedición reductora española al mando de Martín de Carranza, cuyos pocos sobrevivientes 
así como algunos náufragos fueron incorporados al gran palenque de Alonso de Illescas. Uno de ellos, el fraile trinitario Alonso de Espinosa contaría luego en sus memorias de la habilidad de Alonso como gobernante, de su innumerable descendencia y de las concubinas indias del mayimbe en número fijo de 14, de las que cambiaba por una más nueva a la que cumpliese 14 años.

En 1577 la Audiencia de Quito llegó a enviar una embajada amistosa encabezada por Cabello Balboa para negociar el reconocimiento de la soberanía de la corona sobre Esmeraldas. A cambio se le ofrecía a Alonso de Illescas un generoso paquete de privilegios que incluía la libertad, el perdón del rey, el título de Don, la conversión de sus dotes de esclavos indios en reducciones legales, y la investidura como gobernador de la Bahía de San Mateo. Alonso prometió obediencia al rey, pero pidió 14 mujeres españolas para su palenque. Antes de que pudiera llegarse a un acuerdo hubo noticias de otra rebelión de esclavos indios y Alonso partió a reprimirla. Con Cabello de vuelta en Quito la audiencia desestimó la última demanda de Illescas. No se volvería a negociar con el mayimbe, quien fallecería hacia 1590. En cambio, sería su hijo Don Sebastián quien consumaría en 1600 el pacto con la corona bajo similares condiciones a las ofrecidas antes a su padre.

El ocaso del palenque de Illescas comenzaría a partir de 1640 con el advenimiento desde el norte de otra banda de fieros cimarrones, los mangaches, que dieron cuenta de los reblandecidos zambos de Esmeraldas.

En 1997 en Ecuador Alonso de Illescas fue proclamado Héroe de la Libertad por los cholos descendientes de los indios que esclavizó.

17 ago 2017

El Chaleco de Hassan

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26 feb 2017

Koxinga


¿Quién es el más grande entre los corsarios y piratas de la historia? Contando las travesuras de los archifamosos Henry Morgan, Francis Drake y Blackbeard se ha gastado inmensa cantidad de celulosa y celuloide, algo lógico en el occidente anglosajonizado, aunque los franceses menos incultos apostarían seguramente por L’Olonnais. Sin embargo, todos esos filibusteros juntos no llegan ni a la punta de la coleta de Koxinga (1624-1662), el gran pirata del Mar de China.

Se le conoce por el título de Koxinga, pero su nombre era Chen Chingong y había nacido en Nagasaki de padre chino y madre japonesa. Su papá Chen Chilong era un exitoso comerciante que se autoabastecía de mercancías mediante la piratería. Este señor más tarde fundaría con sus hermanos la precursora de todas las tríadas en la provincia china de Fukien. La mamá de Koxinga también se las traía, pues era hija de Tagawa, un fiero samurai del clan Hirado.
Desde la niñez el destino de Koxinga estuvo marcado por dramáticas circunstancias. Cuando tenía 7 años la familia se mudó a China. En el Imperio Celestial lo que imperaba era una guerra civil entre la decadente dinastía Ming y el ejército rebelde del cabecilla rural Li Zicheng, pero en Japón Chen padre era buscado por los alguaciles del shogún Tokugawa debido a unos juncos cargados de seda que se perdieron antes de llegar a Kagoshima. 

Como es común en el crimen organizado, Chen padre deseaba para su vástago una saludable carrera de mandarín. Sin embargo, el mismo año en que el mozo se graduaba en la Universidad Imperial de Nanking el rebelde Li pone sitio a Peking. Chongzhen, el último emperador Ming, se suicida colgándose de una acacia. Para mayor vergüenza, sólo una de las 8 esposas del emperador acepta quitarse la vida y acompañar al Hijo del Cielo, lo cual es la causa de la penosa fama de mala hoja que tiene Chongzhen hasta hoy.

Li Zicheng, un antiguo pastor devenido cartero que aprendió a leer repartiendo cartas y se convirtió en subversivo –en ese sentido, una especie de Patrice Lumumba chino–, conquista Peking y se proclama emperador. A ese nuevo trono le faltaba una pata, puesto que el general Wu había escapado al norte con los restos del ejército Ming. Li le ofrece un trato a Wu, quien se demora en contestar. Li se enfurece y ordena asesinar a la familia de Wu que quedó en Peking: 38 personas incluyendo a los padres de Wu. Esta vez Wu no se demora en reaccionar y para acabar con Li pacta con las tribus manchúes, a las que abre las puertas de la muralla china. Los salvajes de Manchuria derrotan y matan a Li, y se apoderan de China dando inicio a la dinastía Qing. 

Estos eventos tuvieron graves implicaciones para la familia Chen, que poseía una licencia imperial de autoabastecimiento en el Mar de China otorgada por el difunto Chongzhen. Tang, el único príncipe Ming sobreviviente a la carnicería Qing, llega buscando refugio en Fukien, allí adopta a Chen Chingong y le otorga el título de Koxinga, que significa Señor del Apellido Imperial. Koxinga, que manejaba desde pequeño tanto el dao chino como la katana japonesa, parte raudo al mando de parte de la flota pirata familiar y comienza a hostigar ferozmente a los manchúes, invencibles a caballo pero bastante ineptos en el agua.

Entre tanto, Chen padre apuesta por pactar con los manchúes: les entrega al pobre Tang a cambio de seguir mandando en Fukien. Sin embargo, los nómadas del norte se quedan con Fukien, ahogan a Tang en un arroyo y se llevan a Chen Chilong cautivo para Peking, donde correrá luego la misma suerte que los Ming. En cambio, doña Tagawa –la madre de Koxinga– carece de la corrupta sangre china y, antes que someterse a la dinastía Qing y ser transportada a Peking, opta por el harakiri.

Koxinga supera el duro golpe y continúa acosando a los manchúes desde el mar. Una década más tarde el gran pirata dominaba prácticamente toda la costa china con una flota de 3,000 juncos. Lo que robaba de los Qing se lo vendía a la East India Company inglesa y a su homóloga holandesa en el archipiélago malayo. Su renta anual, un verdadero Potosí marítimo, ascendía a unas 5 toneladas de plata. 

En su impotencia para neutralizar al pirata la dinastía Qing ordena despoblar múltiples sectores de la costa, reubicando cientos de miles de chinos tierra adentro. Eso facilita las cosas para Koxinga, que pasa a operar en suelo firme armando un ejército de 170,000 hombres, con el que en 1659 marcha sobre Nanking. Hay una escena que ejemplifica claramente el carácter de Koxinga. Durante el asedio a Nanking, el gobernador manchú, a sabiendas de que Koxinga había estudiado allí, envía un grupo de sus profesores de la universidad a proponerle una tregua apelando a la sabiduría y la ilustración. Ante los eruditos Koxinga hace traer del equipaje su título y su tesis de grado, y los quema. Al final contesta a los sabios: "¡Decid al puto manchú que hoy se enfrenta a un animal!" No obstante, en tierra los Qing, reforzados con medio millón de vasallos chinos, son superiores. Tras duros combates el ataque es rechazado. Al final a Koxinga sólo le queda su núcleo de 30,000 piratas.

Entonces, en el mejor estilo de Chiang Kai-shek, Koxinga decide salvar el Koumintang la dinastía Ming estableciendo un nuevo estado en Taiwan. El problema era que la isla, entonces conocida como Formosa, hasta ahí poco o nada tenía que ver con China. La costa insular era dominio de los holandeses, quienes se la habían arrebatado a los portugueses, mientras que el interior seguía en manos de los feroces aborígenes –llamados fan (o sea, “bestias” o “salvajes”) por los chinos–. Como nota curiosa de los fan vale mencionar que se trataba de unas tribus austronesias que jugaban tan pero tan pesado, que los más débiles entre ellos se tuvieron que largar un día hasta Borneo y Polinesia, dando lugar entre otros a los terribles dayakos y a los rudos maoríes. 



En Formosa los holandeses habían establecido fortificaciones y un rentable sistema de plantaciones de caña de azúcar, donde explotaban como esclavos a culíes chinos. Para evitar toda cimarronería amarilla, los holandeses pagaban a los fan por cada cabeza de chino fugitivo que trajeran.

En 1661 Koxinga desembarca en Formosa con 25,000 piratas. Tras un primer combate contra los fan, estos quedan tan gratamente impresionados por la brutalidad de los piratas que de inmediato se cambian de bando, pasando a cazar cabezas rubias y por la mitad del precio. Koxinga exige, sin embargo, que las cabezas de las mujeres holandesas sean entregadas unidas a los correspondientes cuerpos vivos para ser otorgadas de concubinas según su mérito a los piratas más destacados. La inesperada consecuencia de esta orden fue la aceleración del desastre holandés. Lo explico. Koxinga traía entre sus tropas dos compañías de negros africanos que había liberado de la esclavitud en la colonia holandesa de Batavia y a los que había entrenado en el uso de armas cortas y en las artes marciales con la expresa misión de causar el terror entre los colonos europeos. Y ante la orden de traer intactas a las mujeres, los negros desencadenados comenzaron a violar a los colonos blancos. En menos de un mes el éxodo neerlandés hacia su mayor fortaleza militar era general. Finalmente Koxinga le puso sitio a ese último reducto. La conquista de Formosa culminó en 1662 con la rendición de Fort Zeelandia. 

A continuación el gran pirata le echó el ojo a las Filipinas. Maestro también en el arte de la guerra psicológica, Koxinga envió emisarios a Manila anunciando que en un año estaría repartiendo concubinas españolas entre sus hombres. La epidemia de diarrea ibérica llegó hasta las islas Molucas, colonia española que fue abandonada para reforzar Manila y cayó entonces en manos holandesas. Otra consecuencia decisiva de la mera amenaza del pirata fue la retirada a Manila de las tropas españolas en Mindanao, que ya estaban a punto de acabar con los moros. Los musulmanes de Mindanao se recuperarían a continuación para dar lucha hasta el día de hoy. 

Koxinga no llegaría a ejecutar su plan filipino pues murió de malaria a los 6 meses. Venerado durante siglos en Formosa cual dios sinizador de la isla, actualmente Koxinga es considerado un héroe histórico en Japón, China y Taiwán. Es lo único en lo que coinciden esos 3 países.

23 nov 2016

La Caída de Singhasari


Mayapajit, la última monarquía hinduista-budista antes de la islamización de Indonesia, fue establecida en Java en 1293 por el rey Kertarajasa en sustitución del reino de Singhasari, que no pudo heredar de su suegro, el rey Kertanegara, víctima de la traición de un vasallo. Se trata del mismo Kertanegara que se negara tres veces a pagar tributo a Kublai Kan, el emperador mongol de la China.

Contrario a su costumbre, tal vez por la distancia y el obstáculo marítimo, Kublai había sido amable y encomendado a diplomáticos reclamar el tributo en 1280, 1281 y 1289. La tercera vez, Kertanegara quiso ser más elocuente en su negativa y con sus propias manos le cortó las orejas al embajador mongol, ordenando además que le anotaran con una daga la respuesta en la cara:

“Kublai, ya te dije que no. 
Kertanegara de Singhasari”

El desdichado enviado, un chino llamado Meng, tenía la cara ancha, pero casi no alcanza. El procedimiento fue bastante doloroso porque en parte hubo que repetirlo por culpa de una falta de ortografía, que borraron previamente con una plancha de hierro ardiente. Cuando Kublai lo vio meses más tarde, le pareció una falta de respeto. Y el escarificado mandarín insistió en que también había sido un robo, ya que antes de soltarlo los javaneses le devolvieron las orejas sin el arete con diamante que tenía en la derecha. El emperador, un nieto de Gengis Kan, no era mongol puro, pues su madre era turca, por lo que tenía una vena natural para la poesía y pronunció entonces unos versos dedicados al renegado de Java:

Kertanegara, oh tú infame 
Inmundo animal malayo
Te haré colgar por las tripas
Y que te arranquen el tallo

Y a continuación ordenó la invasión de Singhasari.

Tomó cierto tiempo preparar la flota de juncos imperiales, pero a finales de 1292 la infantería de marina del kan, formada por 25,000 chinos cantoneses, partió hacia Java. Sin embargo, para entonces las cosas en la isla habían cambiado dramáticamente.

A sabiendas de haber provocado la ira del Gran Kan, desde 1290 Kertanegara había comenzado a ocupar los principados malayos de la costa de Java y Sumatra para preparar la defensa del reino. Esta situación provocó una cierta antipatía entre esos vasallos, que se complotaron dirigidos por Jayakatwang, el virrey de la sureña región de Kediri. Kertanegara no lo vio venir y en 1292 cayó en la trampa al enviar a su doble yerno Sangramawijaya –el futuro Kertarajasa, llamado a menudo Raden Wijaya, estaba casado con dos de las hijas del emperador– con todo el ejército singhasarino disponible –buena parte estaba en Sumatra en aquel momento– a enfrentar un simulacro de ataque rebelde en la costa norte. Kutaraja, la capital del reino, quedó completamente desprotegida. Y ahí se apareció Jayakatwang con su tropa desde el sur.

Kertanegara trató de salvarse usando la inmunidad litúrgica y organizó un tantra espontáneo. Como buen budista, Jayakatwang esperó a que acabase la ceremonia con el mandau –un machetón malayo, también conocido como parang ihlang– en la mano. Pero pasadas unas horas, cuando quedó claro que no había planes de acabar, Jayakatwang profanó el templo y pasó por el mandau a un Kertanegara que gritaba que no.

Regresando de la costa con sus 5,000 efectivos Sangramawijaya se enteró de lo sucedido, y de que Jayakatwang había acumulado un ejército de 100,000 hombres; así que le pareció prudente usar un mediador para ofrecer su obediencia a Jayakatwang como regente de Singhasari a cambió de su vida y un terreno de la elección del nuevo soberano. Jayakatwang aceptó y le otorgó a Sangramawijaya un pedazo de selva en la ladera de un volcán, que prometía ser fértil una vez que espantasen a las numerosas manadas de orangutanes que habitaban la zona. Ese dominio fue bautizado como Mayapajit.

Y aquí, comenzando 1293, es que aparecen los 25,000 chinos en la costa.

Ni corto ni perezoso, Sangramawijaya traicionó a su nuevo patrón y corrió a ponerse a disposición de los invasores, quienes aceptaron ayudarlo a recuperar Singhasari, si prometía pagar el tributo a Kublai Kan una vez en el trono.

Pese a su enorme superioridad numérica, los desordenados malayos con machetes y cerbatanas poco pudieron hacer frente a los disciplinados chinos con armaduras y ballestas. Tras una cadena de victorias las tropas del Gran Kan sitiaron Kutaraja. Desde el palacio real, Jayakatwang mandó a preguntar si los chinos eran budistas. Cuando le contestaron que eran confucianos, supo que su destino estaba sellado. Se rindió y en una bonita ceremonia fue decapitado.

En tanto, Sangramawijaya pidió permiso a los chinos para ir a Mayapajit a recolectar el tributo del Gran Kan. Era una burda mentira, pues todavía aquello estaba lleno de orangutanes. Los incautos chinos lo dejaron ir. Y de inmediato Sangramawijaya comenzó una intensa guerrilla contra sus ex aliados, usando todo tipo de ardides como trampas para rinocerontes, incendios forestales y dardos envenenados. Pronto se le unieron los sobrevivientes del ejército de Jayakatwang. En pocas semanas los chinos habían sufrido 3,000 bajas y se replegaron a la costa, donde eran inmunes a las guerrillas mayapajitanas.

Se acercaba la temporada de monzones que impediría la navegación por medio año y era evidente que la hostilidad malaya haría muy difícil obtener alimentos, por lo que los 3 generales de la expedición decidieron regresar a China. Allí Kublai los hizo azotar en público, pero les perdonó la vida. En definitiva, no era mongol del todo. Igual Kublai aseguró que eso no se iba a quedar así. No tuvo tiempo de cumplir su palabra, pues falleció en febrero de 1294 casi octogenario.

Por su parte, Sangramawijaya se proclamó rey de Mayapajit e
n noviembre de 1293, con el nombre de Kertarajasa, y declaró que su compromiso tributario con el kan sólo era válido para la extinta Singhasari. Su reino y dinastía perdurarían hasta 1527.

3 mar 2016

Invento Chino



Las estadísticas de la Oficina Europea de Patentes muestran la continuidad del dominio americano en creatividad e innovación. En 2015 se presentaron en Europa 42,692 solicitudes de patentes de inventores americanos, seguidos de lejos por los alemanes con 24,820 y los japoneses con 21,426. Podría pensarse que es lo de siempre puesto que éste es el ranking habitual desde hace más de 40 años, pero hay ciertas diferencias tendenciales si comparamos la situación actual con la de 2006. Desde entonces los americanos han aumentado su creatividad en un excelente +23.53%. Los alemanes, en cambio, están practicamente en el mismo lugar con apenas +0.17%, mientras que los japoneses presentan incluso un delta negativo con un miserable -3.48%. Y es entonces que saltan a la vista los valores de los chinos. En 2015 los chinos presentaron 5,721 patentes, lejos de los líderes, pero en 2006 eran solamente insignificantes 730. Eso representa un exorbitante crecimiento de 683.70%.

De mantenerse estas tendencias generales, pese a las naturales oscilaciones ocasionales, tendríamos la siguiente proyección para los próximos años.



De esta manera los chinos habrían superado a los americanos en 2025 por casi 25,000 patentes, pero en 2033 mostrarían un dominio salvaje de la innovación mundial con más de 3 veces el número de patentes combinadas de USA, Alemania y Japón. Parece un escenario delirante, pero en 1400 aD -de haber habido registro de patentes- la proporción de China contra el resto del mundo hubiera sido probablemente 10 a 1. No hay que olvidar tampoco que el IQ promedio chino (107) es 9 puntos superior al americano (98) y 5 más que el alemán (102). Amén de que el IQ americano desciende 0.3 punto año tras año desde finales del siglo pasado y que el alemán bajará incluso a lo bestia en los próximos años con la masiva inmigración musulmana y su enorme descendencia.

Y otra cosa no menos importante: en China se mantiene hasta hoy el culto escolar a la inteligencia, con premio para los mejores estudiantes y escarnio para los peores. Lo contrario de USA y su colonia cultural alemana, donde la corrección política ha impuesto que a todos niños, incluyendo a los imbéciles, les toque algún reconocimiento.

2 dic 2015

Momentos De La Historia # 1




Hay un momento de la historia en que el gran visir otomano Kara Mustafá Pachá se encuentra en los aposentos privados de la fortaleza de Belgrado en compañía de dos siervas serbias tras su desastrosa derrota tres meses atrás frente a las puertas de Viena a manos de los húsares alados del rey polaco Jan Sobieski. En eso aparece su esclavo Yousef, un negro eunuco, y le susurra que ha llegado un grupo de jenízaros enviados por el sultán. El visir sufre un golpe de anemia súbita, pero todavía no pierde la cabeza. Se le afloja nada más. Pálido consigue al menos levantar el resto de su imponente humanidad y ordena:

- Saca las dos perras y tráeme la alfombra de rezar.

Mas es inútil. Antes de la segunda sura entran los jenízaros y le muestran la corbata de seda negra: la condena a muerte imperial. El sultán se ha enterado de los dislates austriacos de Mustafá. Los principales son que en camino a Viena dejó la artillería pesada atascada en el fango de Bosnia y Croacia, y que luego durante el sitio de la ciudad denegó varias propuestas de proteger la única colina del valle del Danubio, desde donde finalmente lo sorprendieron los polacos por atrás. Tampoco se ha olvidado el fracaso del gran visir frente a rusos y cosacos en Ucrania con anterioridad.

Y Mustafá, con la misma tranquilidad con que ordenó ejecutar los 30 mil rehenes cristianos antes de retirarse de Viena, demanda:

- ¡Sea la voluntad de Alá! ¡Quitad la alfombra y amarrad bien la corbata!

Lo estrangulan entre dos jenízaros, albaneses como el visir, y llaman a un carnicero tártaro para desollar la cabeza y llevar la piel rellena de paja ante el sultán.

Y el abisinio Yousef, que nació cristiano y con bolas, se queda con la alfombra de rezar como único premio material por haber revelado los graves errores del gran visir en una carta secreta a Kara Ibrahim Pachá, el kaymakam o sustituto y luego sucesor de Mustafá.



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