12 jul 2011

Cuatro conciertos y tres noches (en la vida de un pianista)


Soy un caminante enamorado del polvo en el camino... 
-Facundo Cabral
I

En la noche del 19 de diciembre de 1924 el pianista italiano Marcello Boasso dio su cuarto concierto en el Teatro Campoamor de La Habana. Sólo al finalizar la segunda pieza de su brillante repertorio, Nocturne No. 2 en ré majeur de Frédéric Chopin, consiguió descubrir el rostro que buscaba en el repleto auditorio. Estaba en la tercera fila de la platea, cerca del extremo derecho.


La joven desconocida tampoco había faltado al último concierto y lucía aún más bella que las noches anteriores. Al verla el corazón del artista se llenó de un cálido regocijo. A continuación se halló de forma inexplicable –y no sin cierto desconcierto del público– tocando un tema que no estaba en el programa, L’Isle Joyeuse de Claude Debussy. Tras los moderados aplausos el músico retornó al programa original interpretando Six Gnossiènnes IV Lent de Erik Satie. El manifiesto entusiasmo de los espectadores le permitió incorporarse para saludar y, de paso, buscar los ojos de su admiradora habanera. Otra vez obtuvo por premio la más hermosa de las sonrisas. Fue secretamente para ella que volvió a alterar el programa tocando un fragmento de Dichterliebe de Robert Schumann, con un pequeño arreglo personal a contrapunto. Estruendosos aplausos premiaron su osadía. A partir de ese momento el concierto siguió la inspirada impronta del joven maestro: Chopin, Liszt, Debussy, Satie, y hasta un arriesgado Bach sin soporte de cuerdas, otra vez con un iluminado arreglo propio. Entre pieza y pieza, en medio del derroche criollo de aplausos, las miradas de Marcello Boasso y su dama intercambiaban afecto.


Para concluir Boasso tocó una pieza que tres días atrás desconocía y apenas había podido ensayar dos veces, Adiós a Cuba de Ignacio Cervantes. Lo hizo de oído y -algo inevitable para un contrapuntista- le añadió notas secundarias a la línea melódica original. El efecto en el público cubano fue una deslumbrante locura. Todo el teatro se desbordó emocionado hacia el escenario. En tal vorágine su ego la olvidó apenas por un instante, mas fue suficiente para no poder encontrarla después.

II


El debut de Marcello Boasso como concertista había tenido lugar en 1921 en Berlín, luego de pasar un año en el Conservatorio Prusiano siguiendo al maestro Ferruccio Busoni, que había conocido en 1916 en Turín. Con sus escasos 19 años el pianista se lanzó entonces a una larga serie de conciertos en Alemania y Francia, aún bajo las secuelas del reciente conflicto bélico. Al cabo de un año descubrió que lo único que había acumulado eran deudas. En Londres un fabricante de pianos le contó que desde hacía un lustro exportaba a Sudamérica la mayoría de los instrumentos que producía, y que los hacendados ganaderos argentinos y los magnates azucareros cubanos pagaban verdaderas fortunas a los concertistas europeos. Boasso llegó a Buenos Aires dos meses más tarde, y pasados otros doce había olvidado las dificultades financieras. Decidió entonces regresar a Europa, pasando por La Habana y Nueva York.


III


En la tarde del 27 de diciembre de 1924 el vapor Monserrat II de la Compañía Trasatlántica zarpó del puerto de La Habana rumbo a Nueva York. Boasso esperó en el muelle todo lo posible antes de abordar, y luego en cubierta hasta que el buque partió. Tenía la esperanza de volver a ver a su bella admiradora del Teatro Campoamor entre la gente que fue a despedirlo. Vinieron muchos de los asistentes a la cena que don Jesús Artigas dio en su honor en el Casino Español, algunos melómanos y curiosos en general. Ella, no.


La mitad de los camarotes de primera clase estaban vacíos. Ya en el suyo, que daba a estribor, el pianista se supuso un animal deportado desde la libre selva hacia un frío zoológico. Y de inmediato se dirigió con paso raudo al puente superior, exclusivo para la primera clase. Estaba casi desierto. Una solitaria silueta se apoyaba en la barandilla de acero gris contemplando las últimas luces del crepúsculo. Al escuchar los pasos sobre la madera, la figura se volteó e interpeló a Boasso.


- Ay, es Usted, maestro…


No conocía aquella voz voluttuosa, pero la mirada, los rizos negros, la sonrisa… era ella.


- Signorina, la he buscado día y noche, y también la he esperado toda esta tarde… -balbuceó mientras se acercaba.


Muy tarde en la noche Marcello Boasso interpretaba para Isabel Otamendi Für Elise, WoO 59 de Ludwig van Beethoven, usando por instrumento una marimba improvisada con botellas de vino vacías. El pianista todavía no lo tenía claro, pero durante aquel crucero sucedieron las tres noches más felices de su vida. Usaron cuatro camarotes diferentes. En la noche final, tras un ataque de lujuria y otro de risa, Isabel le contó a Marcello –quien por sugerencia de ella vestía tan sólo una toalla de turbante para imitar a Rodolfo Valentino– que su esposo la esperaba en Nueva York.


- Me acordaré de ti, bambina mia –contestó el músico con gentileza.


IV


Ciertamente Marcello Boasso nunca olvidó aquella aventura amorosa. Al reencontrarse en mayo de 1925 con su paisano escultor Alfredo Pina, que había sido un amigo mentor durante el otoño parisino cuatro años atrás, éste sentenció:


- Mio caro amico, uno dei tre: amor imposible, vejez prematura o ambas cosas.


Durante años Marcello le escribió a Isabel cartas que no envió, y se buscó amantes parecidas. Hizo dos giras por los Estados Unidos con la esperanza vana de verla entre el público. Por fin, en 1932 conoció en Turín a Amelia, una jovencita de 17 años con un aire semejante, y se casó con ella.


En vísperas de la 2da Guerra Mundial Boasso emigró a Argentina. Por dos décadas se dedicó a dar conciertos allí bajo el seudónimo de Príncipe Kalender, un personaje de Las Mil y Una Noches. Hasta que la muerte lo sorprendió de forma prematura al resbalar en el baño de su residencia sin otra vestidura que una toalla de turbante.



Créditos:  Las imágenes provienen de la Web del Príncipe Kalender. Las melodías son composiciones y grabaciones originales: Vals Para Una Noche De Invierno, Op. 43 de 1944 y Vals Patético, Op. 9 Nº 5 de 1952.

4 comentarios:

  1. magistral, pero me quedo una duda. cuantos boassos habran buscado otra bellisima y sensual mirada criolla en el campoamor en los ultimos 52 anos y medio?

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  2. Siempre me matas, pero cuando escribes así me desmoñingas.

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  3. QUE IMAGINACION, CREO QUE ACOMPAÑASTES AL ABUELO EN SU GIRA JAJAJAJAJJA.

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