1 sept 2015
La Vaca de Cirilo
La primera caricatura cubana vio la luz en 1848. De una manera bastante oscura: salió del baño del Teatro Tacón. Antes de comenzar la función de aquella noche, un tal Cirilo Villaverde se puso a repartir hojas impresas con un dibujo. Consistía en una vaca rotulada de Cuba y ordeñada por el recién estrenado capitán general Federico Roncaly. Más a la izquierda el anterior gobernador Leopoldo O'Donnell se retiraba satisfecho, mientras otros personajes de la administración colonial esperaban su oportunidad para ordeñar al pobre animal. El dibujo tuvo gran acogida en el público. A quienes preguntaron Villaverde dijo haber encontrado las octavillas en el baño. Le había parecido una pena el uso que tendrían en aquel húmedo lugar, por lo que decidió distribuirlas en la platea para alegría de los parroquianos.
Al día siguiente se personaron unos señores de la Comisión Militar Ejecutiva Permanente en la residencia de Villaverde y se lo llevaron. La Comisión Militar era una institución creada por el capitán general Miguel Tacón en 1834 con el prudente objetivo de meter en cintura a los insulares. Funcionaba igual que lo haría la Seguridad de Estado castrista un siglo más tarde, pero sin la parte eléctrica.
De Cirilo ya lo sabían todo: que había estudiado derecho, que pretendía ser escritor –de hecho había publicado sin éxito en 1838 la primera novela cubana, un embuste titulado El Espetón de Oro–, que editaba junto con Miguel Teurbe Tolón un panfleto bastante subversivo: El Faro Industrial, y que era secretario privado de don Narciso López, predecesor del actual presidente de la Comisión Militar y cuñado del Conde de Pozos Dulces. Esa conexión con López no era precisamente un mérito, pues era harto conocido que, desde su destitución por el capitán general O’Donnell en 1843, el venezolano se había cambiado de bando, convirtiéndose en partidario de la anexión a los EE.UU. Algo así como si Lavrenti Beria hubiese salido de la NKVD soviética para incorporarse a Balkan, la famosa división no aria de las SS.
En el interrogatorio Cirilo no declaró nada nuevo. Repitió la historia de que halló las octavillas en el baño del teatro. Tampoco consiguió dibujar una vaca parecida a la caricatura. Para ayudarlo, los comisionados lo obligaron a comerse un ejemplar antes de intentar pintar una vaca nuevamente. Tras ingerir otra docena de octavillas ya la vaca parecía una vaca, pero aún mostraba grandes diferencias con el original. Así que la Comisión desistió, pues se estaban acabando las pruebas incautadas. Precisamente gracias a esta involuntaria sesión gráfica de Villaverde en La Cabaña fue que Narciso López, Miguel Teurbe Tolón y otros involucrados tuvieron tiempo para escapar hacia los EE.UU. Cirilo sólo consiguió fugarse un año más tarde. El dinero para pagar la lancha a Cayo Hueso fue un aporte del Conde de Pozos Dulces.
Creo que nuestro primer novelista merece también el crédito de primer caricaturista. Aunque no supiera dibujar.
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