26 mar 2008

Perentoria

- El sexo no funciona -afirmé, procurando evasión en la palabra-. Seguir contigo no me interesa.

- No me dejes, por favor... -susurró implorante.

Colocó una mano sobre mi hombro. Torcía el cuello buscando mi mirada.

- Perdóname -añadió-. Qué más quisiera yo que dominar mis neuronas y tener orgasmos... por favor...

Ciertamente ella no conseguía alcanzar el clímax. Nunca. 40, 50, 60 minutos de provocación, fricción, rotación y tensión, sin explosión. La primera vez pensé que fuera por causa del miedo. Bastante me costó que cediera a hacerlo en la oficina de mi mentor. Yo tenía una llave y él un seminario. No había fallo. Sin embargo, Tamara, una científica tan brillante, sentía pánico. Lubricaba sólo en las palmas de las manos. Pues no, en la más cálida intimidad sí se mojaba, pero no gozaba. No conocía el orgasmo. Demasiada conciencia, imagino. Desde luego, ese era su problema. Mi problema, en cambio, era el axioma. Con ella se cumplía. Si es muy inteligente y nada perversa, aburre.

La miré a los ojos. Por unos segundos naufragué en su angustia. Y tuve que ayudarla.

- Chúpamela... -sugerí acariciando su nuca.

Casi me arranca un pedazo de piel con la cremallera. Me alivió su lengua tibia. Succionaba aún torpe, pero diferente. Su avidez demostraba una devoción desconocida. Me incliné para tocarla. Ella giró su cabeza y arqueó la cintura para dejarme llegar. Aparté la saya y las bragas. Me sorprendió la inusitada humedad, y le introduje varios dedos. Nuestros ritmos eran buenos, pero incoordinables. Lo percibimos al unísono. Nos soltamos. Y nos precipitamos sobre la mesa.

Medio que ella se acostó encima. Medio que yo la empujé sobre la superficie.

Me atrajo impaciente con las piernas. Quedé en pie, y la clavé sin concesiones.

Apreté con fuerza sus rodillas entre mis manos. Se desesperaba toda. También temblaban sus pantorrillas. La solté. Abrí sus piernas. Le metí dos dedos en la boca. Supuse que fue la mano de la vagina, pues los chupaba ansiosa. Apuré los restregones, aferrando entre la ropa a su pecho derecho. Cuando eyaculaba, la escuché desbordarse. Gemía sobre mis dedos.

No me fui hasta el otro día.


13 comentarios:

  1. Cada cual hace por la causa de Cuba lo que mejor sabe hacer. El Guicho parece que va a tumbar el comunismo a fuerza de entoyar europeas y americanas.
    Es cierto lo que dijo alguien en el post anterior: le entras a los diálogos con una frescura increible.
    Cuánto te envidio asere!
    (Por lo de los dialogos, claro está!)
    Saludos,
    Al Godar

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  2. Guicho .... ya Freud hablo algo de eso... y mira tu... ni una clase magistral lo hubiera explicado mejor. Guicho estas de conferencista ahora?....

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  3. y la camarada Tamara era rusa? porque dicen que las bolas le saben un mundo al tema. brother, por este medio y en el marco de esta reunión, los aquí presentes les agradecemos profundamente a los compañeros aguaya y guicho, el calentarnos...la cabeza con sus excelentes post. tomando en consideración los méritos obtenidos, les asignamos una casa en la playa por el plan CTC en Guanabo para que sigan inspirándose cada vez más.

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  4. Las bolas, bro... son bolas...

    Saludos desde Londres.

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  5. Buf, qué fuerte. Esto me pasa por mirar por el ojo de la cerradura. Estoy leyendo un libro que trata precisamente sobre el asalto a una mujer-muralla frígida e hiperconsciente, se titula Chesil Beach y es de Ian McEwan. Ay, si te hubiera tenido a mano el pobre chico protagonista. Probablemente este libro no se habría escrito.

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  6. Final de foto finish! ‘de-dos-orgasmicos’ , un gol con la mano.
    Coñooo kronic, los de-dos te salvaron la jugada en la última recta!

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  7. Al,
    tengo que aprenderme esa palabrita: entoyar. Buen aporte.

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  8. Grieguita,
    pues la verdad es que nunca he leído a Freud, pero no por inculto y animal. Es que desde Marx tengo prejuicio de leer a judíos con barba.

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  9. Miqui & Londinense,
    shto eta, shikos, pashimú?

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  10. Escarola,
    no te alarmes, que todo aquí es muy puro y muy sano, no estamos en el Vaticano.

    No conozco ese libro, primero me dije: vaya, el chico de Trainspotting escribió un libro, pero luego caí en que ese es Ewan McGregor. Los nombres escoceses, mientras no sean de whisky, se confunden todos.

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  11. Güicho asere, ¡en la mesa de los experimentos no coño! al menos que ese sea parte de los experimentos. :-)

    Y no, Tamara no puede ser bola. ¡Ay las rusas!

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  12. bien Güicho, la bandera hay que incarla y dejarla bien puesta.

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