El ventilador retorcía el aire caliente. No conseguía dormir. Ya iban dos noches idénticas en las tierras bajas del interior. Aparté el brazo inerte de Magaly, y me incorporé en la cama. Por la pequeña ventana trasera escuché a su prima moviéndose en el catre. Estábamos en su habitación, y ella maldormía en el cuarto de estudio. Abrí la puerta con cuidado. Fui hasta la sala, y me subí en la mecedora más grande. La madera resultaba más fresca.
Podía vislumbrar toda la casa. Aún en la semipenumbra distinguí a Cristo sufriendo en su óleo. Cada cual se deshidrata a su manera. Estuve unos minutos ahí, sereno y en ropa interior. Me distrajo el sonido de una puerta. Andrea abandonaba el estudio. Levantó la cabeza en mi dirección poco antes de entrar en el cuarto principal. Iba, pues, al baño. La nena de la casa podría despertar a sus padres, pero no usaría el baño común en el patio. Dejó la puerta entrejunta.
Durante todo el día Andrea me había cazado la mirada. Su risa acompañó cada cosa que dije. Disputó con Magaly mi atención en cualquier circunstancia. Tuve que ayudarla una y otra vez durante el paseo por la reserva ecológica. Al final me arrastró a comprarle otro helado, mientras el resto de la tropa se marchaba al estacionamiento. Y se quedó a disfrutarlo conmigo. Recostados en el muro de la cafetería a la distancia perfecta, visible y suficiente, de los pacientes amigos y parientes. No miré hacia los automóviles en ningún momento. No para eludir el rostro, seguramente irritado, de Magaly. Simplemente no quería perderme un instante de la prima degustando su helado, sin apuro y para mí. Luego nos acercamos riendo de algún chiste inmemorable. Y vi a Magaly dudando de su idea. La idea de venir hasta acá para lucirse ante la prima.
Salté del balance. Me senté en la silla del pasillo. Justo a medio camino entre el dormitorio principal y el segundo cuarto. Andrea no demoró. Al salir miró hacia la mecedora. Giró sobre sus talones, y se estremeció. Igual avanzó por el corredor, si bien no me enfocó directamente. Atrapé su mano cuando estuvo a mi altura. La atraje. Cayo dócil sobre mí. Quise asegurar su silencio con mi boca, pero sobraba la cautela: me dio su lengua. Los besos con ganas son largos y se sienten cortos. Es el efecto de la ansiedad. Seguí el rastro húmedo. Por su cuello y entre sus muslos. La ausencia de bragas era un beneficio. El lugar, no. Con cierta dificultad nos dirigimos al patio. Sólo solté su boca para quitar el también duro pestillo de la puerta del fondo. El ruido que hizó al ceder apenas sobrepasó los ronquidos de la abuela en el último cuarto.
Nos metimos en la caseta de la ducha. La levanté mientras se sacaba la bata. Se colocó a horcajadas. Con facilidad, como en corcel propio. Sudamos más. Mis ganas de tocarla eran mayores que la voluntad de sostenerla. La solté. Tuvo que bajarse. La aplasté contra la pared. De un lado, y del otro. Sus piernas temblaban. Se aferraba al tubo del agua. Eramos líquidos. Cuando me aparté, se deslizó y cayó sentada. Sus piernas la traicionaban. Me arrodillé. La besé otra vez. Recogí nuestras pocas piezas del suelo. Tragué aire cerca de su aliento, y levanté su cuerpo en vilo. La llevé al estudio con el escaso bulto de ropa sobre su vientre. Ella no dijo nada. Respiraba. Nos atoramos en su catre. Moviendo labios y lenguas sin hablar. Tras una eternidad demasiado rápida decidí regresar.
Me senté en la cama. Unos minutos después sentí la mano de Magaly en mi espalda. Percibí que había dejado la camiseta en el estudio. La alarma, sin embargo, vino con el tono de la voz que preguntaba:
- ¿Oye, pero tú por qué estás tan mojado?
Desde luego, había más salidas, pero la distracción siempre es la más atractiva.
- ¿Acaso tú no te mojas con este calor? -inquirí.
- Yo no... no así... -contestó, y no había letargo alguno entre las sílabas.
Miré hacia atrás de reojo. Magaly yacía de lado, mal cubierta apenas por una camisola, con la cabeza levantada y el codo apoyado en la almohada.
- No te creo, voy a ver si es verdad -anuncié ágil, subí al lecho y la volteé de un golpe alzando sus caderas.
Como siempre, desconectó todo lo que no fuera una función vital al sentirme en su clítoris. Recuperó luego una parte del raciocinio, mientras me incorporaba y acomodaba tras ella.
- ¿No vas a cerrar la ventana...? -masculló en tanto la penetraba.
Respondí con la pelvis. En clave morse rítmica. Pero sin saber lo que le decía. Tampoco importaba. Obviamente, ella deseaba que su prima estuviera mirando. Y lo estaba. La camiseta enrollada me dio en la espalda.
El siguiente fue un día feliz. Pese al cansancio. Nos lo pasamos en la piscina de un club social. Magaly me besaba con frecuencia. Andrea, en cada furtiva oportunidad. No hubo asperezas entre las primas. Ambas sonreían convencidas de la propia victoria. Y yo, humildemente, me alegraba por las dos.
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Güischito, tú sí que tienes imaginación como me decía Mar a mí el otro día. Estoy segura de que Magaly va a tener difícil pillarte racionalmente. Desde que te leo me parece que no has repetido ni chica, ni tipo de mujer, ni foroma de conquista, ni postura... Caramba! Esto tiene que ser fuerte. ; ) Un beso.
ResponderEliminarforma, no feromona
ResponderEliminarCatikísima,
ResponderEliminar¡muchas gracias! Algo de imaginación, sí. Y buena memoria. Con eso alcanza ;-)
Beso
Muy bien, Güicho. A ver si reúnes estas viñetas en un libro. Le podrías poner (muy a tono con el momento histórico que vive la isla): Manual para salvaguardar las conquistas...
ResponderEliminarGracias, Bustro, me cuadra un título combativo como ese.
ResponderEliminarInsuperable, Güicho, eres maestro.
ResponderEliminarbrother, esto te quedó empingadamanete escrito.
ResponderEliminarque mas decirte. tira mas seguido.
pilladera. t.
Oye Guicho, me parece que me estas censurando mis comentarios. Dejé uno aqui hace una semana y no lo veo... ;)
ResponderEliminarDe todas formas aqui va de nuevo:
Muy buena tu historia (como siempre). Me imagino que no has tirado nada nuevo porque estás tramando algo gordo con los cerdos.
Saludos,
Al Godar
Danke schön, Königin!
ResponderEliminarGracias, Tony!
Eso queremos siempre todos: tirar más seguido. ;-) (Tirar es templar en Colombia.)
Al, de ninguna manera, no censuro ni a Tirofijo, y mucho menos a ti. Pero sí creo que ya otros han perdido comentarios acá. Debe ser un furo técnico de blogger. Gracias y saludos!