ante todo mis felicitaciones por el 2do aniversario del formidable Imparcial Digital.
Hoy también lo invito, aunque esta vez será a almorzar. Los tiempos de crisis tienen consecuencias, como puede ver. Desde luego, si uno sabe economizar, no hay que renunciar del todo al placer. Precisamente me cuenta un amigo que está ahorrando hasta en condones: antes de salir a una cita usa su propia piel y un cordelito. Obviamente que no es judío ni protestante, la receta no es universal. Pero dejemos el tema que se nos puede estropear el apetito.
Nos vamos al sur, a Santa Catarina, una isla situada frente al litoral de Brasil y que le da nombre a uno de los estados más pequeños del gigante sudamericano.
Foto: Santa Catarina.
La isla contiene un lago salado al norte y otro de agua dulce al sur, la capital del estado: Florianópolis, aquella con mayor nivel de vida de Brasil, así como numerosas playas de excelente calidad. La mitad de su superficie es reserva ecológica.
Foto: Florianópolis, vista desde un cerro catarinense. Al fondo, el continente.
La población actual del estado más ordenado de Brasil es de un abrumador origen europeo: casi 90%. En el siglo XXVIII llegaron los primeros colonos de las islas Azores. Apunto que los azorianos son respecto a los portugueses lo que los canarios respecto a los españoles: una remezcla mejorada. Luego, en el siglo XIX, se sumaron alemanes, italianos y polacos.
Como hay tiempo y un almuerzo decente nunca anticipa a las 2 de la tarde, demos un paseo por el siempre lleno Mercado Central de la ciudad. Pocas veces se puede ver un ambiente tan mediterráneo tan lejos del Mediterráneo.
Foto: Mercado Central de Florianópolis.
También es inusual mercancía tan mulata para un público tan rosado.
Foto: Puesto en el Mercado Central de Florianópolis.
Detengámonos en el Box 32, aquí mismo en el mercado. Probablemente es el quiosco más famoso del país. Un tentempié de Camarão Alho e Óleo (camarones al ajillo) y Pão Catalão (pan catalán –untado de aceite de oliva y tomate–) con un vinillo chilenillo nos vendrá bien. Incluso muy bien. ¿No cree?
Foto: Box 32.
Bien, el resto del plan es muy simple. Almorzaremos en alguno de los tantos restaurantes frente al mar en la costa de la isla. Vamos despacio, aunque no hay baches en la carretera –algo raro en Brasil–, para disfrutar de la vista de las playas.
Foto: Praia da Guarda do Embaú, una de las mejores para el surfismo.
Foto: Praia Jurerê, una de las mejores para el liguismo.
Vea allá al fondo que tampoco tiene desperdicio el panorama de las bañistas locales. Sí, claro, comparando con las de Río faltan pigmentos, pero no curvas o volumen.
Bueno, ¿qué, amigo, se le abrió el apetito? Entonces pediré el almuerzo. Esas langostas las atraparon esta mañana. Tome una, sosténgala. Si le aprieta la cola, verá que aún gotea. Las mandaré a hacer al estilo de acá, con el habitual exagerado acompañamiento. De momento, beba su caipirinha. Qué sugerente aquella tanga azul, ¿no?
Y aquí está. Realmente luce muy bien. Así que ¡adelante y buen provecho!
Foto: Langostas, molho de ervas, bananas rebozadas, arroz con pasas, arroz con ajo, papas con hierbas, trozos de pescado en salsa.
La ciudad de Romeo y Julieta es tan bella que no se opaca por la presencia de Venecia al otro extremo de la misma región del Veneto. Fundada por los retos –parientes pobres de los etruscos– junto a un doble meandro del río Adigio al borde de la fértil llanura padana, ya en la antigüedad Verona fue objeto de la codicia de celtas, romanos, visigodos, hunos, ostrogodos y longobardos. Al parecer sólo los semigodos y los seudogodos no se interesaron por Verona. Quizá por eso los primeros no consiguieron cuajar y los segundos fueron desenmascarados.
Más tarde tampoco faltaron ambiciosos: bávaros –sí, las hordas cerveceras llegaron una vez hasta el mar Adriático, e incluso se quedaron allí cinco lustros del siglo X–, milaneses, venecianos, franceses y austriacos. Pero entre el siglo XII y el XIV la ciudad disfrutó de casi 300 años de independencia. Entonces floreció como república, alternando con varias epidemias de peste.
Verona es una ciudad para ir en pareja. O, a lo máximo, en trío -si se comparte bien. Un día, o dos, o tres, es suficiente para disfrutar de lo siguiente.
Piazza delle Erbe Este era el punto de reunión durante la república; y el mercado central, por supuesto. La Torre del Gardello, a la izquierda, fue erigida en el siglo XIV. Todos los edificios que circundan la plaza tienen nombres propios: Palazzo Maffei, Casa dei Mazzanti, Giuseppe, Giovanni, Luigi, etc. La columna con el León de San Marco al fondo de la plaza es un vestigio de la época veneciana.
Duomo di Verona La Cattedrale di Santa Maria Matricolare es la iglesia de estilo románico más bonita que conozco. Fue consagrada en 1187, el mismo año en que el mayor líder de la cristianidad, Richard Cœur de Lion -hablaba sólo francés-, prometió proteger de los musulmanes a Jerusalem. Más de ocho siglos han pasado. La catedral de Verona sigue ahí. Jerusalem sigue amenazada. Y el líder de la cristianidad se llama Barack Hussein.
Arena di Verona La arena romana data de la primera mitad del siglo I d.C. Por su tamaño mediano debe haber servido para espectáculos más bien modestos: peleas de gladiadores o combates de gato grande contra cristiano amarrado, pero no para juegos imperiales con arqueros y carros de caballos. Hoy día se sigue llenando, al menos durante el verano, pues se escenifican óperas clásicas en su interior. Y es que la arena dispone de una extraordinaria acústica, una de las mejores a cielo abierto. En su día debió ser imponente escuchar a gatos y cristianos.
Casa di Giulietta
Aunque los personajes de Shakespeare son apenas figuras literarias, sí existieron en la Verona medieval dos ricas familias llamadas Montecchi y Cappelletti (no Capuleti como en el drama inglés.) Los Cappelletti tal vez vivieron en esta casona de la calle Capello. Si bien, cuando empezaron a identificarla como la casa de Julieta en el siglo XIX, ya llevaba varias centurias de uso como albergue para caballerizos. El balcón y muchos detalles medievales del inmueble son un montaje de los años 30 del siglo XX. Por cierto, en el siglo XXI de la recepción se encarga una opulenta mulata criolla llamada Juana, que cobra 4 euros (por entrar.)
Torre dei Lamberti Una construcción medieval de 84 metros de altura. Es muy divertido subir cuando los lisos escalones están mojados por la lluvia, como me tocó a mí. La vista sobre la ciudad y el campo circundante es magnífica. Las campanas de la torre se usaban para llamar a las armas o a los cubos de agua a los ciudadanos, en caso de que el vigía atisbara soldados a lo lejos o humo a lo cerca.
Castel San Pietro La colina de San Pedro junto al río Adigio es la única elevación natural de Verona. De ahí que el primer piquete de galos que le arrebató la ciudad a los retos montó un fortín en la cumbre con unos palos y algunas piedras. Luego los romanos construyeron un castillo, ampliado una y otra vez por sus sucesores. Durante la fase veneciana la fortaleza alcanzó su mayor esplendor. Y ahí apareció Napoleón en 1801 y –al igual que con los burgos alemanes del Rin– no dejó piedra con estuco. Es sabido que, con su manía de movilidad, el gran corso le tenía una manifiesta ojeriza a las fortificaciones. ¡Ay de las pirámides egipcias si Bonaparte hubiera hallado algunos turcos armados encima! La edificación actual es un cuartel que mandó a construir el ya octogenario mariscal Radetzky en 1852 para defender al imperio austro-húngaro de los belicosos piamonteses. No obstante, hay muy pocas esquinas en el mundo tan hermosas como ésta.
Caffè Bar Pasticceria Barini
Andando por el Corso Porta Nuova camino de la Arena vale la pena detenerse en este pequeño café. Por tres simples razones: un formidable capuccino, y dos dulces: baci di Giulietta y baci di Romeo. Probar los besos de Julieta y de Romeo resulta una exquisita bisessualità paticcera.
Ristorante Il Desco
El mejor restaurante de Verona, con dos estrellas Michelin, lo lleva el chef Elia Rizzo. Carne y polenta son la espada y el escudo de su cocina. Mas allí cualquier simple aperitivo es una delicatezza: tramezzini (mini sandwiches de pancarré), cotechino (embutido de Modena), o hasta los sencillos pani bagnati d’olio. En fin, no es un lugar apropiado para las dietas. El local se encuentra en un siniestro callejón de la ciudad vieja. Si fuera en Napoli o en Palermo no recomendaría ir. Pero Verona es otra cosa. Eso sí, por dentro parece un palacete renacentista con una vinoteca impresionante. Por eso mismo, durante el Vinitaly, que organiza la Fiere di Verona cada año, Il Desco se convierte en la capilla oratoria de los más devotos vinateros italianos. Este plato es pechuga de paloma con crema de arroz y hongos plateados. De acuerdo, la palomita también se puede resolver en La Habana. Recomiendo probar, en cualquier forma, los gnocchi, el gran invento veronés. Y de postre: crème brulée al tabacco.
Si pueden ir a Italia, vayan. Si les es posible verla entera, háganlo. Si tienen una semana, recorran la Toscana. Si disponen de un fin de semana, visiten Venecia. Si se trata de un sólo día, quédense en Milán. Y, como no sea la moda o el fútbol lo que les atrae, inviertan su tiempo así:
Duomo La catedral merece una visita. Así sea sólo porque demoraron casi 700 años en terminarla. Y no quiero críticas a la productividad italiana, pues la catedral de Colonia fue empezada por la misma época y aún no la han concluido. El altar es muy bonito, y la nave muy alta, pero que conste que el interior no es comparable con la basílica de San Pedro en Roma, ni con la catedral de San Marco en Venecia, ni con otras 25 iglesias italianas que se comen al duomo milanese sin empanizar y sin salsa de tomate. En cambio el exterior, siendo gótico, ya resulta más competitivo. Recomiendo subir al techo. Hay acceso a pie (€ 4) o con elevador (€ 6) por la parte trasera exterior de la iglesia. Los amantes del deporte sabrán qué hacer. Por su parte, los amantes de la adrenalina y demás hormonas deben saber que la escalera tiene apenas 50 cm de ancho, que es doble vía -subiendo y bajando-, y que abundan las turistas nórdicas: jóvenes, incautas y sin sostén.
Santa Maria delle Grazie Esta iglesia renacentista es famosa por su cúpula -que dio origen a la forma del panettone o viceversa-, el portal y la tribuna. A eso hay que sumar el adyacente Cenacolo Vinciano, donde se encuentra el fresco más famoso del mundo: "La Ultima Cena" de Leonardo da Vinci. Es necesario reservar con antelación para poder entrar. El número de visitantes por día está limitado, pues la pintura mural se deteriora con la humedad del sudor anglosajón y con los gases del aliento japonés.
Teatro alla Scala El templo principal de la Opera mundial es otra base que hay que pisar sin falta. Las entradas no son caras, unos € 60. El problema es conseguirlas. Suelen haber revendedores en las inmediaciones. Con € 300 en cash se resuelve casi seguro. Si quieren ver todo el teatro desde sus puestos, necesitarán suerte. Pero la parte que consigan observar desde el más retorcido ángulo del palco será hermosa.
Castello Sforzesco La residencia-fortaleza de la familia Sforza -que representaba en Milán lo mismo que los Medici en Florencia- es un complejo con museo de arte, museo de armas y museo histórico. Hay manuscritos originales de Da Vinci y Michelangelo. Siempre soñé con poseer un dibujo original de Da Vinci, pero también aquí las vitrinas son blindadas. No, no hay pecado en la intención. Los Sforza eran condottieri (mercenarios) antes de convertirse en duques alla forza.
Galleria Vittorio Emanuele Es un Shopping Mall, pero histórico, pues lo construyeron hace 130 años. La arquitectura es atractiva, las italianas también. Un poco neuróticas, como las argentinas -bueno, es la sangre. ¿Sabían que la copulazione italiana es una de las más cortas de la cristianidad? Promedio estadístico: 8 minutos all in. Claro que son neuróticas. Ah, y una aproximación a la Universitá Bocconi procurando belleza es inútil. Las compradoras ociosas están mejor.
Peck Para los amantes del buen comer esto es más importante que todo lo demás. Se trata de la tienda gourmet número uno de Italia. Inaugurada en 1883 por un tendero de Praga llamado Franz Peck, y actualmente en manos de la familia Stoppani. Abarca 4000 metros cuadrados en tres niveles. En el sótano, la vinoteca. En la planta baja, la bottega: 150 metros de vitrinas con carnes, embutidos, quesos, vegetales, pasta. Sólo en quesos hay más de 160 especialidades. En la planta alta, dulces y café (con cafetería adjunta.) Lo mejor de lo mejor de cada tipo de alimento. Los llamados Peccati de Peck son más que famosos: tartufo bianco, foie gras, caviar Beluga, jamón de Jabugo, prosciutto culatello (el mejor jamón después del ibérico bellota), sottoli e sottaceti (conservas finas), pesti, formaggi (queso), torrone, pralines, cioccolato, biscotti, pasticceria, liquori e destillati. En su día enviciaron al poeta Gabriele D'Annunzio. Con fatal resultado. La tarde en que D'Annunzio llevó a su amigo sindicalista Alceste De Ambris a conocer la tienda Peck se inventó el fascismo. "Los desempleados también merecen comer estas cosas" –fue la reacción de De Ambris. Le darían forma a esa tesis meses después en la Constitución de Fiume. La decoración en Peck es arte. Se puede mirar, olfatear, probar, comprar. Pero al final hay que sentarse en la cafetería y pedir un café Kopi Luwak de Indonesia. Cuesta € 7 la tacita en la cafetería, y € 450 el kilo en la tienda. Se prohibe usar azúcar. Hay que beber agua antes de probarlo. Y es sencillamente fabuloso. Divino. ¿Recuerdan el sabor de los pechos de aquella novia de la secundaria? (Me falta autoridad para preguntar a las chicas algo equivalente.) Bueno, pues no es igual, pero se aproxima algo a esos pechos. Resulta que el tal café no es tan especial ni tan caro por gusto. Hay un gato, en realidad es un marsupial, que se sube en las matas de café de Sumatra, Java y Sulavesi, y se come los frutos más maduros o podridos. El nombre ciéntifico es Paradoxurus hermaphroditus. Sí, pero no se entusiasmen, que el gato no es maricón. Cuando el gatico excreta, pasa alegre un malayo y recoge el producto. Luego sacan los granos de café y los limpian. Salen intactos. Se tuestan y procesan como cualquier otro. La diferencia radica en que las enzimas del estómago y el intestino del gato fermentan y añaden algo único al café. Exquisito, repito.
Ristorante Cracco Peck El número 5 de Italia. Ma per me il migliore. Fundado en 2000 por la familia Stoppani con el chef Carlo Cracco, que ahora se ha independizado de los dueños de Peck. Saben lo difícil y peligroso que puede resultar la salida de una familia italiana, ¿no? Pues Cracco no sólo ha sobrevivido, sino que incluso ha mejorado el restaurante. Carlo fue un discípulo de la Scuola Alberghiera, propulsora del minimalismo culinario sobre la base de productos típicos -precisamente la combinatoria genial de la cocina italiana-, mas ha evolucionado hasta convertirse en uno de los ases de la cocina molecular. Así que recomiendo el Menu Degustazione. De lo contrario, un plato que lleve trufas. Lo que Cracco puede hacer con trufa blanca linda con la magia negra. Por cierto, hay una portera brasileña que ya incita al babeo antes de ver la comida.
Origen: cubano.
Intelecto: precocidad retardada.
Conocimientos: algunos secretos populares.
Deportes: judo, jiu-jitsu, dominó.
Vicios: las buenas hembras (bonitas o inteligentes), la buena música, y la buena comida.
Religión: diversos ritos hedonistas.
Lo que me han dicho otros =>
Gabriela (argentina, amiguita): "…sos un monstruo, eso nunca me lo había hecho nadie..."
Helga (alemana, amiguita): "...jaaa, fick mich..."
Alejandro (argentino, colega): "...ché, devolvéme la plata... si podés, claro..."
Irene (peruana, amiguita): "…ayyy, me mataste, cubano…"
Yoli (cubana, amiguita): "…papi, ¿tú crees que puedas mandarle 100 dólares a mi mamá?..."
Paco (cubano, socio): "…llévame suave, bro, quítale aire a ese trago…"
Claudia (colombiana, amiguita): [en la caja de mensajes] "…pucha, hijoeputa, ¿y tú por qué no contestas el teléfono?..."
Claire (francesa, amiguita): "...gui... gui... gui... mon amouuuur..."
Carlos (asturiano, hoy socio, por entonces jefe): "…joder, tío, ¿dónde cojones estabas?..."
Adriana (brasileña, amiguita): "…gostoso, aiii, isso e bom..."