Jóvenes griegos se enfrentan a la austeridad por primera vez en su vida.
Los griegos son gente simpática. La primera vez que tuve contacto con ellos fue en Bulgaria. En la época de Todor Zhivkov. Era verano y Sofía ardía. La temperatura diurna sobrepasaba los 40 grados. En los albergues para extranjeros de la universidad sólo se encontraban dos tipos de estudiantes: los que no podían viajar de vacaciones y los que tenían que repetir exámenes. Los primeros eran casi todos cubanos. Los segundos, casi todos griegos. Supe así que una infinidad de estudiantes trepaban por los Balcanes desde el Peloponeso para formarse en Sofía con menor precio y mayor rigor que en Atenas. Por entonces Sofía parecía un basurero, y eso me dio una idea de como debía lucir Atenas.
En mi primera noche de visita en la residencia de estudiantes doblé por un pasillo y una griega, cubierta apenas por una camiseta y empapada en agua, me cayó encima. Acto seguido también me cayó encima el jarro de agua del que huía la chica. El griego que lo lanzó se alejó rápidamente. Resulta que jugar con agua era el pasatiempo preferido de la juventud griega. La grieguita, que tenía un nombre inolvidable, era menuda y agradable, aunque sólo hablaba griego y búlgaro. Yo no dominaba ninguno de esos idiomas, mas los griegos también gesticulan hasta la comprensión, como cualquier otro meridional. Sí, Akakalis me dejó tan grata impresión que pocos años después le tendí la mano a un desconocido, que me pidió ayuda en una terminal de trenes, tan pronto añadió que era griego. Se trataba de un bailarín que, mochila al hombro, venía a presentarse a las audiciones para seleccionar el ballet de la Semperoper en la capital de Sajonia. El sujeto no tenía un aspecto dorio, sino más bien pre-aqueo. Era velludo y de muy baja estatura, incluso para un bailarín. Además, y a pesar de llevar dos días de tren entre Italia, Suiza y Alemania sin más alimento que barritas de cereales, mostraba cierto sobrepeso. Le adjudiqué la cama de Matthias, un colega de estudios alemán, confiando erróneamente en que el huesped no soltaría muchos pelos. Cuando al día siguiente el griego regresó de la audición, dijo que no entendía por qué no lo habían seleccionado. Así son de optimistas los helenos.
Y ese optimismo ha llevado a Grecia a la bancarrota.
Ya en 1821 los griegos se presentaron a las audiciones para la independencia ante el Imperio Otomano sin estar suficientemente preparados. Y acabó en un desastre, por lo que el resto de Europa tuvo que aunar fuerzas y acudir en ayuda de Grecia. En 2010 no ha sido diferente. El Banco Central Europeo y sus miembros han lanzado por la borda todo vestigio de disciplina fiscal para socorrer a los griegos. Y, por aquello de que portugueses y españoles ni son mucho mejores ni andan muy lejos, han puesto a sonar las impresoras de euros a un ritmo que haría las delicias danzarias de la pareja Bernanke-Obama.
Así que el pronóstico para 2012 es 1 Euro = 1 Dólar = 1 Yen.
Por su parte, el gobierno griego, que desde hace tres generaciones suele alternar entre el Partido Karamanlis (conservador) y el Partido Papandreou (socialista), se ha visto obligado a legalizar el ahorro en la Democracia Helénica. Eso ha desatado las ganas de jugar de la juventud. Sólo que ahora no arrojan agua, sino piedras y cocteles molotov.
En el siglo XXI jugar con fuego es más divertido...
...y más efectivo: en este banco una juvenil botella incendiaria mató a tres empleados, incluyendo una embarazada.
Guerreros griegos: más apretados que en Las Termópilas.
Personalmente, creo que la solución debe venir desde la dirección contraria, del este. En lugar de billones de euros, que les envíen a los turcos.
y no tuviste encuentros con espanolitas y portuguesitas cubiertas por camisetas empapadas en agua?
ResponderEliminarTe la comiste.
ResponderEliminarEntretenido escrito, no sólo por la grieguita con camiseta mojada, sino por tus viajes y tus reflexiones sobre Grecia.
ResponderEliminarAunque al final, aún gustándome el texto, lo que más me ha impactado ha sido una de las fotos, la primera de ellas, en la que se ve a un muchacho con el pañuelo palestino, supongo que será griego, y desde luego si lo es, me dio que pensar que llevan toda su historia luchando contra todo lo que venga del este, especialmente contra los turcos y el islam y el tío va y se pone uno de los símbolos típicos de una religión que los trató como esclavos en una parte triste de su historia.
En fin, mis reflexiones siempre llevan muchas letras.
Saludos.
Viva Güicho!, por siempre y para siempre!
ResponderEliminartotalmente de acuerdo contigo. Excelente.
ResponderEliminarHola, Güicho:
ResponderEliminarSabrosa historia. Ya me imagino a esa Afrodita enchumbada correteando hacia tus brazos de Sátiro por aquel pasillo. Pero, bueno, si ya desde entonces la situación en Grecia era tan calamitosa que los estudiantes griegos preferían graduarse en Bulgaria, sótano de la Babel de la miseria planificada soviética, qué otra cosa cabía esperar esperar por la parte comunitaria. ¿Un milagro económico?
Lo interesante en este fiasco de la cuna de la civilización europea viene a refutar la vieja teoría positivista --postmodernamente, retroprogre-- del progreso como una línea ascendente regida por leyes ineluctables. Curiosamente, es también el caso de Italia, segunda pata originaria de la cultura occidental.
Alma Mater mea, hay que ver en lo que venido a parar aquella Paideia que tanto obsesionaba a nuestros académicos culteranos: pura Intifada. Menos mal que Platón, Sócrates y Pericles no pueden resucitar de sus estatuas.
Pero en cierto modo, recortando el tiempo y la distancia que haya que recortar, es también el modelo de desastre de nuestros mitos fundacionales, de la obsesión suicida por aquella martiana "república con todos y para el bien de todos" que nos condujo en línea recta hacia el Castrato. Moraleja: ningún país puede vivir de sus glorias pasadas...
Saludos a todos,
El Abicú
Gracias, estimadas Isis, Frida y Zoé.
ResponderEliminarLázaro,
en los 80s no, en los 90s.
Epiro,
son todos griegos en las fotos. Tal como anotas, la confusión con los símbolos en esas mentes de nabo es extrema.
Abicú,
en efecto, ver tantos griegos estudiando en Bulgaria desprestigiaba brutalmente a Grecia. 400 años de yugo turco fueron el tiro de gracia para lo poco que dejó la ortodoxia del genio helénico.
¡Saludos, amigos!