Cuba no es lugar ideal para realizar pactos. En fecha tan temprana como 1518 don Diego Velázquez y don Hernando Cortés pactaron en Fernandina, sólo para ver quién incumpliría primero. Cortés fue más rápido, y aquello devino en una tragedia azteca. Ya en época de bucaneros era sabido en Tortuga que el comercio de contrabando con la mayor de las Antillas podía ser lucrativo, pero nunca seguro. Si a los antillanos no les convenían los precios, podían arrojar fácilmente una enardecida milicia de pardos y prietos sobre los desprevenidos filibusteros, con la promesa de libertad -o al menos ron, pardas y prietas- para quien trajese la cabeza del capitán pirata.
Con tal infancia la componenda cubana no podía crecer sana. Así, por ejemplo, la Guerra de Independencia se desató cuando un impaciente oriental incumplió lo pactado entre conspiradores camagüeyanos y orientales. Eso lo hizo acreedor del título de Padre de la Patria. Tras 10 improductivos años de guerra, españoles y cubanos pactaron la paz. Ahí otro prócer oriental decidió romper el pacto, ganando el reconocimiento general como indómito e intransigente. Fue este general, por cierto, quien más aportó al convencimiento nacional de que no hay ley superior a los propios cojones. La vida republicana se basó precisamente en ese criterio. Y en los pactos entre vivos y bobos, pues con el advenimiento de la socialdemocracia dejó de haber paridad entre la perspicacia y la maldad.
Tras diversos pactos malogrados de forma más o menos sangrienta -ya fuese a nivel nacional entre socialdemócratas universitarios y sargentos golpistas, a nivel sindical entre anarquistas y comunistas, o a nivel criminal entre el Servicio de Inteligencia y la Academia de la Policía- los más impetuosos cubanos encontraron una causa común: enfrentarse a Fulgencio Batista. Ahí sobrevino el Pacto de México entre el M-26-7 y el DR. De antemano estaba claro que ambos pensaban engañarse a la primera oportunidad. Sin embargo, también era obvio que juntando una Bola de Churre con una Manzanita se pudriría la segunda. Fue lo que sucedió, y desembocó en una tragedia antillana que dura más de medio siglo.
Pero nadie aprende por traición ajena, y ahora mismo se pacta con la dictadura cubana. No hace falta adivinar quién traicionará a quién.
Tu observación es muy sagaz.
ResponderEliminarBrillante.
ResponderEliminarExactamente lo que necesitamos hoy en dia: meditar sobre traiciones, pasadas y futuras.
ResponderEliminarGracias amigo Güicho.
Preclaro, contundente. Suscribo totalmente.
ResponderEliminarBuen analisis. La Historia se repite y se seguira repitiendo, esa es la moraleja y las generaciones seguiran viviendo con la esperanza de que alguien algun dia vendra y cambiara todo esto, es como al cristiano de algunas religiones que le han vendido la esperanza de que algun dia nuevamente Cristo vendra.
ResponderEliminarTengo un amigo que diceque el mundo es sencillo, solamente se divide entre vivos y bobos, creo que es verdad.
Muy acertado el relato-y por demás estudio-historia-de ese barco a la deriva,donde su capitán,tripulantes y pasajeros han estado presente en todas las marejadas que le han abatido,en alta mar y ya aparqueado en muelle con toda la pacotilla por carga. Y volveremos a subirnos en el una y cuantas veces haga falta,por capricho o por el placer que nos reporta esa costumbre adquirida de gozar con el dolor.Mariconeria psíquica o estado de macho cabrón?
ResponderEliminarComo suele decir Zoé eso fue lo que trajo el barco!
La culpa será del traicionado, todo el mundo sabe que el escorpión pica y envenena.
ResponderEliminarMe encanta de lo que escribes y como lo haces.
ResponderEliminarDesbloquearon el blog conveniente.
ResponderEliminarlos viejitos de la aplandora estan pidiendo un update de esto pa'ver si la sacan pa' la calle 8 o la emplean como carroza de carnaval con la proxima fundadora del granma bloguero, los mamertos del sala: tomasito y el ahora judio artie levy y el que tomo el avion en direccion contraria.
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