18 feb 2008
Sweat Lodge
- Soy gay... -le dije mirándola a los ojos.
Su expresión se tornó incrédula. Puso sobre la barra del bar la copa que en ese momento pulía.
- ¿Tú, gay? ¡Me estás tomando el pelo!
- ¿Por qué habría de engañarte en semejante cuestión? -inquirí serio reorganizando las botellas de licor.
- ¿Cómo qué por qué? ¿Crees que soy medio estúpida? -se indignó un poco.- ¡Si llevas tres días insistiendo para que te acompañe a esa sauna!
La sauna quedaba enfrente del restaurante. Era mixta, y aún funcionaba hora y media tras el fin de nuestro turno. Ya había entrado varias veces, y a esa hora siempre estaba desierta.
- Precisamente te estoy revelando mis inclinaciones para que veas que no tienes razón para recelar de mí y que puedes venir conmigo a la sauna. Es muy agradable, pero me aburro solo allí. Y sabes que me encanta tu compañía, ¿eso lo sabes, verdad?
- Ya te he dicho que a mi novio no le gustaría...
- No lo invitaremos, lo prometo -la interrumpí.
Me miró simulando odio. Estábamos en la misma facultad. Ella en segundo, su prejuicioso novio en cuarto, y yo, bueno, técnicamente en quinto, pero aún debía todos exámenes desde tercer año.
- Lo que estoy tratando de decirte es que, si me acompañas, está todo bien, pues ahora ya sabes que lo mío no son las chicas -persistí.
- Está bien -repondió no muy convencida.- Pero que conste que acepto por puro cansancio.
- Gracias, ya verás como el calor te quita ese cansancio -añadí igualmente sobrio, y aparté la vista de su desconcierto.
Cuando salí del vestuario masculino el área de reposo ante la sauna estaba desierta como esperaba.
Penetré en la pequeña cabina de madera. 6 metros cuadrados, y vacía también. Arrojé agua sobre las ascuas. El escozor del vapor era lo importante, y mi presencia, secundaria. Me acomodé a la entrada, y le dejé todo el fondo de la sauna a su disposición.
- ¡Uy, qué caliente! -exclamó al entrar.
No me miró. Llevaba la toalla blanca enrollada sobre los pechos. Fue hasta el banco del fondo, frente a mí. Aprecié su cabello recogido en la nuca encima del grácil cuello. Se quitó la toalla, y se iclinó por completo para extenderla cuidadosamente. Aquellos labios también eran perfectos.
Sentí fluir el optimismo.
Se dio la vuelta y se sentó. Con toda su naturalidad escandinava subió ambos talones sobre el banco, y colocó los brazos sobre las rodillas. Aquel armonioso piel roja me miró cara a cara desfachatadamente. Era un iroqués.
Sentí circular la euforia.
Disfrute la vista unos minutos, cuanto pude, y me arrastré de alguna manera hasta su lado.
- Elke, hay un masaje mohicano formidable para la sauna... -farfullé sonriente tomándole con delicadeza la mano y el antebrazo.
- ¿Para indios gays sofocados? -me interceptó con media sonrisa y arqueando las cejas.
- Este... creo que los mohicanos no eran muy gays que digamos, no... -balbuceé, y besé casi furtivo su rodilla rosada.
- Ya lo sabía... -murmuró tocándome y besándome, y luego agregó- ¿quieres trancar esa puerta?
Coloqué el cucharón del agua como improvisado pestillo. Lo hice por darle el gusto, pues a esa hora no iba a entrar nadie más.
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Güicho, ve a mi blog que tienes un premio.
ResponderEliminarY muy bueno esto.
Saludos,
Lo que inventan los hombres para convencer a las mujeres...
ResponderEliminarKronic,
ResponderEliminartengo que terminar Armas Prestadas y leer este, pero cono man, eso de que el truquiti renuncio a la presidencia
me tiene trastornao.
vengo luego,
tony.
Güicho,
ResponderEliminarimagínate que ella te hubiera creído y en lugar de ella hubiera entrado el novio. Ja!
Querida Isis,
ResponderEliminarmuchísimas gracias, el aprecio es recíproco.
Lenita,
ResponderEliminares así mismo, aunque con los años uno deja el cuento, y acude a los recursos que presta la experiencia. Y también que las nenas creciditas ya tienen otra onda.
Tony,
ResponderEliminartranquilo, mi hermano, el Trucuñanga seguirá haciendo daño mientras esté vivo. Este no será un retiro a lo Pinochet, impune pero con democracia, sino a lo Deng Xiaoping, tranquilo pero controlando la ruta. Sólo que Deng era un hijoeputa reformador, e Hipólito, sólo hijoeputa.
Analista,
ResponderEliminarpor eso mismo, compadre, hay que hacer bien las cosas. La emoción latina, pero la organización prusiana. Aquella vez cruzamos la calle juntos. Y el tipo de la carpeta de la sauna, que me debía como 15 mojitos, colgó el cartel de cerrado en cuanto entramos a los vestuarios.
Pero ella nunca se lo creyo.... cierto?....es como aquel chiste de ... negro, tu sueco?
ResponderEliminarNo, grieguita, no se lo creyó. Pero a veces, si el guión es bueno, un mal actor también puede hacer taquilla... ;-)
ResponderEliminar¡Saludos!