25 sept 2007

Traficantes de Armas

Hace poco recordé que a mediado de los 70 entre los fiñes se pusieron de moda unas pistolas o catapultas para fósforos encendidos. Se hacían de palitos de tender ropa. Entonces me puse a probar con unos palitos pero no conseguí reproducir uno de aquellos artefactos. Sin embargo me acuerdo que fui un experto en mis días infantiles.

Mi socio Julio César y yo, al principio y como todos los demás, nos hacíamos las catapultas y salíamos felices a dispararlas. Como blanco usábamos la ropa ajena tendida en cordeles, o colocada en el cuerpo de su dueño, ventanas abiertas, otros chamas, etc. Luego descubrimos que era mejor, incluso lucrativo, fabricar las catapultas y venderlas.

Habíamos adquirido cierta habilidad artesanal. Se necesitaban dos palitos. Como es sabido, cada palito consta de dos piezas de madera y un resorte de metal. Una pieza hacía de deslizador; la segunda pieza, unida a la primera a la inversa de lo normal con un resorte, era el impulsor del fosforo; de mango servía la tercera pieza, que se ajustaba al deslizador y al primer resorte con ayuda del segundo resorte, el cual a su vez funcionaba de gatillo. La cuarta pieza de madera sobraba, pero en la fabricación a menudo se rompía alguna que otra y servía de repuesto. La materia prima no faltaba, pues todo el vecindario tendía su ropa lavada en los patios. Claro, algunos usaban palitos de plástico, y esos, aunque tuvieran la misma forma, no servían, pues las catapultas se trababan al disparar. Pero valían al menos para cambiarlos por otros de madera. Previo soborno de casi la totalidad de nuestros compañeros de aula, en sus respectivas casas de repente todos los palitos de tender de madera se convirtieron en plásticos. Una conversión tan masiva y exitosa apenas la habían logrado antes los padres jesuitas con los guaraníes del Paraguay.

Vendíamos las catapultas a diez centavos. No creo que haya llegado a ganar más que mis padres, pero mi madre a veces me pedía dinero prestado. Y ahora que lo pienso, ¡la vieja nunca me devolvió nada! Mas, en verdad, no teníamos un momento libre. Entre la producción y la venta no nos quedaba tiempo para jugar. Y era una condena, pues tampoco podíamos ya vivir sin la plata que ganábamos. En eso conocimos a unos negritos que también ensamblaban catapultas, pero las vendían a 5 centavos. Una maravilla. Inmediatamentes pasamos a ser sólo comerciantes. Renunciamos a fabricar. Comprábamos las catapultas a 5 centavos, y las revendíamos a 10 en la escuela y el barrio.

Luego nuestros suministradores también resultaron ser de cierta manera creativos, y descubrieron que más fácil y divertido que fabricar las catapultas, era quitárselas a sus propietarios. La denominación técnica del procedimiento era agitárselas. Así aprendimos nuestros primeros rudimentos sobre la imprevisible dinámica del mercado. Las víctimas de aquellos despojos, por su parte, necesitaban nuevas catapultas, y acudían a nosotros con mayor frecuencia. Mas, pese al buen negocio, Julio y yo no renunciamos a la ética. Pasamos a comprar con los correspondientes escrúpulos. Por las catapultas agitadas sólo pagabamos medio precio: dos por cinco centavos. Naturalmente que a menudo se rompían las catapultas, pero como ya casi no se producían nuevas, sino que más bien circulaban las mismas, empezaron a escasear, y con ello a subir los precios. Eran cada vez más caras y venían en peor estado. ¡Bienvenidos al Tercer Mundo! Ya las vendíamos a cuarenta centavos cada unidad, cuando la moda de las bolas chinas nos arruinó el negocio.

2 comentarios:

  1. Veo que sigues con esta suerte de "apuntes etnográficos de la infancia cubana". Está muy bien. El tirapiedras es otro que tiene su tela. Recuerdo que había incluso jerarquías sociales y grupales que establecía la calidad de tus ligas. Las mías siempre fueron de las peorcitas... eso me restaba rango...
    Otra costumbre que a mi personalmente me gustaría ver comentada es la de coleccionar negativos de Voltus V y Massinger... En fin, hay para un buen rato en materia de etnografías

    ResponderEliminar
  2. Con permiso.
    La mejor arma en la vda es la no arma. Pero en casode tener que usar una, anda mejor que el amague a que tienes un arma (pero no la tienes).
    Y perdonen la intromision

    ResponderEliminar

Related Posts with Thumbnails