A la memòria de la meva àvia Amanda
Los infructuosos esfuerzos independentistas del público catalán ayer en el Camp Nou durante el clásico copero contra (el) Madrid me indujeron a volver a analizar más detenidamente el anhelo de soberanía en esta región ibérica y, sobre todo, la forma en que los nativos tratan de alcanzar sus objetivos. Mi abuela paterna era catalana, así que el tema no me resulta indiferente.
Se entiende que los catalanes no quieran ser españoles. Tampoco los eslovenos querían ser yugoslavos. Es natural. Pero ahora mismo en España no hay una guerra propiciadora como en los Balcanes. Definitivamente, Rajoy no es Milosevic. Así que se debe proceder menos emocionalmente si se quiere tener éxito. Es necesario maniobrar. Y ésta es una habilidad nada extraña para los catalanes. Al menos en Cuba mi abuela sabía cómo sacar tranquilamente de la carnicería 10 libras de carne de res de bolsa negra delante de las narices de los chivatos que hacían fila para comprar huevos.
He aquí mi plan para la independencia de Cataluña.
Veamos, por un lado Cataluña nunca fue un estado. Y, de hecho, la identidad cultural catalana abarca Valencia y Baleares, por más que estas regiones no cambiarían hoy sus fueros autonómicos en España para someterse a Barcelona. De manera que tanto el argumento histórico como el de la singularidad nacional carecen de legitimidad. Ahora bien, hasta la unificación de España por los Reyes Católicos, Cataluña fue parte del Reino de Aragón.
¿Aún no lo veis?
Está muy claro. ¿Qué queda en Aragón? Apenas algunos maños y muchos guijarros. ¡Es más fácil cargar con ellos que con los charnegos! La independencia catalana sólo puede realizarse restaurando el Reino de Aragón.
Esperad a que os cuente los detalles.
Aragón como entidad política está fuera de toda discusión. No sería ni una pizca menos legítimo sin Valencia, Baleares y Murcia. En definitiva, Nápoles y Sicilia son irrecuperables. Y tampoco nadie las querría de vuelta. Entonces, el primer paso es convencer a los maños de que les irá mejor en un Estado Aragonés que en el Estado Español. Aquí se dispone de una razón tan simple como irrefutable: una vez pasada la crisis, en lugar de compartir con Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha, las subvenciones catalanas serían todas para Aragón. ¡A gozar en Zaragoza!
Y ahora viene lo mejor.
Para persuadir a los conservadores españoles y lograr que acepten la separación de Aragón es imprescindible optar por la monarquía y –atención, que esto es vital para el plan– ofrecer la corona a la infanta Cristina. A cambio, y también para no despertar sospechas, reclamaréis que la nueva capital del reino sea Barcelona. Los infantes serán los primeros en apoyaros.
Una vez consumada la independencia de Aragón bajo la corona borbónica de su majestad Cristina I, todo será más fácil. No habrá que esperar demasiado para que al Príncipe Consorte Iñaki I se le pierdan algunos dineros del Reino. Y ahí, xavals, aprovecháis la oportunidad y apeláis a la demografía: plebiscito republicano.
Luego los maños, si quieren, pueden volver a España.
Tanto esfuerzo para un fin tan innoble. La opresión colonial fue la única merecedora de independencia.
ResponderEliminarEn lugar de intentar fusionar culturas para obtener una síntesis mejor que las fusionantes, se dedican ingentes esfuerzos a separarse entre sí. Qué lástima que esa energía no se dedique a superar los retos que compartimos y los problemas que a todos nos afectan. Tanta identidad para morir de hambre.