La Baluchiada (Epica Persa)

Foto: Baluchitas.

La desértica Sistán & Baluchistán es la provincia más oriental de Irán. Y, claro, también es la más pobre. El Baluchistán está en la parte sur y ocupa dos tercios de la provincia. Colinda con la región homónima de Pakistán, donde viven más de dos tercios de los integrantes de la etnia baluchi. 

Los baluchis son apenas el 2% de la población de Irán y hablan un dialecto del persa, si bien no son chiitas, sino sunitas. Además, mantienen estructuras tribales similares a los también persófonos pashtunes de Afganistán. Otra coincidencia notable es el arraigo popular de la delincuencia, específicamente el tráfico de drogas y el bandolerismo. El origen de este pueblo se remonta a los elementales experimentos genéticos de Alejandro Magno casando a sus mercenarios greco-macedonios y kurdos de Asia Menor con mujeres orientales, preferentemente sirias, para colonizar su nuevo imperio.

Foto: Paisanos baluchis.

De ahí salieron unos tipos que aún andan en sandalias y todavía son muy duros. Como puede verse más arriba, las mujeres son hermosas; pero no es tan saludable codiciarlas, puesto que suelen tener numerosos hermanos y aún más primos... efectivamente, con chinelas y fusil.

Foto: Baluchis en plan bélico.

Cuatro de las mayores bandas criminales de Baluchistán se juntaron en 2003, creando una organización llamada Jundallah, o sea, la Brigada de Alá, en nombre del cual liquidaron a las restantes pandillas importantes. Una vez asegurado el sector comercial, como es lógico, Jundallah arremetió contra la policía.

Los gendarmes en Baluchistán suelen ser persas o azerís traídos de occidente, pues entre baluchis peor que el policía sólo califica el maricón. Desde 1990 los baluchis han dado muerte a más de 3000 agentes del orden. Es una estadística que inspiraría respeto incluso a los Zetas o al Cartel de Sinaloa. Sin embargo, la aparición de Jundallah aportó nuevos matices a la matanza: las decapitaciones islámicas y las bombas terroristas. Todo ello acompañado de una ética financiera meticulosa que ha creado una administración solida y jugosas inversiones en los Emiratos del golfo. Esto, a su vez, les ha proporcionado acceso a tecnología de punta. Y un bandido islámico baluchi armado de electrónica avanzada es capaz, por ejemplo, de cargarse al segundo jefe de la Guardia Revolucionaria Islámica, general de brigada Nourali Shoushtari, un héroe de los pasdaran. Sucedió en octubre de 2009. Ya en fecha tan temprana como diciembre de 2005 Jundallah emboscó a la columna del presidente Mahmoud Ahmadinejad durante una visita a Baluchistán. Varios escoltas cayeron y Mahmoud se tiró al piso de su limusina gritando que le dieran un arma.

El artífice de esa progresión baluchi se llamaba Abdolmalek Rigi, estratega y gerente en una persona, un individuo capaz de armonizar con Al-Qaeda y los talibanes por un lado y empatizar con los anglo-americanos por el otro. El líder de Jundallah cometió un sólo error en su trayectoria militante: en febrero de este año tomó un vuelo que iba de Dubái a Kirguisia cruzando el espacio aéreo iraní.

 Foto: Abdolmalek Rigi atrapado.

Dos cazas de la fuerza aérea iraní obligaron a aterrizar al avión de Rigi. La parte de inteligencia había corrido a cargo de los pakistaníes, quienes aseguraron haber consultado con una agencia americana antes de informar a los iraníes. Luego alguien de otra entidad americana afirmó que la captura de Rigi era una gran pérdida.

En Teherán, y tras persuasivos interrogatorios, el prisionero baluchi reveló su colaboración con la CIA, el MI6 y el Mossad. Algo casi trivial, conociendo el pasado de sus colegas talibanes. Aunque está claro que Abdolmalek habría confesado ser homosexual, practicar del judaísmo y masturbarse sobre el Corán, si se lo preguntan de igual manera. Alá lo perdone. Fue condenado a muerte. Y en junio, durante la Copa Mundial de Fútbol, ahorcado en la tenebrosa prisión de Evin.

Y, bueno, ayer Jundallah voló por los aires dos mezquitas llenas de chiitas en memoria de Abdolmalek.

Foto: La baluchiada continúa.