11 oct 2007

El Bautizo Del Guerrero

El primer combate en que tomó parte el joven Antonio fue el rápido asalto a Mayarí por la tropa que comandaba su tío, el brigadier Juan Monzón, trágica figura de la contienda que en su celo patriótico hizo pasar por las armas a todos los comerciantes españoles de la villa conquistada. Toño, teniente y jefe de la vanguardia de su tío, no participó en las ejecuciones, pues era reacio a gastar municiones tan preciosas en aquellos momentos. Su tío, sin embargo, detestaba colgar gente, el ilegal pero usual procedimiento con los cuatreros en Oriente.

Mientras los hombres se lanzaban a realizar el apresurado inventario de los comercios, los almacenes y las viviendas de los españoles, Toño recorría la humilde casa familiar que había abandonado dos semanas antes. Allí había nacido de una madre que no llegó a conocer. Y también allí había fallecido, casi un año atrás, su esforzado padre Antonio. Llegado junto a su hermano desde Canarias en busca de mejor suerte, el viejo se había conformado con ser aguatero y arriero. No era un hombre tan emprendedor como Juan, quien en cambio quiso hacer negocios y se vio impedido por el gremio de comerciantes locales, peninsulares todos ellos. Como en el resto de la isla, la cámara de comercio no toleraba ni a naturales del país, ni a canarios. Para Juan fue una amarga experiencia que, diluyendo sus sueños, lo persiguió en un peregrinaje de derrota por los pueblos orientales. Al final, resignado, se afincó en un realengo circundado de hatos ganaderos. Se dedicó entonces a la recuperación de caballos. Recogía caballos perdidos en el monte, les quitaba la marca –había adoptado un ingenioso método basado en sanguijuelas filipinas–, y los vendía en alguna localidad lejana.

Toño se pasaba largas temporadas con su tío. De él aprendió a amar a los corceles. El tío le enseñó muchas cosas: a interpretar los movimientos y la mímica de un equino, cómo separar al mejor potro de la manada en el poco tiempo que quedase sin vigilancia, o cómo abrir el portón de un establo e introducirse en plena noche sin alarmar a los animales. El intrépido Juan impregnó la personalidad de su sobrino mucho más que su progenitor, muy laborioso, pero incapaz de alimentar las ansias de saber y el afán emprendedor innatos de su único hijo. Toño prefería acompañar al tío en las largas giras a vender ganado, escuchándole narrar innumerables anécdotas y atiborrándose de sus experiencias. Luego, durante la guerra, en las noches sin combates, sin marchas, ni fugas, entre el ligero gorgojeo de la destilería de campaña y el discreto chisporroteo del fuego, se las contaría emocionado a sus hombres. Cuando bebía, desplegaba una gran capacidad lírica.

Tras la muerte de su padre, el joven Antonio asumió su trabajo. Aguatero. Subido en un mulo recorría el pueblo pregonando con desgano. Una profunda insatisfacción le embargaba. Pero pronto, en menos de un año, su verdadero destino se abriría ante él. Los terratenientes liberales cubanos no lograban entenderse con el gobierno liberal en Madrid. En buena medida gracias a los grupos conservadores españoles en la isla. Es ahí, en el otoño de 1868, cuando el impetuoso hacendado Carlos Manuel de Céspedes, pese a su escasa relevancia dentro de los círculos desafectos al régimen, se alza contra España en Yara. En pocas semanas, cientos de hombres lo secundarían por todo Oriente.

La hora de Toño había llegado. Se incorporó a la insurrección tan pronto supo que su tío Juancho se había alzado con un piquete de 60 hombres en La Jutía, al sur de Jiguaní. Corría febrero de 1869. Nombrado brigadier por la República en armas, y ya con un centenar de insurrectos a sus órdenes, Juancho Monzón marchó sobre Mayarí, convencido de su importancia estratégica. Hubo de atravesar un enorme trecho, bordeando siempre la sierra para eludir a los batallones españoles que operaban en el llano. Dejó atrás los pueblos de Santa Rita y Baire, ambos en aquel momento apenas sin guarnición. Cerca de La Alegría se le unió, según convenido, su intrépido sobrino. Lo había mandado a buscar para comandar la vanguardia, dado su conocimiento del objetivo. Un poco más al norte, en Cauto Abajo, el flanco derecho de la brigada se enredó en una escaramuza con un pelotón del batallón élite español de López Cámara. No había sido percibido por la vanguardia, pues ésta, guiada por Toño Monzón, se había desviado al oeste hacia un trapiche que prometía una rica provisión de aguardiente. Aquella noche nacía un nombre épico: el Embudo de Mayarí. En los días siguientes la tropa insurrecta evadió los poco defendidos caseríos de San Felipe y Sojo, para luego, con un brusco giro al este, lanzarse sobre Mayarí.

La resistencia española fue breve, pero intensa. La guarnición estaba compuesta apenas por dos docenas de guardias civiles de la compañía asturiana Salustiano Benítez, comandados por un teniente. Eran auxiliados por un destacamento de 60 voluntarios formado por los residentes españoles y sus hijos. Los asturianos se negaron a rendirse y fueron completamente exterminados. Pero más de dos tercios de los voluntarios, en parte heridos, cayó en manos de los insurrectos. Fueron pasados por las armas junto con el resto de los españoles de Mayarí. Juancho únicamente dirigió en persona al pelotón que ejecutó al octogenario Celestino Santiesteban, patriarca y jefe de los comerciantes españoles en la localidad.

No habían pasado diez días desde aquellos hechos, cuando el general Julio Grave de Peralta, jefe superior cubano de Holguín, a cuya jurisdicción pertenecía Mayarí, procedió a arrestar al brigadier Juan Monzón. Se le sometió a un riguroso consejo de guerra y, para consternación de sus hombres, fue fusilado. El coronel Miguel Salinas, miembro del estado mayor de Grave de Peralta y defensor de Monzón, había apelado contra aquella dura sentencia, recordando los fusilamientos masivos indiscriminados de insurrectos y sospechosos por parte de los españoles, la inexperiencia política del jefe revolucionario, y la insensatez que trae consigo el calor de la lucha. Mas no logró hacer cambiar de juicio al tribunal, que apresuró la ejecución de la sentencia ante la creciente crispación de los subordinados del condenado. Estos, como era usual en aquella fase de la contienda con jefes locales y tropas apegadas a una región y a un comandante, eligieron un nuevo jefe, designando al sobrino del jefe anterior como su nuevo líder. Grave de Peralta se apresuró a ascender a Toño a teniente coronel, previniendo cualquier acción descabellada del joven. E inmediatamente le encomendó una operación de aprovisionamiento: asaltar a un convoy español en camino a Las Tunas antes de que cayese en manos del jefe cubano de aquel territorio, general Vicente García, el León de las Tunas.

12 comentarios:

  1. conozco muy poco de los entretelones de la guerra; pero lo que relatas parece %100 cierto. Sería divertido enterarse de que al menos un %80 te lo inventaste tú.

    ResponderEliminar
  2. GE, pues los hechos son los siguientes:
    Durante el prólogo de la Guerra Grande, la fecha oscila entre el 26.01. y el 02.02.69, el brigadier mambí de origen canario Juan Monzón asaltó Mayarí, y luego saqueó y ejecutó a los españoles de la localidad. Incluyendo al cura del pueblo, que vino a interceder por las vidas de sus paisanos. También hubo acusaciones de violaciones, pero se le echó tierra a ese punto.
    El general Grave de Peralta, su superior inmediato, lo procesó e hizo ejecutar por esos crímenes.
    (Un detalle adicional: A la vanguardia de los hombres de Juan Monzón se encontraban el teniente Antonio Maceo y Grajales, que fue ascendido por su valor en el asalto a Mayarí, así como su impetuoso hermano José. Esta parte de la heroica vida de los bravos mulatos santiagueros siempre fue marginada.)
    El coronel Salinas fue el defensor de Monzón en el juicio. Un tal López Cámara comandaba en efecto un batallón élite del ejército español en el Oriente cubano subordinado al general Valmaseda. Las localidades mencionadas existen, o existían entonces.

    El resto lo inventé.

    ResponderEliminar
  3. Original compadre, tienes tela por donde cortar y buen pulso para la descarga. ojala y nos regales mas historias de aquella guerra.

    nos vemos , t.

    ResponderEliminar
  4. No hay ni puede haber historia verdadera.
    La historia es siempre la version del que la escribe.
    Cada vez que alguien hace una nueva version tenemos una nueva historia.
    Saludos,

    ResponderEliminar
  5. A mi me gusta la historia que usted cuenta compadre. Todos los historiadores debieran ser como usted (coincido con el Asere en eso de que cada cronica historica tiene parte del que la cuenta). Si por mi fuera me gustaria ver como cuentas la carga de Maceo en Peralejo y saltando epocas, el Ataque al Moncada. Embullate! Estoy dispuesto a creerte todo lo que pongas---como si quieres decir que Fidel ataco de frente y entro al segun do piso del cuartel. pero despues, eso si, pon la huida tal y como fue (o agregale!)

    ResponderEliminar
  6. Guicho me tome al atrevimiento de poner tui blog en link con el mio porque nada, me gusta cantidad (tu no, el blog, no me vayas a confundir ahora con Nestor Diaz de Villagas y Fuentes Limpias porque seamos de Las Villas). le puse de nombre "Nuestra Histora con Humor" porque naide mejor para comentar esas cargas al machete--como dijera un lector tuyo: comentas la historia como Juan Padron. Casi te solo te falta escribir sobre Elpidio Valdes y Palmiche. Nada, que aun cuando escribes de ti... es 'nuestra' la historia, por aquello de que es nuestro tiempo.
    Saludos efusivos
    (efusivos es con palmaditas en la espalda pero sin mucho pegue)

    ResponderEliminar
  7. Leyendo arriba: Veo que ya el Matacena incurre en los blogs y pone guiones y todo como yo (---)... que copiador es. Al menos no le ha dado por hacer caricaturas (que cuando se jala, es comico).
    Saludos ;-)

    ResponderEliminar
  8. Guicho

    por qué no te despeinas y tiras una historia mambisa desde la perspectiva de un trasto... no sé... la mauser de algún loquillo mambí... las botas de Martínez Campos... yo creo que el papel de las botas durante la Colonia tuvo que ser crucial... fíjate que en los libros de historia siempre dicen "Y Tacón tenía la bota puesta sobre Cuba... qué bolá con esa bota del tal Tacón?

    Si disparas algo me encantaría postearlo en la sección de Los tarecos se rebelan

    ResponderEliminar
  9. Tony: Gracias, asere!

    Al Godar: Por eso detestamos instintivamente a los cretinos
    que usan la historia para justificarse.

    Orestico: Usted por lo visto pasó por aquí sobrio. Muchas gracias.
    Por pasar y por elogiar, quiero decir. Lo del Moncada me parece un buen reto.
    No había pensado en esa, pero hay sustancia en tal sopa. Por ej. el teniente Sarría era
    vicioso a la charada que tenía el babalú del barrio de Chicharrones, donde vivían casi
    todos los policías prietos de Santiago. Y había apostado 100 pesos a que él conseguía poner
    a un blanquito asaltante del cuartel en el Vivac de Santiago no sólo vivo, sino también sin que le faltara algún pedazo. Ganó los 100 pesos. (Y bueno, nos jodimos barato.)

    Pepe: Pues muchas gracias, socio. Y pierde cuidado, nunca asumiría que tú y el ají guaguao fuesen íntimos. Saludón!

    General: Yo creo que expresarse tan bien por los tarecos sólo lo consigues tú. Pero ensayaré un poco, y si sale algo te lo paso. Creo que mi favorito sería aquel cañón mambí de madera.

    ResponderEliminar
  10. Menos mal que hiciste la aclaración Varela.

    ResponderEliminar
  11. Soy mayaricero.Lo que mi tocayo Güicho escribió sobre Monzón y su ataque a Mayarí me tiene dudoso, por lo cual le pido me aclare sus fuentes, aunque coincidimos en muchos puntos. Tengo un libro casi terminado sobre un General mambí de mi tierra de nombre Arcadio Leyte Vidal, titulado "El hombre de mármol" y en cuyo libro se narra una parte de aquellos sucesos sangrientos del 69. Aquí va un trozo:"Mayarí estaba tan apartado de los fieros combates que una orden llegó para que los pocos soldados allí destacados, abandonaran el pueblo con dirección a Holguín, ciudad amenazada por las fuerzas insurrectas. Así lo hicieron en ordenada columna un amanecer de enero mojándose con el rocío mañanero. Se retiraron silenciosamente por el Paso Cuba, dando lugar a que las tropas de un caudillo mambí de origen canario y tristemente recordado, el Brigadier Juan Monzón López Arcos, ocuparan la villa y causaran un irreparable daño a sus inocentes civiles…Aciago día que todos llamaron “La tragedia de la Candelaria”, el martes 2 de Febrero de 1869, fecha que nunca debiéramos olvidar porque el tal Monzón, equivocó su objetivo y guiado por su cruel ambición sometió a la población al saqueo y ejecutó a machetazos a varios españoles pacíficos, entre ellos al Cura saliente de la Iglesia Católica, Ramón Cachefeiro Vizpo, y otro Cura que traían preso de la zona de Fray Benito, para dar un mal ejemplo de su Guerra injusta. Su pésima conducta llegó al extremo de permitir se violaran a dos jóvenes señoritas que por caprichos del destino se llamaban ambas, Aurelia.
    El General autor de la masacre utilizó el cuartel abandonado por las fuerzas españolas como base de operaciones, en donde encarcelaba a sus futuras víctimas para ejecutarlas él mismo con su machete, atadas a unas palmas a orillas del terraplén que iba al río y en donde las tropas hispanas acostumbraban realizar ejercicios militares..."Güicho, comunícate conmigo, mi correo es luisejaime@bellsouth.net, bye.

    ResponderEliminar
  12. Gracias por la visita y el muy interesante comentario, Wicho!

    Te pasé un email.

    ResponderEliminar

Related Posts with Thumbnails