29 oct 2007

El Protector De Los Cerdos V

Caníbales


Habían pasado apenas unas semanas desde la partida de Enciso, cuando la incertidumbre política volvió a adueñarse de la colonia del Santa María La Antigua. El legítimo gobernador de Castilla del Oro Diego de Nicuesa y sus hombres hicieron aparición en la villa.

Llegaron en un barco destartalado, carcomido por las termitas, y en un estado físico más que lastimoso. Habían fundado Nombre de Dios al oeste, pero sólo cosecharon penurias. Los nativos del lugar eran pescadores de perlas, que abundaban en sus costas. Desde luego que no era una labor estrictamente económica. Si bien las perlas servían también para el trueque, su búsqueda respondía esencialmente a fines decorativos y hasta deportivos. Por eso los indígenas no comprendieron por qué los españoles los despojaron de todas las perlas.
– ¿Acaso tiene algún valor una perla que no pescaste tú mismo? –argumentaba un cacique asombrado.

Encima, los indios eran obligados a pescar más perlas. Una actividad para la que no todos estaban capacitados. Además resultaba muy dura. Especialmente en las horas de alta marea, cuando los tiburones y las barracudas se acercan a la costa. Pero los españoles, guiados por el espíritu de eficiencia europeo, pretendían aprovechar cada hora de luz solar para la pesca de perlas por los indígenas. Estos, nada belicosos, se daban simplemente a la fuga. Un caso típico de incomprensión entre culturas diferentes.


Pronto no quedo una aldea habitada en toda la comarca, y los conquistadores organizaban incursiones tierra adentro, cada vez más profundas y penosas, para capturar indios que buscasen las perlas. Estos reemplazos pertenecían generalmente a otras comunidades que desconocían la pesca de perlas. Pese a las amenazas y fuertes castigos no resultaban productivos. Obsesionado por las perlas, Nicuesa descuidó otras labores, y al poco tiempo escasearon los víveres. Ahí les sorprendió la estación de las lluvias. Los proveedores naturales, los poblados indígenas, estaban desiertos, y la selva únicamente alimenta a quien la conoce.

Entonces, acosados por los vendavales y el hambre, los conquistadores se vieron obligados a comer cadáveres de indios. Ingirieron únicamente las extremidades, pues las incesantes e intensas precipitaciones no permitían los asados extensos. Apenas terminó la estación, con grandes penas, los sobrevivientes lograron echar a flote un navío y cabotear hacia el este hasta descubrir, con indescriptible alegría, a Santa María La Antigua.

No menor fue la sorpresa de Balboa y los colonos. Al presentarse el gobernador hubieron de acogerle, claro está. Mientras los frailes y algunos hombres se ocupaban de atender y ayudar a reponerse de sus males a los recién llegados, el cabildo reunido en pleno analizaba la situación. Le habían dado todas las vueltas posibles, y no había duda ni escape: la autoridad de Nicuesa era legítima y habrían de entregarle el poder. Compungidos veían desaparecer el fruto de sus esfuerzos cívicos. Debían subordinarse a ese Nicuesa, que había conducido a los suyos a semejante estado de miseria y necesidad. ¿Fue para eso toda la lucha con Enciso?

En eso estaban, cuando entró uno de los padres dominicanos que curaban a los de Nicuesa, y contó espantado lo que habían oído de sus pacientes. Los frailes convenían en lo terriblemente pecaminoso de haber comido carne humana. Aquel dominicano reprobó amargamente a los presentes en la reunión del cabildo:
– ¡Os apoderáis de sus bienes, os amancebáis con sus mujeres, y ahora os alimentáis de sus carnes también!

Primeramente hubo risas. Balboa dijo algo sobre un "jamón de indio", lo que provocó mayor hilaridad. Pero Cabezuela, que llevaba el acta de la reunión del cabildo, interrumpió el regocijo general para dar la razón a los dominicos. No era posible aceptar trato con esos hombres que habían comido carne humana. No cabía en sus funciones juzgarles. La magnitud del mal era superior a las facultades de los presentes. Nadie ponía en duda los poderes de gobernador de Nicuesa. Nadie rebatiría su autoridad militar. Mas los cristianos residentes no podían tratar con aquellas gentes so pena de pecar igual que ellos. Balboa se llevó la idea al vuelo, y se tragó la risa para darle la razón al franciscano, mientras fray Zumárraga se apuraba en explicársela al noble don Francisco Pizarro.

Al día siguiente los magistrados Balboa y Pizarro hicieron comparecer a Nicuesa y los suyos. Se les interrogó sobre los hechos, que fueron confirmados por todos ellos, en vista de lo cual se les hizo saber la decisión de los magistrados, avalada por los frailes y todos los residentes. En Santa María no había obispo todavía. Nadie allí podía decir a quién incumbía juzgarles. ¿Al tribunal de la Audiencia en Santo Domingo? ¿A la Santa Inquisición? ¿O quizá sólo a la última instancia más alta, Dios mismo? Pero no podían andar en tratos con los pecadores, que debían abandonar inmediatamente la Colonia. Les darían alimentos como obra de caridad, pero nada más. Debían marchar con lo mismo que vinieron. El tribunal ordenaba explícitamente el uso de la fuerza en caso de negativa, así como la expulsión de todo aquel que les suministrase un solo clavo. Por supuesto, si Nicuesa regresase con una sentencia absolutoria o documento equivalente emitido en la instancia que se estimase competente por la autoridad correspondiente, sería bienvenido y reconocido en su cargo, que no dejaba de estarlo en ningún momento. Mas los escrúpulos cristianos que aquí obraban eran así mismo legítimos e innegables.

Se les entregó víveres y agua suficientes, pero no se permitió asistencia técnica, ni suministro de materiales. Para los servidores que los atendieron el primer día se organizó una misa y una acción purificadora, que incluía una procesión alrededor de la villa portando la virgen y quemando incienso, cuyo humo se arrojaba a los purificados. Un espectáculo doloroso para los de Nicuesa, ya a bordo del barco, porque se efectuó ante su vista. Los desdichados, muy desmoralizados, apenas se atrevieron a insistir un par de veces en que al menos les permitieran reparar la nave carcomida, que hacía agua continuamente por doquier. En vano ofrecían sus perlas a cambio.

Milagrosamente sólo se hundieron cuando en el horizonte ya divisaban a La Hispaniola. No se salvó ninguno.

Tras estos turbulentos acontecimientos la colonia de Castilla del Oro pudo por fin prosperar para la gloria de Castilla y de Dios. Balboa era el hombre idóneo para mantener alta la moral de los conquistadores y encauzar las energías de aquellos hombres emprendedores, que ahora pasaban el tiempo libre en espectáculos de perros. Balboa usaba aquellos feroces mastines de guerra para despedazar vivos a prisioneros indios. No por maldad, sino por deporte. Aún no habían toros bravos en las indias. Se apostaba mucho.
– ¡10 maravedíes a que San Sebastián le arranca el brazo a ese indio!


San Sebastián era un enorme mastín, propiedad personal de Balboa, que lo había nombrado así en recuerdo de Juan de la Cosa. En la nave de ese antiguo piloto de Cristobal Colón había arribado el mozo Balboa a La Hispaniola desde Cádiz. Años después, al trasladarse al Darién, se enteró de la muerte del veterano capitán durante la primera incursión de Ojeda: Los caribes lo ataron a un árbol en el camino de retirada de los españoles, y lo acribillaron a flechazos como a San Sebastián. Era todo lo que habían podido entender de las explicaciones sobre las costumbres cristianas que daba, en su difícil dialecto borincano, el atemorizado criado caribe del prisionero español. La confusión de las sencillas mentes nativas se perfilaba ya como el principal y funesto resultado de las escuelas dominicales que organizaban los franciscanos en las Antillas para la evangelización de la servidumbre indígena [10].

Pero en realidad a Balboa nada le interesaba tanto como descubrir un supuesto mar al otro lado de tierra firme, al sur de Castilla de Oro. Estaba preparando una expedición, y reuniendo datos entre los guías indígenas de más confianza. A diferencia de Enciso, que recelaba de los indígenas, y de Pizarro, que los menospreciaba, Vasco sabía ganarse a los aborígenes. Con vino de Jerez. Y la lealtad era recíproca. De esos indios que bebían con él, ni uno solo arrojaría el noble conquistador jerezano a los perros. Cuando Balboa creyó que la expedición estaba lista, le preguntó a su confesor, quien le acompañaría en la riesgosa aventura:
- Decidme, padre Miguel. ¿Vos qué creéis? ¿Nos falta algo?
Y una sóla palabra salió de los labios de Zumárraga.
- Cabezuela.




[10] Una encuesta de los dominicanos en 1600 entre los últimos 3000 indios en Cuba: taínos, guajiros y lucayos, desde 1570 liberados de las encomiendas y asentados en cinco poblados creados específicamente para ellos: El Caney, Mayarí, Jiguaní, Yaguajay y Guanabacoa, dió sorprendentes resultados, como queda recogido en Malentedidos Y Errores De La Evangelización Primaria En America editado en 1618 por el padre jesuita fray Genaro Guzmán. Así creían 62% de los indios encuestados que los santos cristianos eran una tribu de dioses, cuyo cacique Jesús tenía cinco mujeres: María Magdalena, la Virgen de la Caridad, Santa Bárbara, Isabel la Católica y Anacaona. Un africano liberto, miembro de la comunidad guanabacoense por matrimonio, llegó a plantear incluso que Santa Bárbara era "negro y poderoso".

12 comentarios:

  1. Güuicho la caníbal de la izquierda se me parece a la Venus de Boticelli pero metiéndole mano al muslo de un gallego.

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  2. "Las cinco mujeres del cacique Jesús..." creo que eso es difamacion y puedes tener problemas si te toca la entrevista con él cuando te mueras.
    Yo en tu caso y a falta de pruebas, me retractaría...

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  3. Analista,
    es cierto! El grabador tiene que haber sido un italiano. La de Boticelli siempre me pareció la más bonita y erótica entre las venus renacentistas, pero devorando un muslo ibérico ya no tanto...

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  4. AlgoDar,
    eso es lo que dijeron los indios, no yo...

    Pero, ciertamente, con esa quintupla de esposas se estaría mejor que en la cruz, aunque sea todo el tiempo clavado también...

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  5. por mi vieja patria, Güicho, este es el mes de Halloween; mes de meterle miedo a los niños con calabazas asesinas y huesos de difuntos. Esta crónica viene muy a tono con la festividad. Déjame confesarte que es una de las celebraciones que más extraño de mi país. Aquí, en la isla, deberían introducirla. Material hay de sobra: con los muslos de los inditos hechos jamón hay pa hacer más de una película de terror. Y con las cenizas del pobre Hatuey se podrían preparar torticas o masarreales para cuando los niños te vengan a tocar a la puerta.

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  6. Guicho, veo por arriba que mencionas sobre el aborigen inicio del arrozconmango amanceba-dor, costumbre más tarde adquirida en el terreno por los gaitos , de-venida en mulatadas... pero man, ahora ando corriendo prometo que hoy vuelvo y te hago un comment decente. Oye mi herma, mira, no see porque no me entra tu mail. Recibo de Medea, General, Aretino, Yvette, Ivis, ellos me mandan a generacionasere@aol.com
    Y me llega. ¿? Pero mira, de todos modos si el cuento es uno de los que ya publicaste al principio que están volaos, pues nada dime cual y yo copio y pego.
    Bueno consortibiri un abrazo, nos vemos luego.
    Tony.

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  7. GE,
    verdad que sí, que es Halloween!
    En Cuba no hay chance, tienes razón, es mucho el guaseo. Pero se podría, un poco de historias de babalaos, por ejemplo.
    Saludón!

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  8. Asere,
    mandé el cuento otra vez, no es de los posteos de aquí, sino especial para ustedes. Notifica si no llega.
    Abrazo

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  9. General, y no es puro Halloween las salidas de Nosferatu por la tele hablando del cobalto?

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  10. Sí es lo que digo, Analista, que tenemos material... y mientras más viejas se pongan las caras que siempre salen en la tele más esperpéntica la cosa.

    Eso por no mencionar a Alicia Alonso. Puro Halloween de la pantalla nacional cuando se muestra

    No hay duda de que Alicia Alonso se habría salvado del furor de los españoles y las tribus caribes

    Caballero, alguien debería escribir un posting sobre el Halloween y acriollarlo un poco

    saludos Güicho y seguimos a la espera de las sagas

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  11. Coño Güicho eso de jamarse a los indios está duro, pero no creo que sea peor que meterle mano a una pizza de condones.

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  12. General,
    para jamarse a Alicia Alonso hay que ser de una especie específica: carcharodon carcharias, más conocida por tiburón blanco, y con astigmatismo además.

    Jinete,
    pero se los jamaron de verdad, es real ese talle, como el de las pizzas.

    Y desarrollando la idea: En aquella pizzería cierta vez se acabaron los condones, y en la farmacia no habían. Pero Ocarito, el pinche, aquella madrugada se dio una vuelta en bicicleta por las posadas de Playa. Ese día, por primera vez, ofrecieron pizza con queso mozzarella!

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