15 ene 2008
Atentamente
- ¿Don Luis, cómo le ha ido?
Levanté la vista antes de responder, aunque sabía que era Pilar regalándome atenciones.
- Ahora mismo estoy muy bien, encanto. ¿Y tú?
Me daba vueltas cada día, dos o tres veces, desde que nos presentaron dos semanas atrás en la filial de México DF. Allí trabajaba en el departamento contiguo. Ahora en Santa Fe de Bogotá su puesto estaba en el edificio de enfrente, al otro lado del patio, e igual se las arreglaba para pasar por mi oficina reiteradamente.
- Oye, ¡pero qué bien te queda esa blusa! -añadí para agradecer la visita.
- ¡Muchas gracias! Es un vestido, don Luis.
Miré la prenda en cuestión por primera vez, y sí, era un vestido.
- Mira tú, yo ya iba a decirte que la saya también está preciosa -rectifiqué aproximándome para darle soporte físico a las palabras.
- Es una sola pieza.
Separó la carpeta que apoyaba en la cintura y me ofreció todas las flores del vestido. Contemplé las curvas, los colores y las costuras. Tan cerca. Y en algún rincón una enzima empujó a una hormona.
- ¿Te gusta bailar? -inquirí a media voz.
- ¡Claro que me gusta! -contestó, y no supe como pasó su voz entre la sonrisa.
- ¿Quieres salir esta noche?
- ¡Sería lo máximo!
Mi impresión se grabó al instante en el album personal de imágenes interiores. Mi expresión no la sé, pero pareció bastarle a Pilar, y entonces me dijo:
- Creo que a mi esposo le toca ir a jugar tejos esta noche. Ahorita le confirmo, don Luis.
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Güicho
ResponderEliminareso de la enzimas empujando hormonas puede ser peligroso. Imagínete si se equivoca y empuja la hormona errónea!.
cono, me imgino el rush de adrenalina de que cruzaba entre usted-es. ;)
ResponderEliminarsaludos guichon. t
Pero por fin ¿se la tiempla o no se la tiempla?
ResponderEliminarEstos cuentistas de ciencia-ficción siempre con sus ambigüedades.
Analista: Me arrebatastes la magistral fajazon de hormonas y enzimas... Yo venía a resaltar eso mismo...
ResponderEliminarPero bueno, tambien puedo aplaudir ese "no supe como pasó su voz entre la sonrisa".
Muy elegante Gûicho.
Saludos,
Al Godar
Analista,
ResponderEliminarel retozo de los fermentos orgánicos es lo mejor de la vida inconsciente. Lástima que en su apogeo, la adolescencia, no se tenga consciencia.
Tony,
ResponderEliminareso mismo, y me parece muy duro que los años hagan la vida apacible.
Liborio, compadre, claro que sí, acá con mucho cariño y muy consentidora ella. Pero la etiqueta se llama Diálogos, y no me decido a poner una titulada Templetas, aunque hay eventos carnales bastante coloquiales.
ResponderEliminarPor cierto, apuesto -por mera estadística- a que nunca te han tratado de usted en esos menesteres.
Mira tú que en otra ocasión, estando en un balneario de aguas termales de Boyacá, conocí a una joven camarera que me decía "Sumercé, esto y lo otro." No era un gran prototipo, mas por el Sumercé estuve tentado. Sin embargo, mas apenas avancé un poquito, pasó llamarme Papito.
Gracias, Al, gentil como siempre.
ResponderEliminarSaludos
¿Sabes por qué lo de Papito? Pues nunca te dejes llamar, ni papi, ni papito, ni pipo, ni nada de eso, a no ser que sea un encuentro ocasional. La respuesta es que esos cariñosos diminutivos son un recurso para no decirle a uno el nombre del otro (y viceversa).
ResponderEliminarMe sé un cuento real, de una que estaba templando en los albergues de la universidad de Camagüey y como ni se sabía el nombre del tipo que estaba encima de ella le decía. "Ay que rico compañero, ay que rico compañero..."
"Ay que rico, compañero..."
ResponderEliminarCoño, prefiero hasta que me llame por otro nombre. Eso sí, ninguno comenzando con Y.