Volví a mi casa devastado…
agonizaba la última ilusión.
¡Qué ciego fui!
Me lo ha dicho un amigo,
sincero y sereno,
que a él tampoco le has cobrado.
¡Y lo creí!
agonizaba la última ilusión.
¡Qué ciego fui!
Me lo ha dicho un amigo,
sincero y sereno,
que a él tampoco le has cobrado.
¡Y lo creí!
Asonancias, Santiago Alfonso Fácquer, 1866
II El Otro Abuelo
Desde que desembarcó en Maracaibo en 1814 el joven brigadier Vicente Sotolongo y Solís había hecho una carrera meteórica en el Batallón Numancia. En 1819 era el jefe de la caballería realista del Pacificador Morillo. Hasta que el 2 de abril encabezó la carga española en la Batalla de Las Queseras del Medio.
Al frente de 1000 dragones, húsares, lanceros e infantes montados el animoso oficial manchego hizo huir a los 150 llaneros de José Antonio Páez, un antiguo aliado de la corona que se había pasado a los independentistas. Cuando la victoria española parecía al alcance de la mano, el caudillo Páez profirió su famoso grito de “¡Vuélvanse, carajo!”, provocando con ello que los llaneros detuvieran su huida y arremetieran con indescriptible ferocidad contra sus perseguidores. Don Vicente no quiso ser menos y también gritó: “¡Volveos, joder!”
La desbandada realista desembocó en un desastre. El general Morillo temió ser arrasado por su propia caballería en aquel pánico retroceso y ordenó a la infantería disparar a los jinetes compatriotas. Pocos se salvaron de la matanza. Esa noche la estrella militar del Pacificador Morillo se empezó a apagar. En cambio, el Libertador Bolívar, testigo del combate desde la ribera opuesta del Arauca, tuvo un ataque de euforia. Por su parte, Vicente Sotolongo, herido de bala en un hombro y de lanza en un glúteo, fue degradado a sargento.
Un año después hacía la guardia junto a la Torre del Oro, mirando las aguas del Guadalquivir correr tan pasajeras como su gloria.
Fue el primer antepasado de Santiago Alfonso Fácquer en comprar un libro de poesía.
Al frente de 1000 dragones, húsares, lanceros e infantes montados el animoso oficial manchego hizo huir a los 150 llaneros de José Antonio Páez, un antiguo aliado de la corona que se había pasado a los independentistas. Cuando la victoria española parecía al alcance de la mano, el caudillo Páez profirió su famoso grito de “¡Vuélvanse, carajo!”, provocando con ello que los llaneros detuvieran su huida y arremetieran con indescriptible ferocidad contra sus perseguidores. Don Vicente no quiso ser menos y también gritó: “¡Volveos, joder!”
La desbandada realista desembocó en un desastre. El general Morillo temió ser arrasado por su propia caballería en aquel pánico retroceso y ordenó a la infantería disparar a los jinetes compatriotas. Pocos se salvaron de la matanza. Esa noche la estrella militar del Pacificador Morillo se empezó a apagar. En cambio, el Libertador Bolívar, testigo del combate desde la ribera opuesta del Arauca, tuvo un ataque de euforia. Por su parte, Vicente Sotolongo, herido de bala en un hombro y de lanza en un glúteo, fue degradado a sargento.
Un año después hacía la guardia junto a la Torre del Oro, mirando las aguas del Guadalquivir correr tan pasajeras como su gloria.
Fue el primer antepasado de Santiago Alfonso Fácquer en comprar un libro de poesía.
Ay, el otro abuelo, como los "dos".
ResponderEliminarRiqueza "hiper" - textual.
Saludos,
Isis
Eres un genio, hijo alegre del autor del Libro del Desasosiego, pero tu sosiego me divierte más. Culto, brillante, inventivo.
ResponderEliminarGenial a lo superlativo, me di cuenta ya cuando tuve que interrumpír la lectura para reirme a carcajadas por la "carrera meteórica en el Batallón Numancia".
ResponderEliminar"herido de bala en un hombro y de lanza en un glúteo…" Por qué te ensañas con Fácquer y sus antepasados? Te la tumbó algún poeta? Que a él tampoco le cobraron? Y qué! No es eso mismo prueba de virtud? Recuerda que en estos pases, como en la estrategia militar, los amateurs superan a los profesionales.
ResponderEliminarSinceramente, querido Güicho, es esto aun una de tus geniales fantasias? Me tienes confundido. Buen sintoma.
ResponderEliminarGracias, Isis, Zoé & Diana, tan inteligentes como generosas.
ResponderEliminarEstimado Jorge,
no me ensaño, para nada. Hombre, si esto es un homenaje a Fácquer!
Querido Javier,
la duda es algo natural. Pero jamás intentaría sustraer el mérito a Santiago Alfonso Fácquer.