30 jul 2010

Arische Ärsche (Culos Arios)

Ernst Röhm, SA-Oberschwulenführer.

Mucho se ha escrito sobre la persecución de los homosexuales en el Tercer Reich. Se sabe que no menos de 15.000 perecieron en los campos de concentración, donde decenas de miles debían portar un triángulo rosado en la camisa y sólo eran envidiados por los judíos y los soldados soviéticos. Sin embargo, en su origen el NSAPD era el partido más gay de Alemania. El brazo armado de la organización era la SA. Pues bien, entre los guerreros nazis había un porcentaje tan alto de homosexuales que, si excluimos a los caballeros templarios, para encontrar algo semejante en una milicia europea habría que remontarse a los hoplitas griegos. 

De hecho, en la antigüedad la homosexualidad era más regla que excepción. Hasta que llegaron los apóstoles. En efecto, en Occidente la heterosexualidad militante la introdujeron los judeocristianos durante la evangelización. En el Imperio Romano era algo banal sodomizar al prójimo. En Atenas uno de los eufemismos más comunes para decirle feo a un jovencito era “ojete guiñado.” Estaba reservado para mozalbetes tan poco agraciados que ni los amigos de su padre le hacían el favor. De más está decir que resultaba un calificativo muy humillante. Toda esa cultura anal la estropearon los judíos. Y los nazis odiaban a los judíos. Luego, si además tantos eran gays, ¿cómo es que no acabaron como "camisas rosadas" en lugar de "pardas"?

Se ha argumentado que por entonces en Alemania la homosexualidad era penada por la ley –en verdad lo fue hasta 1969– y que el NSAPD pretendía alcanzar las grandes masas germanas, entre las que imperaba el prejuicio desde tiempos inmemoriales. Puede haber algo de verdad en eso. En la Gau –algo así como la cooperativa tribal germana– se castigaba la mariconería con el estrangulamiento si había atenuantes (“resbalé y caí de cuatro”, “creí que se trataba de una oveja”, etc.). De lo contrario, la sanción era un baño en los pantanos con una piedra grande atada al cuello. Mencionaba los atenuantes porque no era raro escucharlos. En definitiva, la Gau vivía de forma bastante confusa: en grandes barracas comunales. Allí dentro dormían, juntos y un poco revueltos, las personas y el ganado. Sin embargo, no se debe pensar en orgías por muy público que fuera el sexo, pues no olía a esencias y aceites, sino a sudor y excremento. Aunque tampoco nada de eso se notaba demasiado. Es algo que los legionarios romanos y otros veteranos menos antiguos podemos testimoniar: bajar unas bragas germanas implicaba una dosis de riesgo.

Tal vez una experiencia así determinó la vocación de algunos miembros de las SA. Su jefe, digamos que el Obergayführer, se llamaba Ernst Röhm. Aquel muniqués de aristocrática cuna tenía el rostro rediseñado por el creativo efecto de una granada belga en la Guerra Mundial. En la etapa inicial del NSAPD fue el hombre duro del partido, el puño viril al frente de varios miles de jóvenes arios amantes de los uniformes, la ropa oscura y el cuero. En Múnich se comentaba que había dos formas de que te entrara el nazismo. Una tenía lugar en las tabernas con la gente de Adolf Hitler y la otra en las saunas con la tropa de Ernst Röhm. Podías escoger: por las orejas o por el culo.

Röhm cayó en desgracia por primera vez en 1925. Hitler había decidido entrar en el juego legal y ya no veía con buenos ojos la belicosidad de las cachiporras del otro. Las exigencias del Führer en ese sentido fueron llamadas “una castración” por el empedernido sodomita bávaro, que optó por largarse de Alemania en un arranque de rabia. Emigró a Bolivia, donde recibió los galones de teniente coronel en el ejército local. Fueron los años más duros de su vida, como confesaría más tarde, puesto que sólo había mujeres disponibles y se vio obligado a un lustro de abstinencia. Por tal razón aceptó la solicitud de Hitler para regresar a Alemania y asumir nuevamente el mando de las SA, sumidas en el desorden desde el motín berlinés del conflictivo Oberführer Walter Stennes. Con la reaparición de Röhm en enero de 1931 las SA y el lumpen-proletariado alemán volvieron a entrar por el aro organizado del nacional-socialismo. De inmediato Stennes manifestó cierta antipatía hacia el recién llegado, a quien llamó “schwule Sau” (cerda marica.) Hitler contestó que la vida privada de sus hombres no le interesaba y expulsó del partido al homofóbico rebelde.

La segunda vez que Röhm cayó en desgracia fue en 1934. Ahí Hitler ya tenía el poder absoluto en Alemania. Los intrigantes contra el jefe de la SA eran esta vez Himmler y Göring, celosos del poder del primero. En la SA se agrupaban 3 millones de hombres armados bajo una oficialidad básicamente gay. En cuestión de horas podrían haber neutralizado a la Wehrmacht y la SS juntas. El embrollo desembocó en la Noche de los Cuchillos Largos. En la madrugada del 30 de junio de 1934 Hitler se apareció pistola en mano con un comando de las SS en el Hotel Hanselbauer de Bad Wiessee, al sur de Baviera, donde dormía la dirigencia de la SA citada para un encuentro con el Führer en la mañana siguiente. El espectáculo fue escandaloso. A los oficiales de la SA los sacaron por la puerta principal rumbo a la cárcel de Stadelheim, mientras que a los mancebos acompañantes se los llevaron por el patio en dirección al campo de concentración de Dachau. Los primeros tuvieron una muerte rápida. El último fue Ernst Röhm el 1 de julio, pues Adolf Hitler en el fondo le tenía cariño.

10 comentarios:

  1. Excelente, Güicho.
    Tal y como dices.
    Le hago link en mi blog.
    Saludos,

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  2. Leído y disfrutado como siempre disfruto lo que escribes.

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  3. Muy interesante, tal vez por eso algunos colectivos gays europeos que están vinculados al socialismo, sean tan antisemitas.

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  4. Buenísimo, amigo Güicho. Gracias.

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  5. El gozo o el miedo que pasaría ese bizco al ver un cañón de metal o de carne apuntándole.

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  6. Isis, Zoé & Frida,
    el placer es mío.

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  7. Epiro,
    sí, por ahí va la cosa en el subconsciente desconsiderado del homo homo sapiens sapiens russus.

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  8. Pedro,
    al bizco el Führer le dio la opción de suicidarse. Normalmente traían a cada SA-Oberführer a un cuarto donde había 3 SS-Sturmführer, uno le decía "el Führer te ha condenado a muerte" y otro le daba un tiro en la cabeza sin más preámbulo. A Röhm, en cambio, no lo sacaron de su celda. Los tres SS entraron, el vocero le dijo: "dice el Führer que te portes como un hombre", y le entregaron una pistola con una bala. Salieron y cerraron la puerta. Pasaron 10 minutos y nada. Entonces los tres desenfundaron sus Luger y entraron otra vez. Röhm abrió la boca para decir algo, pero ahí mismo le desarrajaron los 3 tiros en el pecho.

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