Del pensamiento guevariano: …es un deber de todo revolucionario buscar incansablemente la excelencia, teniendo siempre presente que algún compañero sabe más, avanza más, mata más…
Agosto 15 de 1967
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Por fin llegaron Coco y Aniceto. Con hambre. Por el camino se encontraron con los macheteros, pero a estos ya se les había acabado la carne, lo cual implicó que se les agotara el agua. Miguel mandó a pedir más agua para poder seguir chapeando. Envié a Darío. Lo de la carne lo analizaremos en otro momento.
La radio de Santa Cruz reportó sobre dos prisioneros del grupo de Joaquín. Lamentablemente ambos cantaron de lo lindo. Le di de alta a Pacho. A mí hay que hacerme otro drenaje. El mismo pie, otro furúnculo. El pie izquierdo está bien, aunque la urticaria se me está corriendo para el muslo de ese lado. Ahora que Pacho puede cargar con los enseres de la cocina, usaré la mula.
Agosto 16 de 1967
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La mula es tan lenta como la yegüita. Por precaución únicamente la pinché con un palo afilado. Me arrojó al suelo de una sola contorsión. Es más terca que la yegüita. La aviación ha vuelto a aparecer. No es bueno para los nervios del colectivo.
Agosto 17 de 1967
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A las 9 de la mañana alcanzamos el río Rosita. Estaba donde mismo lo dejamos la última vez. Coco aseguró haber escuchado disparos. Nadie pudo confirmarlo. Creo que Coco se está volviendo paranoico. Organicé rápidamente una emboscada de contención, y ordené apresurar la marcha al resto de la columna. Nos perdimos varias veces, mas a las 4 y media de la tarde encontramos el Río Grande. Dispuse descansar unas horas para esperar la reincorporación de los emboscados. Llegaron ya de noche, reportando cero novedad. Hay que controlar esa paranoia de Coco, nos retrasamos por su culpa. No obstante, no debe ser reprimida totalmente, pues eso podría socavar la razonable dosis de precaución que necesita la guerrilla.
La carne de caballo da para dos días con raciones modestas. La radio reveló datos específicos de las 4 cuevas del Ñancahuazú. Por lo visto cayeron todos los escondites.
Agosto 18 de 1967
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El objetivo del día era llegar a nuestro viejo campamento del arroyo. Atravesamos el Río Grande a las 6 de la mañana por un vado relativamente fácil. No puede decirse lo mismo de los siguientes tres vados que cruzamos. En particular el cuarto cruce fue muy complicado. Sin embargo, resultó ser el bueno, pues reconocimos el lugar sin chapear un sendero como en los vados anteriores. A la cuarta va la vencida, y esta vez no tuvimos que volver atrás. A partir de ahí no hubo difilcultad para hallar el arroyo. Salvo el cansancio de los hombres. Llegamos hacia las 2 de la tarde, con la tropa y mi mula totalmente extenuadas.
El descanso se vio un poco afectado por los insectos. Esas malditas mosquitas deben tener ahora una fase de auge reproductivo. Forman nubes. Y se cuentan por millares. Millares por metro cúbico. Todos nos rascamos, aunque de momento soy el único que también se rasca bajo la ropa. Hace frío, eso es indiscutible.
Inti me comunicó la situación de Camba. Pide la baja por agotamiento físico y moral. No le ve sentido a nuestra lucha. Es la ceguera de los pusilánimes. Y sabemos por nuestra vasta experiencia que se vuelve epidemia si no la extirpamos. Es un asunto delicado. Si lo fusilamos podría ser contraproductivo. No estamos en Cuba. Los bolivianos aún no saben alegrarse del castigo ajeno. La otra opción es dejarlo ir, previa deshonra pública educativa. El problema es que, si lo capturan, hablará con toda seguridad. Conclusión: Camba tendrá que quedarse. Se necesitará de buen trabajo ideológico para que no contamine al resto. Mañana tendré una conversación con él y con Chapaco, que ha estado refunfuñando toda la tarde porque le tocó chapear por gusto en los tres primeros cruces del río.
Agosto 19 de 1967
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Por la tarde hubo un momento de pánico. En esta ocasión el culpable fue Arturo. El guajiro estaba de guardia y sintió un ruido. Distinguió un bulto y le entró a tiros. Llegué a temer que se tratase de Benigno. Por suerte, era un tapir. Recibió siete balazos y representa carne para 4 días.
Mandé a Miguel con Coco, Inti y Aniceto a explorar en dirección a la casa de Vargas. Si no hay soldados, deben traer comida.
Llamé a contar a Camba y Chapaco. El primero planteó su deseo de irse. Dejé claro que no podemos autorizar su salida hasta que no encontremos a Joaquín. Luego, si no ha cambiado de opinión, podrá retirarse de la guerrilla. Camba dio señales de entenderlo. Por su parte, Chapaco afirmó que no se iría porque sería un cobarde en tal caso, pero que sí quería al menos una esperanza de poder irse dentro de 6 meses. Mientras hablaba se orinó. Hice como que no me daba cuenta. Me pareció prudente concederle la esperanza que pedía. Después soltó una sarta de incoherencias sobre su familia, el chapeo, la falta de apoyo, el hambre, las enfermedades, el frío, los mosquitos, la muerte, lo inútil del esfuerzo, la ausencia de un plan, la necesidad de un baño caliente y la nostalgia de una cama blanda. Está desquiciado, es evidente. Probablemente dentro de poco habrá que quitarle el arma.
Encontrar a Joaquín es vital, pero ¿dónde? Benigno ya debería estar aquí, y nada. No hay noticias de Miguel.
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Siniestro el relato, adecuado para Guevara. No es crítica, todo lo contrario.
ResponderEliminarEste parrafo es punzante y -lamentablemente- realidad:
ResponderEliminar"Si lo fusilamos podría ser contraproductivo. No estamos en Cuba. Los bolivianos aún no saben alegrarse del castigo ajeno..."
Dramático. La mula no entiende. Benigno desaparecido, total que, leyéndote me doy cuenta que este tipo era más que un suicida-energúmeno-asesino, era una clase de comemierda, y lo que hacía lo hacía para su gloria personal. Fui de nuevo al original. Te prefiero.
ResponderEliminarEn efecto, el verdadero diario es éste.
ResponderEliminarWaiting for the next one.
Don Eufrates,
ResponderEliminarya sabe, el cubo y los alacranes son fundamentales para explicar estos diez lustros.
Diana, Zoé & Isis,
ResponderEliminarmuchas gracias. Lo cierto es que a Guevara no hay que inventarle nada, lo dejó todo escrito.