14 jul 2009

Las notas perdidas del Diario del Che en Bolivia 41

Foto: El recóndito recelo del comandante Guevara hacia el revolucionario negro se hizo patente al agarrar con la mano la pitón del africano.

Agosto 20 de 1967

[…]
Día perdido. Nos vimos obligados a permanecer en el mismo lugar por culpa del Moro. Dice que tiene lumbago y no puede caminar. Sugirió usar la mula, pero es obvio que el animal no podría conmigo y con él. Chapaco fue el único que tuvo éxito en la caza. Atrapó una urina y un mono. Se llevó a cabo un sorteo para ver a quién le tocaba comer venado y a quién mono. No participé por mi necesaria neutralidad como comandante.

La carne del venadillo quedó bien, pero me causó el mismo efecto que la pava del otro día: un feroz ataque de asma. Suspendí la descarga que pretendía soltarle a los macheteros por su lentitud.

Benigno no aparece.

Agosto 21 de 1967
[…]
Otro día inútil. Al menos la caza fue generosa, en cantidad sobre todo. Eustaquio cazó 4 monos. El Moro también agarró uno. Tuvo que treparse al árbol, ya que el macaco abatido se quedó enganchado por la cola en la bifurcación de una rama. Fue una pequeña hazaña de Muganga, si tenemos en cuenta su lumbago.

Comí el resto de la urina de ayer. Por suerte, esta vez no me produjo asma. De sobremesa Willy preparó un mate de coca. No es igual. Pronto sentí un fuerte asma. Pero no era asma, sino mis propios ronquidos. En mi letargo podía escucharlos con claridad pristina. Me despertó Benigno. Sonreía y me mostraba mis medicinas. Por lo visto, había logrado entrar en la cueva antes que el ejército. Sentí un grato alivio, como cuando mi madre me bajaba la fiebre con un supositorio uruguayo. Eran mejores porque se derretían más rápido aunque fueran más grandes. Sólo el mentol ardía un poquito. Quise evitarlo, mas no pude contener las lágrimas al recordarlo. Benigno me dijo que no llorara porque también había encontrado a Joaquín. La alegría se me anudó en la garganta, y quise saber dónde estaba Joaquín. Benigno respondió que lo había enterrado bajo unas piedras con el resto de su gente para que el enemigo no los descubriese. Le grité que era un animal, saqué la pistola y le disparé dos veces.

Estaba seguro de haberle dado a Benigno, mas sólo había un perro herido en medio del charco de sangre. Me acerqué gateando incrédulo. El perro aún estaba vivo y empezó a lamer mi rostro. Entonces comprendí que la pegajosa lengua del perro era la mano húmeda de Pombo intentando hacerme recobrar la consciencia. Todavía aturdido me percaté de que había estado soñando. Lo único real habían sido los tiros, pues Pombo masculló que le di al radio. Varios hombres me rodeaban. Me senté en el suelo, y ordené reanudar el descanso. Se fueron apartando entre murmullos. Sólo quedaron Willy y Pombo. Les pregunté por Benigno. Willy encogió los hombros. Pombo contestó que había estado de posta hasta ahora y no lo había visto llegar. Recuperé por completo la claridad de mi juicio, y les di permiso para retirarse. Una inusual agudeza perceptiva me permitió oir claramente su cuchicheo mientras se alejaban. “Si llego a saberlo, no hago el té, menudo susto me sacó” –se quejó uno. “Aquí ya uno no puede ni botarse una paja tranquilo durante la guardia” –añadió el otro.

[…]

6 comentarios:

  1. Hasta sonando apuntaba su condicion humana.

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  2. Tremebunda la imagen, Guevara, un asesino que además confesaba que le gustaba matar, encocado. Hasta en su delirio a lo primero que atina es a matar. Esperpéntico.

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  3. Entre la mula que no podia cargar a los dos por lo que el otro tendria que caminar a pesar de su lumbago y la necesaria neutralidad del comandante que le merece un trozo de venado, apreciamos la magnanimidad de los cuadros robo-lucionarios. y siguen comiendo mejor que en cuba que ni monos tiene.

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  4. Lo de los supositorios uruguayos, jajajajaja, todavía estoy doblada.

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  5. Espero los viernes para leer "el diario", comenzar el fin de semana con humor, ironia y un obsequio al buen gusto....Ud., amigo Guicho, no me falla...

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