Ya lo decía el presidente Ramón Grau San Martín: la cubanidad es amor.
Septiembre 26 de 1967
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Ha sido una jornada nefasta para la revolución. Debí sospechar cuando alcanzamos Picacho y nos encontramos con un verdadero carnaval. En aquel villorrio a 2,300 m de altura había una fiesta popular andando desde la noche anterior, y nadie pareció asustarse con nuestra llegada. La mujer del corregidor nos ofreció singani, aduciendo que era bueno contra el soroche. A Pacho y Pombo les brillaban los ojos, mas rechacé el aguardiente. Algunos hombres, sobre todo Chapaco, el Ñato, Willy y Pablito comenzaron a moverse al ritmo de un huayño titulado Corazón de Piedra. Avisé en voz alta que la pausa era sólo para beber agua y descansar unos minutos.
Pablito se acercó a Inti e intercambiaron algunas frases. Luego Inti vino a sugerirme que celebrar con los lugareños supondría ganar muchas simpatías, y que tal vez podríamos quedarnos a bailar waca waca más tarde. Me irritó bastante, pero me limité a aclarar que teníamos prisa por llegar a La Higuera. Inti volvió a insistir, añadiendo que Pablito se había ofrecido para enseñarme unos pasillos de huayño. Me encolerizó. Estuve a punto de gritarle un improperio. Sin embargo, me contuve y le expliqué, no sin cierta aspereza, que la danza era un vano escape a la dura realidad del pueblo, una manifestación de desidia poco revolucionaria y, por lo demás, una actividad física absurda. Inti asintió con expresión muy seria. No fue necesario mencionar que en mi primera y única clase de tango me torcí un tobillo, lo que me impidió jugar rugby por todo un mes. Poco después me levanté y ordené la salida. Pude comprobar con satisfacción que todos los combatientes se pusieron en marcha sin chistar. En el Congo era diferente. En cuanto sonaba un tambor se nos fastidiaba la guerra.
Antes del mediodía llegamos a La Higuera. Estaba desierta. Apenas tropezamos con unas pocas viejas. Nos dijeron que todos los vecinos se habían ido para Jagüey, porque había fiesta. Mandé a Coco a revisar el puesto de correos. Volvió con tres telegramas de interés. El primero anunciaba que habría serenata taquirari y banquete en la fiesta de Jagüey. El segundo avisaba de que la guerrilla había sido vista en la zona. El tercero era de hoy por la mañana y recomendaba que todos los habitantes saliesen de inmediato para Jagüey. Sin duda que aquella fiesta sí era a lo grande. Coco descubrió asimismo un teléfono, aunque la línea sólo comunicaba con Jagüey y nadie atendía por culpa del guateque.
Decidí enviar a la vanguardia hasta Jagüey. Miguel me preguntó qué debía hacer al llegar a la verbena. Le dije que decidiese según lo que viese. Partieron a la 1:00 pm. A la 1:10 apareció el Ñato con un prisionero. Era un viejo que encontró escondido en una casa. El hombre permanecía encorvado y temeroso. En los siguientes 15 minutos pidió permiso 4 veces para ir al baño, 3 veces para ir a apagar un horno que dejó encendido, 2 veces para ir a ponerse una ropa más abrigada, y otras 2 veces para ir a dar comida a las gallinas. A la 1:15 llegó un vendedor de coca con una mula. Contó que venía de Valle Grande, vía Pucará, y que no había visto soldados en todo el trayecto. También lucía muy amedrentado ante nuestra presencia. Aprovechó una de las solicitudes del viejo para anunciar que también necesitaba ir al baño. A la 1:25 los autoricé a los dos. Se precipitaron por la calle polvorienta. Me sorprendió la agilidad del anciano. Trotaba a la par del mercader en su mula. A la 1:28 los perdí de vista. Y a la 1:30 comenzó a caer una lluvia de tiros.
Nos atacaban desde todas partes. Formé una línea defensiva. Lo curioso es que no estaba claro para dónde disparar. La tropa apuntaba de forma aleatoria. Mandé a suspender el fuego cuando un disparo de Willy le dio a mi mochila. Poco a poco me fue abordando una idea sagaz: El ataque era apenas una distracción del enemigo para concentrar su embestida sobre la gente de Miguel, en el camino a Jagüey. Me dispuse a aguardar por los sobrevivientes. Al final, los hechos me dieron la razón. El primero que apareció fue Benigno con una herida leve. Más tarde llegó Aniceto con Pablito herido en un pie. Da la impresión de que no podrá bailar por un buen tiempo. El resto: Miguel, Coco y Pocholo muertos, Camba desaparecido. De inmediato salimos velozmente por el camino a Río Grande. Las balas enemigas venían detrás. Inti se retrasó con su gente. Nos escondimos para esperarlos. Mas nos seguían disparando cada vez más cerca, por lo que resolvimos abandonarlos. Arrancamos a toda carrera. Y en ese instante Inti nos sobrepasó.
Nos reagrupamos algo más lejos, comprobando que también León desapareció. Antes se había visto a alguien corriendo abajo por el cañón. Debió ser León. Enviamos igualmente las mulas hacia abajo por el cañón para completar el rastro de León y engañar al ejército. Nosotros subimos. No conseguimos llegar muy arriba, mas ahora tampoco podemos bajar.
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Guicho este post de hoy no tiene desperdicio, desde que comencé a leer no paré de reir y con la falta que me hacía.
ResponderEliminarTodavía no se si la combinación del singani con el ritmo huayño es lo que me ha puesto bueno el soroche y con el título "corazón de piedra" no dejo de reirme pensando en el movimiento que provoca.
Los tres telegramas era algo así como una crónica anunciando la emboscada, más claro ni el agua.
También hay que admirar lo buen compañero que era el personaje, mandó las mulas para que hicieran más evidente el rastro y cogieran a León para él poder escapar.
Le dejo el resto de los detalles al resto de la tropa Guicho Crónico.
Pero lo de Benigno, dime algo Guicho que no estoy tan enterada. Es cierto el comentario del pie de la foto?
Gracias, Lori. La frase de Benigno sobre su jefe es casi textual. Se la dijo en su exilio parisino a un historiador alemán que realizó un documental basado en la extravagante relación entre Benigno y su antípoda Félix.
ResponderEliminarEso le paso al argentino por no gustarle el baile. Si se hubiese quedado en el carnaval con ritmo de huayno, no hubiese llegado a tiempo a la emboscada de La Higuera.
ResponderEliminarDon Guicho, esta nota perdida es antologica! Pie de foto incluido!
Guicho, daría no se que para que Benigno no fuera cubano, sabandija...
ResponderEliminarMaravilloso post! Ni de danza entienden...Esta cronica hay que leerla y releerla como antidoto a la depresion...Gracias amigo Guicho, por aclarar de donde vienen algunas de esas frases...la realidad supera la fantasia indeed...
ResponderEliminarQuerido Güicho, la foto con el pie de foto no tienen desperdicio. Vi el documental en Checoslovaquia, yo era jurado del festival que lo mostraba. El documental da vergüenza ajena, sobre todo donde Benigno declara que se fue de Cuba el día que desconfió tanto de su mujer que pensó en asesinarla o algo por el estilo. Luego mostrarlo como un pobre viejo agotado en las calles de París, o como si estuviera mendigando en el metro, resulta verdaderamente asqueroso.
ResponderEliminarTu post, como siempre, delicioso. Tengo sentimientos encontrados, al tiempo que me desespero por llegar al final de tu versión del Diario, no quisiera que se me terminara, el placer de divertirme con tu prosa.
Don Eufrates,
ResponderEliminarsí, por suerte el tipo era puntual.
Frida,
ResponderEliminarmuchas gracias. En efecto, la fantasía nunca supera a una farsa real como la guevariana.
Querida Zoé,
ResponderEliminarmuchísimas gracias.
Caramba, te tocó probar ese potaje documental fresquito! Pues na', más tarde sabe igual de mal.
Bueno, pues luego habrá que atender a otros próceres.
Absolute!
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