Del pensamiento guevariano: A la pobre Aleidita la tuve que enseñar a fumar para congraciarme con Fidel... Necesito urgentemente mi propia revolución...
Septiembre 28 de 1967
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Estos momentos de ansiedad y zozobra marcan un hito en el desarrollo emocional de la guerrilla. Cada uno de nosotros ha visto temblar hoy a 16 de los 17 combatientes. Resultó un poco desalentador. Lo bueno es que acá no tenemos espejos. Podría ser desmoralizante.
El primer susto fue menos grave. Sólo se orinaron Chapaco y el Chino. Aunque creo que lo de Chapaco fue algo más. Eran como las 10 de la mañana cuando pasaron 46 soldados encima de nuestros escondites. Iban extremadamente despacio y escudriñando los matorrales. Era como si quisieran mortificarnos. Demoraron una eternidad en desaparecer. Todo ese tiempo a Chapaco hubo que sujetarle la mano, aferrada a la cuchara y queriendo cavar. Primero fue Olo, luego entre Olo y Pombo.
La segunda alarma culminó en franco terror. Al mediodía llegaron 77 guardias. Desfilaban con exacerbada lentitud a escasa distancia de nosotros, y el forcejeo por la cuchara de Chapaco se volvió patético. Se hizo evidente que, si no lo soltaban, Chapaco iba a gritar. Entonces Olo perdió en control. Desenfundó la pistola y se la colocó a Chapaco en la sien. Se nos heló la sangre en las venas. Por un segundo creí llegado el fin del ELN. Comprendí que tenía que hacer algo, y me arrastré como pude. Sin embargo, no logré alejarme lo suficiente. Pude así ver como Pombo mantenía la sangre fría para buscar una solución. Tras pedir calma por señas a Olo y Chapaco, Pombo se sacó una bota, se quitó la media y se la puso a la cuchara como silenciador. Luego, muy despacio, fue apartando el arma de Olo de la cabeza de Chapaco. Y ahí fue que se escapó el tiro.
El disparo tuvo un efecto pavoroso. Incluso Chapaco se paralizó, tras repetir la excreción. En lo alto los soldados entraron en zafarrancho y se desplegaron con el arma en ristre. El jefe dio la orden de descender la quebrada. Estábamos perdidos. Ante un ataque desde arriba no teníamos escape. Vi clara envidia tras el desespero de varios pares de ojos que fijaban la chuchara de Chapaco. Pero ya era inútil cavar. Encogerse era la única opción. Habría que considerar, una vez que pase esta fase, las ventajas de una guerrilla de enanos. ¿Será ese acaso el secreto del Vietcong? De súbito el soldado radista se acercó al oficial y le pasó los auriculares. Al parecer, un superior exigía que apurasen la marcha. Eso nos salvó.
Se le incautó la cuchara a Chapaco. La dejé con la media.
Por la noche la radio anunció mi muerte. Pensé que me irritaría, pero no fue así. Más bien lo contrario. Poco duró el alivio. Antes de medianoche corrigieron la noticia, diciendo que únicamente me tienen cercado. Eso sugiere que de momento el acoso no cesará.
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Long-Awaited! excelente entrega como siempre! le queda poco al cheky el chacal de la cabaña, jejeje!
ResponderEliminarSuuubliiimeeee!
ResponderEliminarBueno, ¡cómo te hemos esperado! El pie de foto de Aleidita fumando insuperable, el efecto del tabaco no se le ha bajado aún.
ResponderEliminarLOL! Una joya de post, desde el pie de foto. Bueno, a eso fue el a Bolivia, a crear su propia revolucion. Menos mal que los campesinos bolivianos fueron mas agudos que los cubanos y no se dejaron enganar. La cuchara con la media: priceless!
ResponderEliminarDanilo, Isis, Zoé & Eufrates,
ResponderEliminargracias por pasar y comentar.
Danilo,
ResponderEliminarestoy tratando de conseguir los apuntes que dejó el Cheky sobre el papel de una cajetilla de cigarros en su última noche.
Zoé,
ResponderEliminaral efecto del tabaco se suma la tara familiar.