19 feb 2008

Seda Azul



Voy a cambiar de latitud. Nuevamente. Tengo 40 años. Todavía puedo matar, partir es la mejor opción antes de que sólo pueda morir. Y aunque para mí no hay tierra prometida, me prometo renunciar al frío y al gris.

Poco a poco estoy desechando pequeñas cosas, residuos materiales de mi existencia todos estos años. Me llevaré apenas lo imprescindible. Varios libros, muchos discos, algún papel timbrado. Cada día el cajón de mudanza está más lleno. Y el saco de basura también.

Este domingo la encontré. En el anaquel inferior del armario de la oficina, entre mi tesis de grado y el balance anual de una empresa que nunca funcionó. Allí estaba, envuelta en un nylon anudado, la pañoleta azul de fina seda china.

La reconocí de inmediato, antes de abrir el envoltorio. Me la llevé directo al rostro. Y sí, todavía huele a Esther. Intensamente.

La conocí en Francfort del Meno. Frente a un bar, que no era kosher ni siquiera para una sefardí, pero prometía cierto calor en el indeciso invierno alemán. No me acuerdo de todos los detalles, porque no se trata de esa vez. Tampoco se trata de cuando me despedí. Si bien aún sé que fue en su apartamento de dos pisos de madera. Quiero decir, con el suelo de madera, con la escalera interior de madera, y con una cama de madera, que no crujía porque estaba encajada en un raro nicho de tres paredes bajo un espejo. Ese se lo atornillé yo en el techo.

No, se trata de otro día. Insignificante por lo demás.

Después del trabajo nos encontramos en un modesto restaurante como habíamos acordado. Mostraba esa sonrisa casi tan redonda como lo otro que la hacía tan atractiva y tan poco hebrea en su imagen posterior.

- Hola, tesoro -le dije tras el beso.- ¿Qué celebramos?

- ¡Decídelo tú, pero yo te traje un regalo! -contestó.

- ¿Para ahora o para después?

Sonrió. Sin decir palabra, colocó una mano entre los senos y extrajo la pañoleta de seda azul.

- La he llevado ahí todo el día para ti.

Nunca estuve tan cerca de Abraham.

Sí, el cajón de mudanza pesará unos gramos más.


12 comentarios:

  1. �Entonces qu� �Vienes para ac� el Guicho?

    ResponderEliminar
  2. Guicho espiritual... conformandose con el olor del recuerdo?... todas las flores huelen iguales y a la vez diferentes... me dijo un perfumista del sexo cierta vez.... asi que vienes para aca...?... si, dicen que este es el destino natural de todos los que no se quedan... y esa verdad nunca he querido creerla...

    ResponderEliminar
  3. Rememorar cosas buenas es vivir... Trasladarse a vivencias pasadas permite restablecer el interior, aunque sea fugazmente...
    Me alegra que renuncies al frió y al gris, es mentira que la soledad sea llevadera. Sirve si la eliges. Si no, es un látigo. En el silencio la soledad puede ser un rumor insoportable.

    Güichito esta ves si que me has hecho esperar ;-)

    ResponderEliminar
  4. Pues dichoso tú que puedes partir y enpezar de nuevo

    ResponderEliminar
  5. Te vas Güicho? Bueno, queda la red.

    40 años! Tiempos felices que pasaron y no volverán. Es difícil concentrarse pensando en el mar cuando el frío te agrieta la cara.

    El que está acostumbrado a viajar sabe que algún día tendrá que partir.

    Buena suerte!

    ResponderEliminar
  6. Asere,
    hay mejor palco para ver el final del sainete?

    ResponderEliminar
  7. Grieguita,
    lo que el experto quiso decir fue que cada aroma se compone de iguales ingredientes, pero la concentración de los mismos varía.

    ResponderEliminar
  8. Caramelo,
    muchas gracias. Pero dime una cosa, acaso te ha azotado la soledad?

    ResponderEliminar
  9. Jinete,
    igual es complicado, pero se puede. Es cuestión de querer, y de números, como siempre.

    ResponderEliminar
  10. Analista,
    gracias, socio, tenemos el sonar sincronizado.

    ResponderEliminar

Related Posts with Thumbnails