7 ene 2009
Fragmentos del diario infantil de Antonio Castro Soto del Valle 4
15 de septiembre
Hoy por la tarde estaba afuera, practicando fildeo con un compañero escolta, cuando vi pasar al Lada que traía a Alejandro de la Lenin. Venía muy rápido, y eso me llamó la atención. Me quedé mirando el carro, y la pelota que había lanzado Hermenegildo me dio en la frente. Cuando me levanté, noté que tenía un enorme chichón. Ya no me entraba la gorra. Recordé la paliza que me propinó mami el día que me partí la cabeza haciendo swing con un bate. Me entró un escalofrío. Hice un esfuerzo para colocarme la gorra de alguna manera. Hermenegildo estaba muy nervioso. Le dije que no se preocupara, que yo le contaría a papi y a mami que fue culpa mía. Seguía nervioso, así que le prometí que diría que yo estaba solo, arrojando pelotas hacia arriba para atraparlas al caer. Si bien confesar tal cosa no mejoraría mis opciones de ser pelotero.
Luego eché a correr hacia la casa para ver que pasaba. Apenas entré, escuché a papi exclamar que tomaría medidas. Alejandro respondió que la galleta no se la habían dado a él, sino a su escolta Diosdado. Papi gritó que igual era una falta de respeto hacia él como jefe de estado, jefe de gobierno, jefe del partido, jefe de las fuerzas armadas y jefe de familia. Después preguntó cómo fue la cosa. Alejandro contó que el becado que le dio la galleta a Diosdado no sabía que se trataba de un escolta suyo, que lo tomó por otro estudiante y lo llamó cabezón, a lo cual Diosdado contestó mentándole la madre, y ahí sobrevino la galleta. Papi le dijo a mami que era culpa de ella por pedirle cambiar los escoltas de Alejandro, y que a quién se le ocurre que irían a respetar a dos enanos. Mami replicó que ella había pensado que con dos enanos mi hermano se iba a sentir mejor que con los dos gorilas que tenía antes, que ella sólo buscaba lo mejor para Alejandrito, pobrecito, que en la beca tenía que bañarse siempre a puertas cerradas y a deshoras para que no lo vieran, y que, obviamente, si sólo lo veían unos enanos en lugar de los gorilas, él no sentiría tanto complejo. Papi dijo que cojones Lala a un enano nadie lo respeta ni cojones, y que Alejandro estaba sin protección ni un carajo con esos enanos pendejos. Angelito, que estaba manoseando su cubo de Rubik, empezó a repetir inocentemente que ni cojones Lala... Y ahí mami le lanzó un manotazo con el dorso de la mano. Angelito cayó al suelo derribando una silla. Se incorporó, se limpió la sangre de la nariz, y recogió su cubo de Rubik. Al cubo se le había salido una esquina, y entonces Angelito empezó a llorar. Papi se irritó y bramó que Lala cojones le rompiste el cubo al muchacho. Mami le arrebató el cubo a mi hermanito y se lo dio a Alejandro, ordenándole que lo arreglara. Yo había visto donde había ido a parar la pieza, y se la alcancé. Cuando Alejandro le devolvió el cubo, entero de nuevo, Angelito paró de llorar y se metió a jugar con éste debajo de la mesa. Papi se quejó del trabajo que habían pasado para encontrar y entrenar a los dos enanos guardaespaldas y de que había sido un desperdicio, pero que el domingo Alejandro regresaría a la Lenin con dos negros grandes. Alejandro asintió cabizbajo.
En ese momento mami se percató de la rara deformación de mi gorra. Me mandó a quitármela. Tuve que contar que lancé una pelota hacia arriba… Mami no me pegó. Me llevó por un brazo en dirección a mi cuarto mientras anunciaba que me botaría todos los guantes. Entonces grité que había sido Hermenegildo.
[...]
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Me has hecho recordar a una amiga que en los 80 era profesora de filologia en la Universidad de la Habana, y le cayo de alumno uno de estos A que mencionas en el diario. Mi amiga siempre comentaba: "al hijo nadie lo mira, pero que rebueno estan los escoltas".
ResponderEliminarNo un escolta. Dos. Segun mi amiga, habia que aprobar los examenes de los escoltas aunque ellos no supieran donde estaban parados...
Espero por la proxima entrega.... LOL.
Continúa aquí la obra maestra.
ResponderEliminar¿Cuándo el número 5? Schnell, schnell.
Sensacional.
ResponderEliminarSí, yo recuerdo haber visto a uno de ellos, no sé cual, en Artes y Letras, a fines de los ochenta. Se parecía mucho al padre y siempre iba sonriendo, no sé bien por qué ni a quién, aunque ahora, leyendo a Güicho, me imagino que fue a causa de haber tenido unos padres tan difíciles de complacer.
ResponderEliminarOyeme chico, esto es una jodedera verdad, porque la primera vez que lo lei me lo crei, pero no puede ser que tanto mal le sucedio al priviligiado, pero me he desganato de la riza, trate de leerselo a mi marido, imposible!
ResponderEliminarEspero la 5.
Hermenegildo? Hermenegildo Baez! Na', ese era boxeador... y malo!
ResponderEliminarGüicho, soy de las que siempre vengo y disfruto calladita de tus derroches. Pero hay que hacer honor a quien honor merece. Entre la anécdota de tu abuelo que nos regalaste hoy en el Imparcial y este diario de AC, nos sentimos colmados, ¡jajajajaja!!! ¡Es increible la sensación de relajo con que siempre abandono este blog!
ResponderEliminarEufrates,
ResponderEliminarlos escoltas asistiendo a las clases y haciendo exámenes... ¡le ronca la tiranía, qué aberración mesopotámica!
Isis,
ResponderEliminarsupongo que sí, pero tengo más temas pendientes.
Gracias
Gracias, Zoé
ResponderEliminarJorge,
ResponderEliminarlas sonrisitas deben haber sido de Alex.
Vana,
ResponderEliminar¿cómo que jodedera, chica? ¡Con el trabajo que he pasado para conseguir estos apuntes originales! ¡Y luego para transcribir los garabatos y quitarles las faltas de ortografía! Los manuscritos estaban llenos de dibujitos de bates, o algo parecido.
Camilo,
ResponderEliminarBáez era pinareño, ¿no? Tenía buena técnica. Apenas le faltaban tres cosas: pegada, agallas y maldad. Tampoco tenía el nombre más original del boxeo cubano, ese era de Genovevo Griñán.
Alba,
ResponderEliminarmuchas gracias, me alegra saber eso. Debo decirte, sin embargo, que la seriedad en la vida es, hasta cierto punto y en cierta medida, relativamente saludable.
Dibujitos de bates..LOL..Eres tremendo, te sobra la gracia chico!
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