15 nov 2007
Agujetas De Fuego
Después de fracasar como genial infante ajedrecista le cogí el gusto a jugar con fuego. Antes había podido apreciar algunos pequeños incendios usando catapultas de fósforos. Nada grande en realidad. Pero un día, quemando un hormiguero con ayuda de alcohol desinfectante, descubrí que, preparado intencionalmente, el fuego podía ser mucho más interesante. Era francamente agradable ver como ardía un papel, un madero, una colchoneta… Imagino que tenía algo de atavismo cavernícola también. Claro que en mi casa no mostraban mucha comprensión por ese placer infantil. Me vi obligado a desarrollar mis habilidades pirotécnicas en otros lugares: solares, la escuela, algún patio ajeno… No era cosa de todos los días, sino apenas de vez en cuando, pero me pasé años con ese hobby ocasional. Hasta que conocí a Ivette, mi primer amor.
Me disponía a improvisar una linda fogata en el patio de una casa, cuando la vi venir a tender ropa. La miré y quedé fascinado. De ese embeleso sólo desperté cuando la llama del fósforo llegó a mis dedos. Ella era, además de linda, lista. Comprendió mis incendiarias intensiones, y comenzó a llamar a gritos a su padre. Tuve que alejarme precipitadamente de allí.
Desde entonces me olvidé del fuego y empecé a seguirla. Siempre que salía sola, yo dejaba de merodear y me iba tras ella. También le llevaba rosas, que depositaba en su portal. Con lo que me gané la enemistad de su madre. Yo cogía las rosas del propio jardín de su casa.
Hasta ese momento su papá y su mamá me tenían mala voluntad. Ella, en cambio, me detestaba. Si bien mi presencia le despertaba fuertes emociones. A veces se detenía en la calle, giraba sobre sus talones hacia mí, que solía marchar unos pasos detrás, y me gritaba ruborizada y hasta con lágrimas en los ojos:
- ¡Estúpido, no me sigas más!
La verdad es que me llenaba de regocijo comprobar que mi amada no me ignoraba. Pero al parecer tanta exaltación resultaba perturbadora para ella. Su papá intentó dos veces agarrarme, pero yo era claramente más rápido. En el barrio sólo había dos negritos, Orlandito y Rolandito, que me ganaban corriendo. Así que durante un tiempo el papá de Ivette dicidió llevarla y recogerla de la escuela. Mas aquello trajo consigo las burlas de sus compañeros. Ella entonces, aunque no dejó de detestarme, empezó a odiarme. Eso ya estaba mejor. Eso todavía no llegaba al bistec, pero ya eran las cebollitas fritas.
Ivette volvió a ir y venir sola de la escuela. Y yo reanudé mi acompañamiento a tres o cuatro metros de distancia. Poco a poco, sin embargo, se fue acostumbrando. Después ya me dejaba incluso llevarle los libros. Y hasta me dirigía la palabra:
- Dame los libros, que ya llegamos a mi casa.
En algunos casos yo no podía acompañarla, pues no siempre podía escaparme a tiempo de mi propia escuela, o mi madre me daba un encargo. En ocasiones la alcanzaba ya a medio camino de su casa. De esta manera una tarde al aproximarme, vi que un perrazo babeante le cerraba el camino a mi adorada.
Paralizada por el terror, Ivette no sabía que hacer. No tuve que pensarlo ni un segundo. Agarré lo primero que vi a mi alrededor: un saco sucio de grasa y gasolina en el suelo. Al tiempo que le prendía fuego, me abalancé sobre la bestia. El saco se inflamó inmediatamente. Y el can, ante la perspectiva de convertirse en un perro caliente, se dio cobardemente a la fuga. Luego nos ladraba indeciso desde lejos.
Continuamos camino tranquilamente. Yo reventaba de orgullo. Era la primera vez que Ivette se aferraba a mi brazo. Por llevar el biceps contraído durante todo del trayecto, sentí agujetas ardiendo en el músculo casi tres días.
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Muy bueno, Güicho, incluyendo los bíceps.
ResponderEliminarGüicho, te quedó genial, pareces buen mozo, al menos lo que dice tu "musculatura", y lo de la frase del año, está bestial. La "pa'tiste", diría un amigo habanero.
ResponderEliminarSuerte que te dio la vida de demostrarle a tu amada lo que vale ser poseedor de el fuego eterno, ese que te consumia... ahora bien lo de los biceps... no me lo creo, aun me pregunto si las fotos de Malandro eras tu... o un copy and paste...!!!
ResponderEliminarGüicho viste el último video de Por qué no te callas para las discotecas?
ResponderEliminarEstá genial.
Isis, Miquimán, gracias!
ResponderEliminarGrieguita, puse la foto completa para quitarte esa mala fe. Es encima del Corcovado en Río. Clickea la imagen para verla completa. La vista al fondo es increiblemente bella.
O sea, despues de aspirante a Gran Maestro, pirotecnico.
ResponderEliminarY ademas... fisicoculturista.
Chico...
Cuanto tiempo tu aguantas sin respirar debajo del agua a ver?
confieso que soy también piromaníaco; pero de adulto, lo cual es mucho más irresponsable y peligroso. Por suerte tengo chimenea en casa y ya estamos entrando en el invierno
ResponderEliminarponle más leña para que no se apague, güicho
guicho, buena historia.
ResponderEliminaroye man, que paisaje mas lindo compadre. como me gustaría ir allá y sentarme tranquilo a descargar ahí solapio, nada mas a ver eso unos minutos.
bueno bro, dale nos vemos . saludos, t.
Pepe,
ResponderEliminaruna vez hice una apuesta con Pipín: en el tiempo que el se zambullía 120 metros yo ligaba la masajista de su equipo. 100 baros. Perdí, porque ese día se apareció con tremenda gordona sustituta.
Osvaldo,
pues seguiremos echando leña al fuego, bro.
Aserígena,
la vista desde el Corcovado es tan empi...rica que no te lo crees. La primera idea resulta "aquí hay trampa, esto es un montaje, me están pasando una película sin proyector..."
pues si Buichi! eres un modelo atletico, sexy... ya veo que es cierto lo de los comentarios de tu profile. Toda la vista es bella ....;-)
ResponderEliminarVaya, pero que zalamera tú me has salido, Grieguita!
ResponderEliminarY gracias, ehm!
a porque tu ademas de tan gracioso estas asi de buenazo.
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