A comienzos de 1511 el padre Cabezuela se había incorporado oficialmente a la empresa del recién nombrado Adelantado de la isla de Cuba Diego Velázquez de Cuéllar. Sin embargo, por problemas de salud, no marchó en la primera expedición a la gran antilla, sino que se incorporó a las huestes conquistadoras poco después, cuando la resistencia de los aborígenes cubanos había sido vencida.
Velázquez estaba convencido de la inofensividad de los indios cubanos. Cabezuela, en cambio, presentía lo contrario. Tal vez estaba influenciado por la reciente y trágica experiencia de la expedición de Fernando Domínguez de Soria a las antillas menores. Se componía ésta de tres chinchorros[19] con 120 hombres, y terminó en un debacle. El archipiélago resultó estar habitado por feroces caribes insulares, que se aproximaban con sus piraguas para decimar con ensañamiento y crueldad increíbles a las tripulaciones españolas. Para recuperarse, Domínguez de Soria, que estaba herido de flecha en un costado, ordenó tomar tierra en Santa Lucía. Ignoraba que precisamente allí estaba la base de Iouanay, la Tribu de la Iguana, los caribes más fieros de todos. Incluso las mujeres combatían, lo que tenía el efecto de enervar al máximo a los guerreros, que nunca retrocedían.
A Domínguez de Soria, al capellán franciscano Manuel Sarmientos -aquel mozo cordobés llegado a La Hispaniola junto a Cabezuela- y a otros dos prisioneros los descuartizaron y comenzaron a guisar en la playa ante los espantados ojos de los 16 españoles sobrevivientes, que huían en la última barcaza. Varias piraguas los perseguían con gran algazara. Realmente era en plan de diversión, pues no querían perderse el más bien escaso banquete. Los iouanayos no comían a los muertos en combate para no lastimar su honra guerrera, sino únicamente a los prisioneros. A los caídos en combate solamente les extraían el corazón para hacer el yuyume.[20]
Inesperadamente, esta valerosa y corta batalla en Santa Lucía o Iouanalao[21], como la llamaban sus feroces habitantes, decidió la suerte de las antillas menores. A favor de España. El recién guisado fray Sarmientos tenía viruelas. De manera que en la isla que desató una terrible epidemia, quedando radicalmente diezmados los iouanayos. Algunos sobrevivientes huyeron hacia las islas vecinas llevando consigo la mortal plaga. En pocos meses apenas quedaban indios en las antillas menores, con excepción de las Bahamas.[22]
Respecto a los aborígenes cubanos, los temores de Cabezuela resultaron injustificados, pues los taínos locales no brindaron una resistencia considerable. Apenas unos pocos, instigados por un agitador extranjero, un ex-cacique de Haití llamado Hatuey, se enfrentaron a Velázquez sin lograr causarle ni una baja. Se desbandaron al ser capturado su cabecilla haitiano, quien se mantuvo insolente incluso en el momento de ser quemado vivo en la hoguera. Primero reclamó que su hoguera tenía que ser de palo de guayaba porque él era cacique. Como no le hicieron caso, insultó entonces a los españoles, acusándolos de ser peores que los caribes.
– ¡Los caribes al menos os degüellan antes de meteros en el fuego! –gritó oneroso a los bondadosos padres franciscanos que intentaban convertirlo a la verdadera fe para ahorrarle el sufrimiento de las llamas.
- ¡Pero mirad que arrogante es este indio! -se indignó el teniente Alvarado con la antorcha en la mano.- ¡Apartaos ya, padres!
A mediados de 1511 fray Cabezuela pasó entonces a la isla de Cuba desde Santo Domingo. Inmediatamente comenzó una gran labor educativa con el gobernador Velázquez, hombre enérgico pero de tosco entender. Esta fructífera labor se vio interrumpida en su primera fase por la participación de Cabezuela, llamado por Zumárraga, en la misión de los franciscanos en Castilla del Oro.
Los servicios que el padre Cabezuela prestaba a Velazquez se hicieron notar en su verdadero valor en ausencia del fraile, y el gobernador le mandó a buscar en un par de ocasiones. Cuando por fin Cabezuela prestó oídos a sus solicitudes y regresó a la antilla mayor, Velazquez se apresuró a otorgarle importantes encomiendas de indios en la zona de Sancti Spiritus. Tratando así de retenerle a su lado. Con éxito. A partir de noviembre de 1514 Cabezuela se mantuvo junto a Velázquez. Tal perseverancia trajo consigo que en 1517 Velázquez ya fuera capaz de redactar, sin ayuda, una carta sencilla al consejo de Indias. Esto provocó un gran disgusto de su secretario particular, Hernán Cortés, que desde un inicio mostraba recelo hacia la labor del fraile. La actitud resabiosa de Cortés, y varios insultos proferidos contra Cabezuela, hicieron que Velázquez manejara seriamente la idea de hacerlo degollar en su cama cualquier noche. Fue el propio Cabezuela quién intervino a favor de Cortés, argumentando que, después de todo, tal vez podría llegar a ser útil algún día. Cortés se enteró de esto por el propio Velázquez, que no solía andarse por las ramas.
– Os pensaba cortar el cuello una de estas noches, don Hernán.
– ¿Y por qué no lo ha hecho vuestra merced?
– Agradecedle a fray Simón, que ha hablado en vuestro favor.
– Entonces, ¿ya no preciso dormir armado?
– Por lo que a mi respecta podéis dormir en cueros, aunque sé que teneis otras deudas.
– Cierto, pero sólo hay un Diego Velázquez en esta ínsula, Excelencia.
Hacia 1518 Velázquez ya se había reconciliado con Cortés. Más por comodidad que por otra cosa le había permitido seguir redactando su correspondencia. Y una vez casi lista la expedición a México, que el gobernador llevaba preparando con su propio dinero durante varios meses, puso a su ambicioso paisano al frente de la misma. Cabezuela se hallaba a la sazón recorriendo sus encomiendas en Sancti Spiritus, al centro de la isla.
La desconcertante noticia de este nombramiento sorprendió al fraile salmantino en el camino de regreso a Santiago de Cuba. Apresuró entonces la marcha, para tratar de reparar el mal. Al arribar a la villa capital, el franciscano vio apagarse el rescoldo de esperanza de que pudiera tratarse de un error. Sin embargo, peor todavía era la ausencia del propio Velázquez, que hacía varios días había partido por mar a la inaccesible villa de Baracoa. Su objetivo era regresar por tierra atravesando la intrincada sierra con sus indios cimarrones, a los que pretendía escarmentar personalmente.
[19] Barcazas de bajo calado que solían utilizarse como embarcaciones auxiliares de las carabelas.
[20] El yuyume era una sopa ritual hecha con los músculos cardiacos de las bajas enemigas, y la consumían exclusivamente los participantes del combate y los hermanos menores de los guerreros perecidos. No confundir con el sabroso jujume o sopito do coraçao de Curaçao. Este se prepara con corazones de gallina, y originalmente se ingiería en las bodas por parte de los hermanos y primos solteros de los novios.
[21] La traducción textual sería Iguanalandia.
[22] Las Bahamas, más aisladas, tenían una población de lucayos, que no eran de origen caribe, sino arahuaco como los taínos cubanos. La mayoría de los indios bahameses serían transportados luego a Cuba como esclavos, al igual que otros miles de indios guajiros, oriundos de la costa norte sudamericana y únicos arahuacos bravos que resistían a los caribes. En realidad la conquista española interrumpió otro proceso de conquista más lento. Los caribes, partiendo de Guayanía, habían arrebatado a los arahuacos casi toda la costa norte sudamericana, así como las Antillas menores y buena parte de Puerto Rico. Ya habían empezado a incursionar en Quisqueya, y más esporádicamente en Cuba y Jamaica. Los caribes se expandían mediante unidades masculinas emergentes. Donde hallaban una población arahuaca, mataban a todos los hombres –adultos y niños– y se apropiaban de sus mujeres y bienes. Exactamente el mismo método que usaron los invasores anglosajones en la Britania celta de los siglos VI y VII. Un curioso resultado colateral de esta estrategia era que las mujeres caribes, fuera de Guayanía, eran bilingües: además de caribe hablaban arahuaco, que se transmitían de madres a hijas. En el caso inglés lo que se transmiten es la pésima cocina.
man, estos relatos merecen publicarse en un libro.
ResponderEliminarpor cierto los aztecas armaban su mezcolanza de corazones, lo servían en una bandeja construida encima de un jaguar de piedra. lo pude ver en el museo de antropología del D.F.
bueno mi brother, nos pillamos,t
ya empezaste de nuevo con el descuartizamiento de gente y la jamazón de cristianos... vaya! aunque debo confesarte que el yuyume me sonó sabroso
ResponderEliminarGuicho, sigue asi... por sangre, mucha sangre... con canivalismo de cuento infantil, que es el mas morboso.
ResponderEliminarY alguna que otra violacion de animales, que eso era tipico.
Por lo demas,ve escogiendo el reparto que voy a ver si algun amigo mio cineasta independiente se interesa en una cronica sinoptica donde tambien le metas vampiros.
... pero el Protector de los Cerdos ya esta haciendose famoso por la web... ayer atrape a dos discutiendolo en otro foro.
ResponderEliminarperdona otro comment mas pero ahora me voy a dsparar un yuyume de pollo que es un fuetazo (a este yuyume yo le incluyo molleja)no se la molleja como es suplantada en los humanos en la gastronomia del canivalismo.
ResponderEliminarTony,
ResponderEliminarfrente al horror mexicano los caribes eran tiernos. Tengo en mente la escena de la batalla de Tenochtitlán. Los protogaitos controlando el 60% de la ciudad, avanzando un par de metros cada día. Y los mexicas se baten desesperados calle por calle y casa por casa. Aquel mediodía, en medio de la lucha, a los conquistadores se les hiela la sangre al levantar la vista. Por los escalones del templo del sol de Tlatelolco, en el sector aún en poder nativo, los aztecas conducen a golpes hacia la piedra de los sacrificios a seis hispanos prisioneros y a un caballo.
General,
ResponderEliminaryo creo que tú tienes algo de caribe, mi socio.
Pepe,
ResponderEliminar¡estás prolífero, narra!
Ven acá, ¿cual foro era ese?