Las mejores fiestas populares cubanas siempre fueron los carnavales santiagueros. Tanto antes como después de 1959 eran las preferidas de la gran mayoría de los expertos nacionales. Y de la totalidad de los orientales. De hecho, hasta mediados de los años 50, y nuevamente a partir de la mitad de los 70, los habaneros conocedores solían viajar cada año a las fiestas santiagueras. Allí afirmaban con toda sinceridad que, frente a Los Bocucos, Los Van Van no sabían tocar. Son 14 tampoco, pero eso había que callárselo por cuestión de seguridad personal.
A comienzo de los años 80 los carnavales de Santiago de Cuba se caracterizaban por tres cosas: la reducción unilateral de la separación racial, el incremento del contenido de agua en la cerveza, y el aumento de las peleas entre los fiestantes.
Dicho sea primero que el sabor y el colorido de los carnavales no resultaban afectados por estos procesos, sino todo lo contrario.
En Santiago numerosas calles quedaban reservadas para las fiestas, provistas de quioscos, tarimas y sistemas de audio. Dadas las dimensiones de la ciudad, se podían alcanzar todas a pie, sin que se estorbaran unas a otras. Y el casco histórico, al que ya le quedaba poco de histórico, pero con bastantes cascos aún, era cruzado reiteradamente por congas.
Arrollar en una conga santiaguera es un experiencia muy intensa para el participante. Sobre todo si es una mujer y el marido o novio no va inmediatamente detrás de ella. Una conga santiaguera ya en marcha es como un organismo vivo. Arrollando en el núcleo, tras los músicos, uno no es independiente, sino una parte del todo. Y ese todo tiene su propia dinámica y toma sus propias decisiones, en lo cual uno participa de una forma tan integral e intrascendente como una célula en un organismo pluricelular invertebrado. Lo que mantiene a estas células juntas es el ritmo base de la conga: tum-ba-batum-babatum-ba-batum-babatum-ba-batum-babatum. La conga lleva dos tiempos. Como el son. E igual que éste tiene ese típico esquema africano de pregunta-respuesta. La diferencia está en que la conga marca dos velocidades, una claramente más rápida que la otra, y eso es lo que la hace irresistible y frenetizante. ¿Por qué las otras razas no descubrieron el formidable efecto de la percusión? En lugar de eso se inventaron el alcohol y diferentes drogas. Puede que el placer para el cerebro sea parecido, pero para el cuerpo nunca. Sin contar que la conga no deja secuelas. Bueno, hay que bañarse después.
También los desfiles del carnaval santiaguero eran muy buenos. No se alcanzaba la espectacularidad de las carrozas habaneras, pero las comparsas y paseos santiagueros tenían una tradición mucho mayor y, por lo general, disponían de mejores músicos, bailarines y coreografías. En caso de opinar lo contrario, podría ser muy peligroso. Un desfile competitivo contra una comparsa habanera nunca llegó a realizarse. Pero dudo que los occidentales hubieran tenido algún chance, pues el capero común santiaguero llevaba bajo la capa su chaveta y un palo reglamentarios. En caso de ser uno de los más fervientes, podría portar incluso una cabilla o machete adicional. En el carnaval santiaguero se gozaba. Si no te involucraban en una bronca, por supuesto. Cada año habían entre 15 y 35 muertos. El resto de los fiestantes se quedaban añorando los carnavales hasta el año siguiente.
Hasta los años 70 hubo zonas carnavaleras de negros en la periferia este y oeste, así como al sur. Y zonas de blancos en el centro y al norte. Pero en los 80 los negros empezaron a aparecer masivamente en el centro y el norte. Algunos blancos también podían verse en la periferia este y oeste. Llevaban uniformes verdeolivos y boinas rojas, y pertenecían a las brigadas del orden. Era, por cierto, una labor muy atlética. Durante la noche corrían juntos. Iban detrás de los negros conflictivos. Por la madrugada, cuando se separaban, también corrían. Detrás iban los negros conflictivos.[1] Esas correrías duraban los 10 días de carnaval. En una época de tamales, puerco y cerveza, en la que todo el mundo engorda, ellos bajaban un promedio de 12 libras de peso.
En el sur, en cambio, no había tanto peligro, y los blancos entraban en buen número. Las llamadas organizaciones de masas solían colocar sus quioscos en esta región. El quiosco de cerveza de la CTC, por ejemplo, se encontraba en la calle San Pío. El lema de su colectivo era 2 x 1. Ante la patrocinadora CTC eso quería decir: el trabajo de dos compañeros hecho por un compañero. Ahora bien, internamente significaba: dos litros de cerveza por uno de agua. Y esa era la proporción que mezclaban consecuentemente cada anochecer antes de abrir el quiosco. Esa disciplina les permitía no sólo disminuir el nivel de alcoholización en el area, sino también aumentar sustancialmente sus ingresos suplementarios. Pero sobre todo resultaba un estímulo moral. Así, por ejemplo, tenían cero ausentismo. Cada año salían vanguardia entre los quioscos del carnaval. Se trataba, además, de un equipo flexible, que podía reaccionar ante cualquier nuevo reto. Si el comprador estaba suficientemente borracho, podía invertirse la proporción, 1 x 2, usando las botellas adicionales correspondientes. Y nunca hubo broncas por eso.
Las broncas tenían otras razones. Objetivas o subjetivas. Una razón objetiva solía darse entre blancos, entre negros, o entre negro y blanco indistintamente. Podía ser, por ejemplo, un empujón o un pisotón pasando o bailando. Por su lado, una causa subjetiva podía ser una mirada directa a los ojos. Algunos estudiosos de los fenómenos sociales son de la opinión de que ésta última es igualmente una razón objetiva.[2] En todo caso, las broncas por causas subjetivas sucedían entre negros, o entre negro y blanco. La iniciativa partía prácticamente siempre de un negro, generalmente en compañía de entre 2 a 14 nagües.[3] Podía decirse que fiestar en zona de negros para un blanco no era seguro, y al mismo tiempo sí era blanco seguro... de agresiones. La clásica paradoja santiaguera.
Nadie debe pensar, sin embargo, que el fenómeno de la violencia carnavalera era nuevo por entonces. Desde que las autoridades españolas permitieron los festejos a los africanos empezó la trifulca. Eso de andar correteando de la mano llevando máscaras de pájaros es cosa de venecianos. En Africa los carnavales son diferentes. En las fiestas de numerosas tribus en el continente negro aún hoy día pueden apreciarse elementos de gran violencia como imprescindibles componentes rituales de masculinidad. Hay uno en Sudán que a mí particularmente me gusta mucho. Es una comunidad donde todavía van de taparrabos y descalzos. Para las rumbas todos los hombres llevan una vara de madera, y en medio del baile comienzan a darse varazos en las cabezas indiscriminadamente. El chispeo de sangre es total, y los que se amedrentan se van apartando de la pista de baile. El último que queda, resulta reconocido como el Rey del Carnaval. A veces muere alguno de tantos varazos, pues no les gusta perder, y seguir en la pista, cuando se está recibiendo mucho castigo, conduce a eso. El problema es que ahora, con la guerra civil y la lucha por controlar los campos de petroleo, las fuerzas en conflicto han armado a todas las tribus. Entonces cada tipo, igual en taparrabos y descalzo, lleva una AK47. También en los carnavales. Y acontece que alguno, recibiendo muchos varazos, pierde los nervios y suelta una ráfaga del AK. Efectivamente, los Carnavales de Sudán se han puesto muy peligrosos.
Por fortuna, en Santiago de Cuba no se usaban armas de fuego en los carnavales. Y las peleas solían ser mayoritariamente sin armas blancas. Los muertos sucedían cuando algún zoquete perdía los nervios y halaba por una chaveta. En una pelea había, por tanto, que estar pendiente de dos cosas. Una, que el otro no sacara un objeto perfilo-cortante. Y dos, no caer al suelo. Pues en este caso, los amigos del contrincante, o incluso el pueblo en general, solían entrarte a patadas. Personalmente presencié algunas fajazones, y debo decir que por lo común no eran elegantes. Eran como peleas de Vale Tudo o Free Fighting, pero con ropa. Una bronca con estilo apenas se daba cuando los rivales sabían combatir y luchaban sin ir al suelo. Lo más escaso y brillante era vencer por knockout. Y el KO más espectacular y notable de la historia del carnaval santiaguero se lo dio Hébert Pérez[4] a un negrón en julio de 1984.
Fue un suceso sumamente impresionante, porque Hébert, un estudiante de preuniversitario, era conocido por su poderoso intelecto, y nadie, ni él mismo, sabía de su poderosa pegada. Blanco, imberbe, rubio y de ojos claros, alto pero flaco, resultaba el candidato perfecto para una provocación convoyada de golpiza en el carnaval santiaguero.
Aquel día Hébert se desplazaba prudentemente acompañado de dos primos mayores. Marchaban rápido y en fila india como exigían las circunstancias, o sea, el circunstancial tumulto humano. Hébert iba de último, cuando de pronto tras uno de cien inevitables roces con otro parroquiano, escuchó un grito acusador:
-¡Párate ahí, blanquito! ¿Qué pinga te pasa? ¡Me empujate! ¡Párate ahí, cojone!"
Por un segundo Hébert valoró la posibilidad de ignorar la arenga. No era cobarde, pero tenía la manía de pensar rápido, y considerar opciones y consecuencias. Hoy día sabemos, gracias a la investigación genética contemporánea, que la temeridad es un producto colateral del gen de la estupidez. Pero Hébert estaba acompañado de sus primos grandes, así que la alternativa correcta, incluso la única alternativa, era hacerle frente a aquel reto.
Girar sobre sus talones y percibir cuatro cosas a un tiempo sucedió todo en el próximo segundo. Las cuatro cosas eran las siguientes. Uno: el que gritaba era un negrón de siete pies, de unos 25 años y con unos brazos casi tan gruesos como los muslos de la mulatona en short más a la derecha. Dos: con el negrón venían otros dos negrones enormes, que por el aspecto parecían practicar el mismo deporte o, por lo menos, tener los mismos vicios. Tres: los primos no captaron lo que sucedía y se alejaban irremediablemente sin notar que Hébert había quedado atrás. Cuatro: el pueblo había hecho espacio entre Hébert y los tres negrones que avanzaban hacia él, con lo cual el choque era ya inevitable.
Entonces escuchó la sentencia del negrón:
-¡Te vua depingai, so puta!
Era evidente que le gustaba pegarle a las mujeres, pensó Hébert. ¿Por qué me dice eso a mí? ¿Acaso se siente tan superior? ¿En posición de abusar? Esa amenaza fue también mucho más clara, porque el público guardaba silencio con la espectativa de los hechos violentos aproximándose. El rubio adoptó inmediatamente la posición de guardia del boxeo. Iba a darle la pelea que pudiera a los negrones.
La gente lo miraba con abierto escepticismo. Alguno que otro hacía involuntariamente el movimiento de negar con la cabeza, manteniendo el espacio entre labios y encías lleno de aire. La mirada de la mulatona de la derecha decía claramente: "¡Corre, mijo!" Hébert vio esas reacciones a la par que sentía que no tenía buen apoyo bajo los pies. Sin mirar hacia abajo comprendió que estaba parado en la cuneta, y automáticamente levantó y movió hacia atrás la pierna derecha. Encontró apoyo en el borde del contén de la acera, y afincó el pie. En el mismo instante en que la energía cinética rebotaba del pie recién apoyado hacia el cuerpo, el primer negrón le caía encima. Venía con los brazos abiertos para golpear. Hébert le tiró un cross directo exahalando todo el aire y llevándose el flujo de energía cinética desde la pierna hasta el puño en un único movimiento de torso y brazo.
Fue un clásico power-punch sin jab previo. De catálogo. Y cogió al negro en pleno mentón. Se cayó en cuatro partes. Sus extremidades se precipitaron al suelo al mismo tiempo que el tronco, pero por su propia inercia. Sin ser arrastradas. Sin rebote. El KO total, que es cuando se desconectan todos los circuitos y por completo.
Hubo una exclamación general y silencio. Los otros dos negrones frenaron en seco junto al bulto en el suelo. Uno se quedó mirándo hacia la inmovilidad del cuerpo noqueado. El otro apartó la vista de Hébert hacia la izquierda, sin enfocar a nada ni a nadie, y hundiendo las mejillas al comprimir los labios. Si el rubio amagaba ahí, hasta corrían. Hébert los miró, manteniendo los puños en media guardia. A uno primero, al otro después. Y sin decir una palabra, dio la vuelta y se fue. Con paso decidido, pero sin prisa. La masa de gente se abrió para dejarlo pasar.
Alcanzó a los primos, pues no había perdido ni 30 segundos. Siguió tras ellos sin abrir la boca. Y para su asombro y orgullo, a cuatro cuadras de los hechos, escuchó al pasar como un parrandero le decía a otro:
- Oye, ¡¿te enteraste?! Allí abajo un blancón le acaba de dar tremendo KO a un negrón. Todavía el niche ni reacciona, están esperando la ambulancia.
[1] Nótese la importancia de la preposición en la lengua castellana.
[2] Al que se atreva a decirme eso en mi cara, le entro a golpes.
[3] Amigos, compinches, socios, compadres, narras, consortes, aseres, ambias, cúmbilas.
[4] Coincidí con Hébert pocos años después en la Universidad de la Habana y resultamos buenos amigos. Sin duda uno de los cerebros más brillantes que he conocido en 40 años y casi 40 países. Hoy es profesor universitario.
22 nov 2007
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Güicho,
ResponderEliminaresa foto es del carnaval del Sudán o de Haití?
Pero si nada más había 15 muertos en todo el carnaval se le quedaban atrás a La Habana. Sobre todo la conga detrás del Cucuyé terminaba con varions riñones de menos, caras y nalgas picadas, y quien sabe que más. Los cuerpos de guardia de los hospitales estaban repletos durante los carnavales (Te hablo < 1985, después no sé nada)
Analista,
ResponderEliminarsi te cogen diciéndoles haitianos estás frito. La foto es de la conga de San Pedrito, veterana de 126 duras campañas contra la conga de Los Hoyos, el Cocuyé original, que sale en el primer video.
La militancia de estos morenos traspasa todo sentido de la fidelidad conocido. Ya en una fecha tan temprana como el 6 de enero de 1921 Mayito Heredia, bongocero de Los Hoyos, tras caer abatido por dos puñaladas y un cabillazo en San Pedrito, y dado por muerto en la madrugada, con las últimas fuerzas que le quedaban escribió en el suelo usando su propia sangre "me cago en la madre de los de sanpedrito, viva el cocuye" antes que lo alcanzara el primer estertor de la muerte impidiéndole pintar el acento final.
Güicho: MUY BUENO LO DEL CARNAVAL DE SANTIAGO. A LO MEJOR LO VISTE, PERO AQUI TE MANDAMOS UN LINK DONDE APARECE UNA STEEL BAND EN CUBA CON EL TEMA DE LA AÑORANZA POR LA CONGA, EN EL MEDIO DE LA CALLE. http://www.youtube.com/watch?v=ow0GyUBezOs
ResponderEliminarLOS MIQUIS
Añoranza… es de Sur Caribe, me cuadra ese tema.
ResponderEliminarbro, me reí con cajones.
Oye nunca estuve más que una semana por Stgo. Pero tenia un yunta que me hacia los cuentos del barrio los chicharrones.
t
Me acuerdo de aquella conguita que dicen cantaba el carnaval a comienzos de la recolución:
ResponderEliminar"Nojotro somo lo negro
marxista-leninista
somo lo mismo negro
qu'eramo de Batista"
Miquimanes,
ResponderEliminarla versión de steel band no la conocía. Me recordó el Carifesta en la Habana allá por fines de los 70. Me lo disparé entero. Era un chama, pero cada noche iba a un evento diferente hasta bien entrada la noche. Ahí fue que vi por primera vez una steel band. Me acuerdo, sin embargo, que lo que más me impresionó fue un concierto de los Fabulous Five en el Karl Marx. Eran unos jamaicanos enmariguanaos que tocaban soberbiamente. Me tocó fuerte. Muchos años después compensé carencias en Mallorca, con mucho cannabis, una germanita completamente rasurada -menos la cabeza, y Bob Marley & The Wailers a todo meter -en el más completo sentido de la palabra. Pero de eso mejor planto un post.
Tony,
ResponderEliminarcon Añoranza ese niche la botó. El tipo tiene, además, una rutina espesa.
Chicharrones es malucón también, pero sin conga.
General,
¿dónde pillaste eso?, ¡'tá jerarca!
Oye Güicho, ¿así que estuviste por Mallorca? Cuando vuelvas me lo dices y nos conocemos.
ResponderEliminarMe encantó este tema, los carnavales son de las tantas cosas que se han perdido/desvirtuado, ya no es lo mismo.
Tu entrada me trae a la memoria dos cosas; una, el cuento de la pachanga, o su versión de "atrás fariseos, atrás", y la segunda, la canción de Frank Delgado que dice: "¿Dónde fue a parar la infraestructura del recuerdo?/¿dónde fueron a parar los carnavales? No me acuerdo."
Está en youtube, lo puedes ver aquí:
http://es.youtube.com/watch?v=Gm1_axq06jU
Ivis,
ResponderEliminarclaro, te aviso. Harán cuatro o cinco años que no piso en Baleares. Pero solía.
Esto de los carnavales y las fiestas populares evoluciona con las generaciones y las épocas. En muchos lugares la tradición se pierde, pero entonces es porque se lo merecía. Y es que lo bueno siempre encuentra quien lo cultive. Bueno, algunas cosas malas también, pero entonces es porque tienen algo bueno... Creo que perdí el hilo... En fin, los carnavales de Río tampoco son lo que eran antes. Los últimos dos años una de las escuelas de samba más famosas fue patrocinada por el macaco zambo y desfiló con su imagen y propaganda chavista, incluyendo el coro del tema principal.
Güicho, he leído tu narración tipo crónica del carnaval santiaguero.
ResponderEliminarMuy buena, muy exacta, excepto la hipérbole de los 35 muertos, ni antes ni después, 3 ó 4 quizás.
Y no me sabía la anécdota de Mayito Heredia en el año 1921.Original.
Muy documentado tu post.
Eran fantásticos los carnavales de Santiago, la gente no dormía.Qué ambiente!Qué jolgorio!
Los últimos encopetados que recuerdo fueron los del año 1967, despues de esos, aquello fue hacia abajo.El del 70 lo suspendieron por la zafra de los 10 millones, tú no habrías nacido.Ya después nada fue igual. Toda Cuba se iba para Santiago y se "ripiaban" como se decía en aquel entonces.
Comparsas:La Placita (blancos)
La Kimona (blancos)
Carabalí( negros autóctonos)
Congas: Los Hoyos, San Agustín, Paso Franco, San Pedrito, Los guayabitos, Alto Pino,y más.
Siempre ganaba La Placita.
Me han dicho que están muy deprimidos los carnavales y que no son ni la sombra.
El padre de Hebert Pérez , que mencionas, es un profesor de la Universidad muy erudito y su mamá tambien profesora.Bellas personas.
Muy bueno, pero muy bueno tu post, así como tu blog en general.Fuera de lo corriente.
Saludos.
Cubanerías,
ResponderEliminarmuchísimas gracias!
Veo que conoces requetebien (lo que fue) el carnaval santiaguero. Desde 1987 no volví más, así que el declive no puedo describirlo.
A los Pérez-Rosés no los conocí, aunque tal vez los haya visto alguna vez en el verano del 86 o el 87. Sí recuerdo que eran profesores (y creo que hablaban muy buen inglés, porque se lo enseñaron a Hebert desde niño.) Por la calidad del hijo mayor bien te creo lo que dices.
Saludos